Beyond Description – 2017 – «The Robotized World»

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Antes de ponerme a averiguar acerca de ellos, hubiera jurado que Beyond Description eran una banda nueva. Pero en una muestra más de que mi conocimiento sobre datos inútiles del heavy metal no es tan amplio como creía, resulta que la carrera de estos japoneses se remonta hasta 1988, y que este ya es su quinto LP, que se suma a una cantidad enorme de Eps, compilados, lanzamientos compartidos con otras bandas, y demás. ¿A qué viene esto? A que “The Robotized World” suena como un disco debut, en el aspecto negativo de la expresión.

A diferencia de lo expresado en su nombre, Beyond Description son muy fáciles de describir: tomemos el sonido clásico del thrash de los ochentas, agreguemos unas buenas dosis de crossover thrash a lo Stormtroopers Of Death, y listo. Si a eso le sumamos la tapa hecha por el ícono del género Ed Repka, nos queda que estos japoneses no están muy alejados de todas esas bandas a lo de la nueva ola del thrash de la década pasada. Y aunque hay algunas bandas de toda esa camada que lograron salirse de la repetición de clichés que terminó hundiendo al movimiento o simplemente mostraron algo más de talento que la mayoría, como Havok, Evile, Violator, Tungsteno o Iron Reagan, este no es el caso de Beyond Description, que se dedican a repetir cada detalle del sonido clásico del crossover, incluso los clichés que ya quedaron viejos y sin siquiera meterle algo de gracia para que suenen entretenidos.

Acá tenemos todo: las voces gritadas del cantante Hideyuki Okahara (que hacen que no se entienda si las letras están en inglés o en japonés), algún coro pandillero, los riffs bien machacados y las baterías inquietas. Todo en su lugar como dice el manual del estilo, pero sin aportar nada como para destacarse entre el océano de grupos del género.

Hay algunas canciones que buscan salirse de la medianía general y aportar un poco de identidad, como la ganchera “Journey”, “Sourmount” y su comienzo lento, o “Steerage” y sus breaks de batería. Pero son muy pocas en un álbum de 12 canciones, más allá de si ninguna de ellas pasa de los 3 minutos y entre todas apenas lleguen a los 27, además de verse perjudicadas por un sonido apagado y sin brillo que no permite demostrar todo su potencial. Y ya que mencionamos la duración de las canciones, llega un momento en que suenan tan efímeras y sin forma que no logran quedarse en la memoria, haciendo que sea complicado recordar momentos puntuales más allá de los que mencioné antes.

“The Robotized World” me da la misma sensación que me dan casi todas las bandas de la nueva ola del thrash: tienen mucha energía y deben ser entretenidos de escuchar en vivo, pero en estudio sólo me suenan tediosos por su repetición de ideas. Pueden agregarlos a la lista de “bandas que gustarán a los fans extremos del estilo”.

Dark Phantom – «Nation of Dogs»: el ruido entre las bombas y las ruinas

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Aparte de Acrassicauda, aquella banda de la que habían filmado el documental “Heavy Metal in Baghdad” y que luego se terminó radicando en los Estados Unidos, no tengo mucha información acerca de lo que ocurre en la escena metalera iraquí, aunque es entendible la falta de material proveniente de este país asiático, considerando que hablamos de una tierra asolada por la guerra, los dictadores, el terrorismo, el extremismo religioso y los horribles crímenes de guerra del ejército estadounidense.

Pero incluso con todas las circunstancias en contra, es posible que algo pueda salir de todo eso. Y es así que tenemos a Dark Phantom, banda proveniente de la ciudad norteña de Kirkuk, con su LP debut “Nation of Dogs”. Antes de ponerme a escuchar el disco, no sabía qué iba a encontrarme: el primer sitio en el que me lo crucé la definía como una banda de death metal, su perfil de Metal-Archives los lista como un grupo de heavy metal, y la tapa del disco me recuerda al estilo clásico del thrash de los ochentas.

Considerando todo eso, fue bastante sorpresivo encontrarme con que todas esas ideas estaban correctas, al menos hasta cierto punto. Dark Phantom es un grupo de death metal, pero que casi no utiliza los riffs retorcidos tradicionales del estilo sino que pone más énfasis en riffs más melódicos, que a veces suenan más cerca del heavy metal y en otros más machacados y thrasheros. Hasta hay ciertas melodías orientales, como en la canción título “Nation of Dogs” y en “Judgement Call” entre otras, que se complementan con el uso extraño de pronombres arcaicos del inglés como “thy” y “thou” para darle un aura propia.

Las nueves canciones, más la intro, muestran a una banda que busca el gancho y los buenos estribillos ante todo, un arte que a veces se siente perdido en buena parte del thrash actual, y que sacando momentos específicos (como la inicial “New Gospel”) casi no tiene blastbeats, dejando sólo las voces podridas como único elemento de puro death metal.

Si hay algo para criticar, es que a la producción le falta pulir y darle más espacio a los instrumentos, y que con apenas media hora el disco se siente un tanto corto. Pero más allá de eso, Dark Phantom editaron un álbum más que decente, y que tiene varias canciones, como “Unholy Alliance” y “Atomosphere”, para causar interés más allá del país de origen del grupo.

Metallica – «Hardwired» (single): ¿El retorno de la bestia?

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No creo que ponerme a escribir esto 15 días después de la salida de esta canción haya sido lo más prudente. El periodismo tiene esta cosa jodida de la inmediatez, de tener que tratar algo mientras sea noticia; y en estos tiempos en los que la información viene de todos lados a la velocidad de la luz, es difícil que cualquier evento no termine tapado por cualquier cosa ocurrida medio segundo después.

Pero la espera tiene que ver con que, sacando excepciones como las de Terminal, a mí no me gusta reseñar singles: yo prefiero álbumes ya sean LPs o EPs, a los que puedo considerar como obras íntegras y donde la calidad de cada track afecta al valor agregado. Así que en realidad no fue tanto una espera, sino que fue más un debate interno, acerca de si hacer esto o no. Porque no hablamos de cualquier banda, sino de una de las más grandes, influyentes y, al mismo tiempo, divisivas de la historia del heavy metal.

Dicho eso, pasemos a “Hardwired”, el primer o segundo adelanto (depende de si consideremos a “Lords of Summer”, el single en vinilo del 2014, como un adelanto) de “Hardwired… to Self-Destruct”, primer álbum de Metallica en ocho años, el mayor tiempo entre disco y disco en la historia de la banda californiana si no contamos a “Lulu”, la colaboración con el fallecido Lou Reed, como un verdadero disco de Metallica.

“Hardwired” es una de las canciones más “palo y a la bolsa” que el grupo haya grabado últimamente. Como un “All Nightmare Long” con cinco minutos menos y una estructura más cancionera de verso-estribillo-verso. La banda no da muchas vueltas para arrancar: nada de acústicas, intros lentas o solos grabados al revés, sino que salta a las piñas de una, con una fiereza inspirada, según los miembros del grupo, en “Kill ‘Em All”.

El problema con esto es que ese álbum lo grabaron hace más de 30 años y comparada con esas canciones, siento que a “Hardwired” le falta pulir varias cosas, con un estribillo al que le falta gancho y un solo por parte de Hammett que parece compuesto en lo que dura la canción. Pueden haberse inspirado en la agresividad de su debut, pero la mayor diferencia es que muchas de las canciones de ese disco las venían tocando y trabajando desde hace años, mientras que “Hardwired” parece más un esbozo, un primer demo. Apenas la lanzaron pensé que terminaría siendo un relleno de mitad de disco, pero al parecer es la canción que lo va a abrir el primer álbum doble de la banda.

Si tuviera que decir algo que de verdad me gustó de la canción, es que a Ulrich se lo escucha muy bien detrás de la batería. Siendo por lejos el miembro más discutido del grupo, hacía rato que no se lo escuchaba tocar con tanta fuerza, incluso entrándole al doble bombo cerca del final.

En resumen, el single me dejó bastante frío. Creo que es una especie de respuesta tanto a los que dicen que la banda perdió su pesadez de antaño como para aquellos que se quejaban del collage de riffs que muchos habían visto en “Death Magnetic”, pero que al final termina sonando genérica. ¿Es un mal augurio acerca del próximo álbum de la banda? Aunque no es el mejor adelanto que Metallica pudiera lanzar para promocionar su regreso discográfico ni el mejor inicio que ese álbum pudiera llegar a tener (ni tampoco la mejor tapa, ya fuera la del single ni la oficial del disco), el hecho de que vaya a ser un álbum doble significa, o al menos eso espero, que las otras canciones van a ser más largas y trabajadas. Siendo un simple adelanto, es cuestión de esperar y ver si las expectativas, buenas o malas, se cumplen.

Lost Society – 2016 – Braindead

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Hacia el 2013, los finlandeses Lost Society sacaron su debut «Fast Loud Death», y consiguieron algo de publicidad gracias a la corta edad de sus miembros, con el ejemplo del cantante y guitarrista Samy Elbanna, de apenas 17 años, como el más notorio. Musicalmente la banda se metía de lleno en el sonido de la nueva ola del thrash metal, con todos sus trucos y clichés archiconocidos, y aunque la originalidad era algo totalmente ausente estos jóvenes lograban producir algunas buenas canciones para moshear y entretenernos mientras esperábamos el nuevo disco de Exodus, algo con lo que siguieron en su segundo álbum «Terror Hungry».

Después de dos discos rindiendo culto y alabanza a los chalecos de jean, los chupines, los cinturones de balas y todo lo que forma parte del thrash de los ochentas, no es sorpresa que un grupo tan joven decida experimentar con nuevos sonidos. Eso es lo que encontramos, en cierto modo, en «Braindead», el tercer disco de estos oriundos de la ciudad de Jyväskylä. Digo «en cierto modo» porque el disco se divide entre el estilo vieja escuela y otro más alejado de la velocidad inaudita de antaño. La primera muestra de experimentación aparece apenas comienza el álbum, con «I Am The Antidote», canción de inicio abrupto y que deja de lado la velocidad rompecuellos para adoptar un ritmo más marcado y pesado. Después de esa primera canción, las siguientes se debaten entre este nuevo sonido, como en «Riot» y el más tradicional y directo, como el de canciones como «Hangover Activator» y «Rage Me Up»

Sin embargo, el problema en «Braindead» es que casi todas las canciones, tanto de las experimentales como de las tradicionales, carecen del gancho característico que había hecho disfrutables sus trabajos anteriores. En muchos casos la composición se siente confusa, como si las canciones hubieran querido ir para un lado pero se hubieran quedado en un punto medio incómodo, y en otros casos sonando como sobras de discos anteriores.

Después de los ocho minutos de «Only (My) Death Is Certain», el disco cierra con las dos canciones más llamativas del álbum: la primera es «P•S•T•88», que llama la atención por ser un cover de Pantera de su etapa glam, y uno que no hubiera sonado fuera de lugar en los discos anteriores; y la segunda, y la que cierra «Braindead», es una entretenida reversión de «Terror Hungry», la canción que daba nombre a su disco anterior, retitulada «Terror Hungry (Californian Easy Listening Version)», en un estilo cercano al rock de los setentas, con teclados y todo. Dos elecciones sumamente extrañas, pero que terminan siendo de los momentos más disfrutables del álbum. Claro que que hay que señalar que el álbum tiene un grave problema cuando las mejores canciones son un cover y una nueva versión de una canción de un disco anterior.

«Braindead» es claramente un disco de transición, donde la banda tantea el terreno para ver si seguir por el camino de siempre o tomar un nuevo rumbo. Aunque lo más importante acá no es el estilo, sino que las canciones cumplan mínimamente el objetivo de entretener. Cuando se logre eso, será el momento de plantearse cambios a futuro.

Slayer – 2015 – Repentless

Hasta hace no mucho, decir que Slayer era la banda más estable de los Cuatro Grandes del Thrash Metal era decir la cosa más obvia del mundo: hablamos de una banda que casi no tuvo cambios de formación a lo largo de su historia, incluso teniendo a su formación original durante la mayor parte de su carrera, y de una banda con pocos cambios en la base de su sonido, más allá de alguna anomalía como «Diabolus In Musica».

Todo parecía ir bien en el seno de Slayer, hasta que un día de 2011 se reveló que a Jeff Hanneman, guitarrista de la banda, habia sido picado por una araña en el brazo mientras estaba en el jacuzzi de un amigo. Lo que podría haber sido simple material para uno de los típicos posteos graciosos de Facebook perdió cualquier gracia cuando se informó que, a raíz de la picadura, Hanneman había contraído fascitis necrotizante, una condición donde la carne literalmente se pudre. La situación empeoró al punto de tener que sumir al guitarrista en un coma inducido por el dolor que sufría.

Incluso con todos estos hechos horribles, los otros miembros de Slayer se mostraron calmados y siempre profesionales, algo que no sorprende si hablamos de un grupo con treinta años de historia, y mientras Hanneman recibía tratamiento ellos siguieron girando con Gary Holt, guitarrista de Exodus, y, ocasionalmente, Pat O’Brien, de Cannibal Corpse, cubriendo el puesto de Hanneman. Aunque la recuperación de Hanneman era lenta, no era el primer músico que sufría un problema físico grave, y si Def Leppard pudieron seguir luego de que su baterista perdiera un brazo, entonces sólo era cuestión de tiempo para que Hanneman volviera a tocar junto a sus compañeros de banda.

Pero entonces, la tragedia ocurrió.

El 2 de mayo de 2013, se informó que Jeff Hanneman había muerto a los 49 años, víctima no de  fascitis necrotizante, sino de una cirrosis, causada por un elevado consumo de alcohol durante un prolongado periodo de tiempo. Haciendo el anuncio más tétrico, la cirrosis es uno de los factores de riesgo más grandes al momento de lidiar con la fascitis necrotizante.

Poco después, el baterista Dave Lombardo anunció que se iba de la banda por desacuerdos económicos con el resto del grupo. Con la salida del baterista cubano, en unos pocos meses Slayer había perdido a la mitad de su formación a manos de la muerte y del dinero, y el mito de que en Slayer estaba todo perfecto se vio destruido para siempre.

Con la vuelta de Paul Bostaph, quien ya había reemplazado a Lombardo cuando este se había ido por segunda vez de la banda en 1992, y con Gary Holt cubriendo el puesto de Hanneman, Slayer decidieron volver al estudio para grabar el sucesor de “World Painted Blood” (2009). Titulado “Repentless”, el disco en cuestión fue editado el 11 de septiembre de este año, algo que puede sentirse como un nexo a “God Hates Us All”, el último disco que habían grabado con Bostaph y que había sido editado el 11 de septiembre de 2001. “Repentless” fue editado en medio del peor momento de la historia de la banda. Y eso se nota.

El problema con “Repentless” es que tiene demasiados pasajes donde parece que las canciones hubieran sido hechas a las apuradas, como si Araya y King (y Holt, si tomamos varias partes que suenan muy del estilo del líder de Exodus) sólo hubieran querido tener algo en la calle después de seis años de silencio, o como para mostrar que ellos no necesitan de la presencia de Hanneman y Lombardo para manejar al grupo, sobre todo luego de la salida del baterista. Este “piloto automático” que se puede sentir en varias de las canciones perjudica al resultado final. Porque el punto con bandas como AC/DC, Ramones, Motörhead y los mismos Slayer, bandas sin vueltas en su sonido, es que la calidad de sus discos se verá determinada pura y exclusivamente por la calidad de sus composiciones. Y ahí es donde falla “Repentless”, en la falta de gancho de sus canciones, y lo genérico de sus riffs, que en su mayoría suenan como sobras del cajón de King, y en lo repetitivo de la estructura de sus canciones.
Podría destacar algunas cosas positivas del disco. Primero, la producción me gustó mucho, y la batería de Bostaph suena espectacular. Y si tuviera que elegir una canción, sería “Chasing Death”, que recuerda a la época de “Seasons In The Abyss” (1990). Sin embargo, nada de esto está cerca de levantar un resultado pobre. Si este va a ser o no el último disco de Slayer ya se verá, pero si es será un final indigno para una de las mejores bandas que haya visto el thrash, y una de las más influyentes que haya tenido el heavy metal en general. Sólo queda esperar que en el futuro, y ya sea dentro o fuera de Slayer, que los encargados de llevar las riendas del grupo encuentren el norte nuevamente.