Sinner – 2017 – «Tequila Suicide» [Reseña]

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Mat Sinner es un tipo ocupado. En los últimos dos años participó en la grabación de los nuevos trabajos de Primal Fear, Voodoo Circle, Jorn y Kiske/Sommerville, sin contar su participación como productor en muchos de esos discos y en los de bandas ajenas, entre ellos Alma de Fuego de los argentinos Helker. Pero incluso en medio de una agenda tan apretada, el bajista y cantante alemán siempre logra encontrar algún tiempo libre para dedicar a Sinner, su banda solista y la que lidera desde hace más de tres décadas y media.

Mientras Primal Fear, el grupo que comparte junto al cantante Ralf Scheepers y al que se puede considerar como su otro grupo principal, es más “serio” en su heavy power a lo Judas Priest, Sinner es casi todo fiesta como si los ochentas nunca hubieran terminado. No por nada el germano tituló al nuevo álbum de su banda solista, y ya decimoséptimo en su catálogo, Tequila Suicide, a partir de la práctica de aspirar una línea de sal, tomar un trago de tequila y luego apretarse un limón en el ojo, algo que debe ser popular en alguna parte del mundo en la que no vivo.

Visto de manera superficial, Tequila Suicide es un disco fácil de analizar, que no amerita grandes descripciones: puro y simple heavy metal alemán, con más una referencia a las bandas de la Nueva Ola del Heavy Metal Británico. No sorprende encontrarse con un inicio como “Go Down Fighting”, con sus riffs cuadrados de manual pero efectivos, sus letras acerca de tomar cerveza y pasarla bien y su estribillo de una simpleza “pop punkera”, a falta de un término mejor. Algo que se repite en “Tequila Suicide”, el tema título, con buenos resultados similares.

Pero después de esas canciones, aparecen varias que muestran los diferentes matices de los que es capaz una banda como Sinner, y que pueden verse como influenciadas por las otras bandas de Mat. Por ejemplo, “Road To Hell” es un hard rock muy Thin Lizzy, más que nada con su línea vocal tan al estilo del fallecido Phil Lynott y sus estribillos sostenidos en el sonido del bajo, y que conforma uno de los temas más destacables del álbum. También tenemos a “Dragons” y su solo de teclados inesperado, mientras que “Battle Hill” tiene influencias del guitarrista Gary Moore, con su sonido influenciado por la música celta.

En “Sinner Blues” pegan una sorpresiva balada bluesera, con coros y teclados que contrastan sin desentonar con las voces rasposas de Mat Sinner. Otra balada es “Dying On A Broken Heart”, quecierra el álbum, al menos en su edición estándar, con sus influencias rockeras clásicas.

“Gypsy Rebels” agrega un gran gancho con sus guitarras melódicas y su estribillo triunfante. De las canciones más tradicionales del álbum, esta podría llegar a considerarse la mejor, no por tener elementos de verdad originales sino por los simples buenos resultados de una buena composición.

La edición limitada en formato digipack agrega tres tracks a la versión original: la marchosa “House of Rock” y “I Am” son buenas canciones en el estilo tradicional del grupo, mientras que “Monday Morning” es una balada que puede llegar a pecar de melosa con sus voces suaves y sus teclados, después de que las anteriores usaran los mismos elementos.

En resumen, Tequila Suicide es un álbum que muestra sus mejores momentos cuando las canciones se alejan de sonido de heavy metal clásico más cuadrado que Sinner patentó hace rato. No es que las canciones que Mat sepa hacer de taquito sean malas, pero ya varias veces demostró ser un gran compositor y son las canciones que salen del molde las que mejor muestran esa característica de él. E incluso las canciones más tradicionales y “fiesteras” suenan más enfocadas que en sus últimos discos, así que no me extrañaría que este álbum pueda atraer a fans tradicionales como gente ajena por igual.

(Nota del autor: Esta reseña también fue publicada en la página web de El Cuartel del Metal)

Kadavar – 2015 – Berlin

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No sé hasta qué punto Alemania sea conocida por su producción de stoner. Hay mucho de casi todas las otras variedades rockeras y metaleras, pero, sacando a grupos como Colour Haze y Samsara Blues Experiment, el stoner no ha encontrado un reducto tan grande en el país germano. Pero si Suecia llegó a tener una escena respetable de stoner siendo un país totalmente en las antípodas del «ideal desértico» pregonado por el género, cualquier país puede.

Y es así que, directamente desde a ciudad que da nombre a su tercer disco, llega Kadavar, un trío que viene dando vueltas desde el 2010 y que se ha hecho un nombre dentro de la escena del «retro rock setentoso» simplemente con buenas canciones. Claro que lo complementan con una imagen donde la banda pretente que los últimos 35 años de historia nunca ocurrieron, pero lo que de verdad los destaca es su gran habilidad para la composición de canciones de rock valvular.

«Berlin», su nuevo disco, no es ninguna revolución en su sonido, sino que, al contrario, es una reafirmación de la identidad de la banda. Nada de cosas raras ni experimentaciones, sino simple amor por el rock y devoción por el riff. Con un sonido a mitad de camino entre lo retro y lo moderno, sonando cálidos y valvulares pero lejos del lo-fi de casi todos los otros grupos de la movida retro, Kadavar desgranan doce canciones de puro hard rock, que muchas veces suenan más cerca de Led Zeppelin y Black Sabbath con Ozzy que de Kyuss. La estrella del disco, obviamente, es la guitarra del también cantante Christoph «Lupus» Lindemann, crujiente pero de sonido claro y bien definido. Y la gente que lo acompaña no se queda atrás, porque el bajista Simon «Dragon» Bouteloup y el baterista Christoph «Tiger» Bartelt conforman una base titánica, sólida como una roca.

Canciones como «Last Living Dinosaur», «Pale Blue Eyes» y «Circle In My Mind» pueden señalarse como tracks destacados, pero «Berlin» es un disco sin baches, más allá del cover de Nico «Reich der Träume» que suena puede sonar descolgado por sonar tan diferente del resto del álbum.

Aunque se les pueda achacar cierta falta de variantes en su sonido, Kadavar tienen el suficiente talento como para que, por ahora, eso no sea un verdadero bache en su propuesta. Porque a pesar de que los engendros súper complejos y retorcidos sean siempre bienvenidos, de vez en cuando está bueno volver a las raíces y disfrutar de las buenas canciones.

DAF – 1981 – Alles is gut

Deutsch Amerikanische Freundschaft (literalmente «Amistad Germanoestadounidense») nacieron en 1978 cuando el baterista y percusionista Robert Görl conoció al vocalista Gabriel «Gabi» Delgado-López (un español que se había mudado a Alemania a los 8 años) en Ratinger Hof, un bar punk en Düsseldorf. Ambos se llevaron muy bien desde el principio, y empezaron a ensayar e improvisar en el sótano del bar, con Görl tocando la batería y Delgado-López el estilófono (una especie de teclado muy popular en los 70’s).

Con la adición del tecladista Kurt Dahlke, el bajista Michael Kemner y el guitarrista Wolfgang Spelman, DAF entró en 1979 al estudio para grabar su primer disco «Produkt der Deutsch-Amerikanischen Freundschaft». Sin embargo, las primeras grabaciones no dieron resultado y Delgado-López se fue de la banda, por lo que el resto del grupo decidió grabar 22 improvisaciones instrumentales para el disco, en un estilo a mitad de camino entre el punk rock y la música industrial.

Poco después, la banda se mudó a Londres. Para su segundo disco «Die Kleinen und die Bösen», editado en 1980 y ya con Delgado-López de vuelta en la banda, vio a DAF moviendo su estilo hacia un lado más electrónico, aunque todavía era muy experimental y tirando para el lado industrial. A pesar de las pocas ventas del disco, «Die Kleinen und die Bösen» les hizo ganarse un nombre dentro de la escena subterránea alemana, que vivía una época de plena ebullición de bandas mezclando punk rock, post punk y new wave en un nuevo estilo que alguien llamó «Neue Deutsche Welle» (Nueva Ola Alemana).

En 1981 todos los miembros de DAF, con excepción de Delgado-López y Görl, se fueron de la banda. Ya conformados como dúo, DAF firmaron con la discográfica Virgin Records y editaron «Alles ist gut», el disco del día de hoy.

El estilo de DAF en «Alles ist gut» («Todo está bien») es minimalista en extremo, con la instrumentación limitada a una batería de ritmos robóticos, teclados y samples. La forma de cantar de Delgado-López, según sus palabras, «no es un canto como en el rock ‘n’ roll o el pop, sino que a veces es como un discurso de Hitler». Los temas líricos varían entre observaciones sarcásticas de la sociedad alemana, líricas ultra violentas y sexualizadas, uso de imaginería totalitaria y simples experimentos donde el grupo está más enfocado en el sonido de las palabras que en su significado. Además, Delgado-López y Görl cultivaron una imagen fuertemente homoerótica, con ropa de cuero negra y pechos peludos.

Todas estas cosas dan una idea de una banda que quedaría confinada a recitales pequeños en sótanos, para una audiencia mayormente underground y con un estilo demasiado impenetrable como para poder llegar al mainstream, ¿no?

Error.

«Alles Ist Gut» catapultó a DAF a megaestrellas de la música alemana. El disco estuvo 46 semanas en los charts alemanes, gracias al éxito de la canción «Der Mussolini», y les hizo ganar un «Deutscher Schallplattenpreis», el premio de la industria discográfica alemana.

¿Cómo puede ser que algo tan anti-pop tuviera semejante éxito? Justamente, uno de los ingredientes más llamativos de la música de DAF es su compromiso con el gancho: ya sea en la forma de cantar de Delgado-López, los ritmos de batería de Görl o las líneas de sintetizadores y teclados, siempre hay algún detalle, casi podríamos decir, bailable y pegadizo.

En «Der Mussolini», Delgado-López canta sus letras con referencias a Hitler y Mussolini como si se trataran de pasos de baile sobre una base de batería de ritmos simples y una línea de sintetizador ultra pegadiza. Este estilo «oscuro pero bailable» se repite en muchas canciones, como «Allen Gege Alle», «Mein Herz Macht Bum» y «Als Wär’s Das Letzte Mal». Otras como «Sato Sato», «Rote Lippen» y «Alles ist gut» son más lentas y atmosféricas, como una manera de agregar diversidad a un disco sin bache alguno, y lo suficientemente corto, con apenas 35 minutos, como para no aburrir nunca e invitar al replay. Claramente, Europa era un lugar muy extraño a principios de los 80’s.

DFA intentaron no dormirse en los laureles, y ese mismo año editaron el sucesor de «Alles Ist Gut», titulado «Liebe und Gold». El disco fue recibido de manera bastante fría por los críticos, más que nada porque no era tan diverso ni tan pegadizo como «Alles Ist Gut». La banda se sintió desanimada ante las críticas no tan favorables y en 1982, durante la grabación de su quinto disco «Für Immer», acordaron separarse. Delgado-López y Görl siguieron sus carreras como solistas, ambos en un estilo más cercano al synth pop y con resultados dispares. En 1986 decidieron grabar un nuevo disco como DAF titulado «1st Step to Heaven» (el único disco de la banda en inglés y el único donde se presentaron bajo las siglas «DAF»), con un estilo más synth-pop y de música disco que no cayó muy bien entre los fans de su estilo clásico. En 2003, la banda editó el que es, hasta ahora, su último disco: «Fünfzehn neue D.A.F.-Lieder» (literalmente, «15 nuevas canciones de DAF»), donde volvieron al estilo de «Alles ist gut», para el placer de los críticos y fans. Aunque no hay noticias de disco nuevo, la banda sigue dando recitales.

Más allá de que no hayan logrado replicar los logros de «Alles ist gut», DAF se ganaron un lugar en el mundo de la música europea. Dúos ochentosos como Eurythmics, Erasure y Pet Shop Boys tomaron mucho de la dinámica de Delgado-López y Görl, y el DJ John Peel les dio el título de «Abuelos de la música techno», expandiendo su enorme influencia a géneros de los 80s y los 90s como el synth pop, la Electronic Body Music y el futurepop.

Bethlehem – 2014 – Hexakosioihexekonta-hexaphobia

La última década bien puede considerarse de enorme turbulencia para Bethlehem, la banda liderada por el bajista aleman de origen holandés Jürgen Bartsch. Esos años transcurrieron entre constantes cambios de miembros (un total de cinco cantantes, dos guitarristas y cuatro tecladistas, a lo que se suma la salida en 2011 del baterista Steve Wolz, que estaba en la banda desde 1999) y las críticas tanto a la nueva versión del disco «S.U.I.Z.I.D» de 1998 (con el sueco Niklas Kvarforth regrabando las voces con letras traducidas al inglés desde el alemán original) como al pronunciado cambio de estilo que la banda tuvo con el cambio de siglo, que algunos relacionan con bandas como Rammstein.

«Hexakosioihexekontahexaphobia», término que designa al miedo al número 666, es el primer LP de nuevo material de Bethlehem desde «Mein Weg» de 2004, y muestra a la banda continuando el estilo gótico-industrial-experimental de ese último disco. Del black metal suicida depresivo al que ayudaron a definir y del que se convirtieron en referentes en la década de 1990, sólo quedan las atmósferas oscuras y las letras retorcidas de Bartsch, un tipo un tanto enigmático del que no se sabe si de verdad usa su verdadero nombre o si es un pseudónimo que hace referencia al asesino en serie alemán Jürgen Bartsch (nota del autor: el 11/03/2015, Jürgen Bartsch aclaró que ese es su verdadero nombre, y que cuando era joven le trajo varios problemas, al punto de que lo apodaran «asesino de niños»).

Bien podría ser el mejor disco de la banda desde sus años clásicos. Algunas canciones, como la furiosa «Spontaner Freitod», la lenta pero melódica «Warum wurdest du bloß solch ein Schwein?» y la industrial «Verbracht in Plastiknacht», donde el cantante Guido Meyer de Voltaire (que se fue de la banda al terminar las grabaciones) mete chillidos que recuerdan a las del cantante Rainer Landfermann en «Dictius Te Necare», el segundo de Bethlehem, y, por consiguiente, a los años más furiosos de la banda. Pero esos son sólo pasajes, ya que el resto de las canciones, como «Ich aß gern’ Federn», «Egon Erwin’s Mongo-Mumu» y la extensa «Antlitz eines Teilzeitfreaks» predominan las voces limpias, aunque a veces mezcladas con las podridas, y los ritmos relativamente calmados pero que no abandonan la oscuridad que cubre cada composición de Bethlehem, algo visible hasta en las composiciones más accesibles como la instrumental y casi rockera «Höchst alberner Wichs». Los teclados, programaciones y ritmos mayormente lentos generan atmósferas perfectas con la voz limpia y profunda de Meyer, quien no parece tener problema para adaptarse a cualquier terreno que pise en las canciones.

Aunque sea un disco de una hora y tome una buena cantidad de escuchas, el disco no abruma y deja una buena factura. Si esperabas que en su nuevo disco la banda regresara al black metal, te vas a sentir decepcionado porque la banda sólo tiene ojos para mirar adelante, más allá de algunas composiciones que recuerden a los viejos tiempos. Si sólo esperabas que la banda sacara nuevo disco después tanto tiempo de sequía, sin que importara el estilo, entonces lo más seguro es que te vas a sentir satisfecho con lo mostrado en «Hexakosioihexekontahexaphobia». El disco que, esperemos, signifique un nuevo comienzo para Bethlehem.

(Nota: También puede ser que la banda te chupe un huevo. En ese caso, al menos pegale una escuchada al disco.)