Nails – 2016 – You Will Never Be One Of Us

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Tengo conocimiento acerca de la existencia de Nails desde hace un buen tiempo, cuando me crucé con la reseña de su debut «Unsilent Death» en el blog Discos Inauditos, una de las fuentes más grandes que haya tenido al momento de meterme en el universo de lo más pesado del heavy metal y el punk. Que lo describiera como una cruza del sonido de guitarra de los grupos del death metal sueco de la vieja escuela con la agresión del hardcore punk causó un terrible interés en mí, joven metalero que buscaba nuevas experiencias dentro de este género que había descubierto hacía no mucho, después de haberse aventurado en el heavy metal más clásico y en el power metal.
En su momento no terminé de entender lo que mostraba «Unsilent Death» a lo largo de sus diez canciones, que sumadas apenas raspaban los 14 minutos. Pero con el tiempo aprecié de verdad el sonido de guitarra podrido a lo Entombed, la batería que parecía a punto de romperse en mil pedazos y las voces que redefinía a lo que podían llegar los gritos humanos dentro de un contexto netamente musical, todo con una producción aplastante cortesía de Kurt Ballou, guitarrista de los hardcore Converge, que lograba darle coherencia al quilombo que los tres tipos detrás del grupo, el bajista John Gianelli, el baterista Taylor Young y el cantante y guitarrista Todd Jones.
En los años siguientes, Nails pasaron de ser «la banda con los discos cortitos y violentos» a ser la clase de grupo que rompe las fronteras del nicho pesado, siendo comentados en lugares como Pitchfork y Rolling Stone, uniéndose a grupos como Kvelertak, Deafheaven y Death Grips en mi lista de agrupaciones que jamás me hubiera imaginado en esa posición. Por eso, la salida de «Abandon All Life», su segundo disco, fue uno de los lanzamientos más esperados del 2013, pero a mí no me causó lo mismo que al resto del mundo: al disco le faltaba esa chispa, esa sensación de moshpit asesino en un sótano mugroso que había tenido con su debut, lo cual era extraño porque seguían siendo los mismos tipos en la banda y seguían siendo producidos por el mago de las perillas Ballou.
Después de esa pequeña decepción, a «You Will Never Be One Of Us» le presté atención más por obligación que por verdadera expectativa, para poder comentar acerca del álbum en la radio. Ciertamente no ayudaron a mi verdadero interés las frases de Todd Jones durante los recitales y su relación con el título del mismo, buscando convertirse en una especie de Phil Anselmo de esta generación al marcar una línea un tanto sectaria entre «los de la movida» y el resto del mundo, algo bastante complicado cuando el metal extremo, a diferencia de los 90s, ya tiene un lugar en el mainstream, con grupos como Lamb of God vendiendo miles de discos. Pero decidí dejar de lado todo eso (o sea, no tengo problema alguno con escuchar buenos discos compuestos por asesinos, violadores y extremistas de todo tipo) para poder escuchar el trabajo con la mente fresca.
«YWNBOU» inicia con el tema título, que arranca con un acople de guitarras que va creciendo y creciendo, con las voces (provistas por gente como John Baizley de Baroness, Jabob Bannon de Converge y Scott Kelly de Neurosis, entre otros) repitiendo el título de diferentes maneras, hasta que todo explota en una ola de violencia crust/powerviolence/grind/hardcore/d-beat (elija la etiqueta de su gusto), con una buena cantidad de cortes, arreglos de batería y demás condensados en 90 segundos de agresión. La fórmula clásica de Nails, palo y a la bolsa para quien le guste.
Las siete canciones siguientes repiten esta fórmula, con pequeñas variaciones que evitan que hablemos de diferentes versiones de una misma canción. «Friend To All» salta directo a la violencia sonora, «Made To Make You Fail» tiene un solo atonal a lo Slayer, «Violence Is Forever» logra llegar a los tres minutos, y así sucesivamente.
Es en los dos temas finales donde encontramos a las ovejas negras del álbum. «Into Quietus» arranca agresiva, pero deviene en un breakdown, más en el sentido hardcore que en el ejemplo de metalcore en el que muchos estarán pensando. Ese breakdown sirve de prólogo para la pieza central del álbum: «They Come Back Crawling» combina el costado virulento de Nails con pasajes lentos sludgeros que se arrastran y se retuercen en su bilis, llevando la canción a unos impresionantes ocho minutos con catorce segundos, toda una épica a lo «2112» si hablamos de un grupo como este, y por suerte una donde la atención se mantiene durante toda su extensión.
Puede que a esta altura se los haya comido el personaje, que no falte mucho para que se queden sin ideas y comiencen a repetirse y a basar su propuesta más en su discurso que en la música (como le terminó pasando al Anselmo post-Pantera), y que en cierta forma estén un poco inflados por la prensa, pero por ahora Nails logran entregar buenas obras de música cruda, furiosa y violenta. Si la supuesta pausa en sus actividades termina siendo sólo un rumor de la prensa, creo que en los siguientes trabajos el grupo podría profundizar las variables mostradas en este álbum y darle una vuelta de tuerca a su sonido antes de quedarse estancados.

Kvelertak – 2016 – Nattesferd

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Cuando en 2010 Kvelertak editaron su disco debut autotitulado, muchos se vieron descolocados al momento de tratar de categorizar a estos noruegos oriundos de la ciudad portuaria de Stavanger. Aunque no fueran al que se etiquetó como «black ‘n’ roll», sí fueron, por lejos, los que llevaron ese estilo a su extremo más literal: como Mayhem mezclado con Turbonegro, o Darkthrone fusionado con The Stooges y AC/DC. De la mano de auténticos hits como “Ulvetid”, «Blodtørst» y «Mjød», estos dos últimos con excelentes videos, este sexteto de tres guitarras al frente y letras sobre mitología nórdica en su idioma nativo estaba destinado a ser parte de las grandes ligas tarde o temprano.

Con un debut tan bien recibido, incluso por gente ajena al estilo, Kvelertak entraron en el momento más jodido para una banda que la pega de una: cumplir con las expectativas. No por nada existe la frase «uno tiene años para componer su disco debut, y seis meses para componer el segundo». Y aunque en esta época lo de «seis meses» pueda llegar a parecer una exageración, puede decirse que la presión llegó a hacer mella en el grupo. Y es así que en “Meir”, el disco que la banda editó en 2013, se notó esa intención de querer expandir los límites del sonido del grupo con canciones más largas y un sonido que se alejaba un poco de la crudeza directa del debut. Pero aunque estuvo totalmente alejado de ser un mal álbum, con canciones tremendas como “Månelyst” y “Nekrokosmos” entre otras, “Meir” pudo sentirse como un tanto desbalanceado en su intento de introducir nuevos elementos al sonido del grupo.

Tres años después llega “Nattesferd”, el tercer álbum de la banda, y uno que trae nuevos cambios a Kvelertak. Luego de dos álbumes producidos por Kurt Ballou, guitarrista de Converge, en los GodCity Studios de Massachusetts, “Nattesferd” es el primero producido por la propia banda en su país natal, además de ser el primero sin una portada ilustrada por el líder de Baroness John Baizley, uno de los artistas más solicitados y de estilo más identificables de los últimos años (al punto tal de que sus trabajos están empezando a parecerse demasiado entre sí), trabajo del que ahora se encargó Arik Proper (que antes se encargó de la portada de “Dopesmoker” de Electric Wizard). Pero no es sólo en esos detalles donde el nuevo álbum de Kvelertak se muestra diferente, porque acá puede sentirse un intento de la banda de continuar lo intentado en “Meir” en esto de expandir su sonido: tenemos los acordes “espaciales” de “Ondskapens Galakse”, la sabbathera “Nekrodamus” y los 9 minutos de “Heksebrann”, mezclados con canciones más típicas como “Dendrofil For Yggdrasil” (con sus blastbeats y riffs puramente blackmetaleros, aunque esto último está menos presente a lo largo del disco), el hard rock puro de “Svartmesse” y “1985”, y el punk reventado de “Bronsegud”. Uno podría decir que “Nattesferd” es una versión mejorada de “Meir”, pero se lo puede ver como más que eso: es la culminación de Kvelertak como banda, donde las canciones no sólo son mejores, sino que los elementos están mejor balanceados y todo suena más armónico.

Menos pesados pero tan rockeros como siempre, estos noruegos siguen teniendo un sonido verdaderamente único y reconocible, incluso cuando sus influencias son siempre perfectamente visibles. A poco de cumplir diez años desde su fundación, Kvelertak es un punto de esperanza en el rock actual.

Tramontina – 2015 – Demo

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Tramontina (o ‡ramon‡ina, como les gusta ser conocidos) es una joven banda de Capital Federal. Está formada por Colo, Nico, Mace y Sebaxxx, este último uno de los bajistas de los sludge/drone/doom Asilo, que también sirvieron de nexo con el grupo cuando lo mencionaron en su perfil de Facebook.

En su mayor parte, Tramontina practican un hardcore punk crudo, directo y sin vueltas, clavado en los ochentas. Nada nuevo ni que no hayamos escuchado antes, pero al mismo tiempo fresco en su entusiasmo. A lo largo de poco menos de ocho minutos, tenemos riffs simples pero furiosos, baterías que no dan respiro y voces con mucho eco gritando letras sobre la alienación urbana, la muerte y esas cosas que tanto nos gustan. El soundtrack perfecto para poguear y emborracharse en un antro una noche de verano de 35 grados. El punk del pueblo, con sonido garagero y canciones cortas y al palo.

En lo personal, creo que la única contra del demo son las cortas secciones de collages sonoros y drone al final de las canciones, que para mí son la parte menos entretenida del disco. Aunque podría gustarle a alguien más metido en este estilo, prefiero que las canciones terminen de manera un poco más tradicional.

Y bueno, eso. ¿Creen que es un texto demasiado corto? Yo no lo creo: Tramontina es una banda para definir en pocas palabras, como para simplemente escuchar y sacar nuestras propias conclusiones. Por mi parte, que sigan así, que nada más importa.

Teenage Time Killers – 2015 – Greatest Hits Vol. 1

Teenage Time Killers es una iniciativa del baterista Reed Mullin, miembro de Corrosion Of Conformity, y del guitarrista Mick Murphy, miembro de My Ruin. Tomando su nombre de una canción del grupo punk Rudimentary Peni, este proyecto, que por ahora se limita al trabajo de estudio, comenzó en febrero del 2014 como una manera de explorar sus raíces punk y hardcore, y tiene la particularidad de que cada una de las canciones de su disco debut, “Greatest Hits Volume 1”, tiene a un cantante diferente en cada canción, además de colaboraciones de guitarristas en varias canciones. El disco contó con la participación como bajista de Dave Grohl (Foo Fighters) en 11 temas, además de que la grabación se dio en su estudio personal.

Cada una de las 20 canciones (sí, 20 canciones con 20 cantantes diferentes) es una explosión punk, nunca llegando a los 3 minutos y varias veces sin llegar a los 2 minutos. Es un disco variado sin alejarse de la idea punk: a veces puede ponerse más hardcore y pesado, como en la inicial “Time To Die” junto a Mike IX Williams de Eyehategod y en “Say Goodnight To The Acolyte” junto a Tony Foresta de Municipal Waste, y otras veces puede ponerse más melódico, como en “Barrio” junto a Matt Skiba de Alkaline Trio y en “Son Of An Immigrant” junto a Johnny Weber de The Ghost of Saturday Night. En un balance final, el lado más melódico termina siendo mi favorito. Pero lo que se mantiene es la furia punk, y por ese lado el disco cumple su cometido, porque no rompe ninguna frontera y no busca hacerlo, sino que lo suyo es es sentimiento inmediato, la sensación de que todos los implicados en el disco son músicos que se reunieron para tocar lo que les gusta.

Ahora, si vamos por el lado negativo tendríamos que decir que hay algunas canciones que, en pos de destacar el lado más crudo del estilo, terminan sonando demasiado simples, como si hubieran podido ganar más puntos con algo más de trabajo, como ocurre en “Ode To Sean Hannity” con Jello Biafra (ex Dead Kennedys y actual The Guantanamo School Of Medicine, por si viven debajo de una roca), que termina durando menos de un minuto porque gran parte del comienzo se compone de un collage de ruidos extraños. Una verdadera lástima, si me preguntan. Pero hay varias colaboraciones que son para destacar, como la de Corey Taylor (Slipknot, Stone Sour) en “Egobomb”, y la de Randy Blythe (Lamb Of God) en “Hung Out To Dry”.

Incluso con sus puntos en contra, el debut de Teenage Time Killers es una experiencia disfrutable. Lejos está de ser perfecto, pero cualquier fan del género notará que este es un trabajo honesto, hecho por tipos que obviamente disfrutan de hacer este tipo de música. No tengo idea de si este será un proyecto a largo plazo, y la verdad es que creo que ni siquiera se lo pensó de esa manera, pero no está de más echarle una escuchada y sacar conclusiones propias.