[Reseña] Enforcer – 2019 – «Zenith»

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De entre todas las bandas que en la última década y media vienen dándole manija al “revival retro”, Enforcer siempre me parecieron de los que mejor entendieron que la idea de buscar inspiración de manera tan obvia en el pasado también implica tener las canciones correctas para que no quedar como un copión sin talento, y ciertamente estos suecos no tienen nada que envidiarle a los héroes musicales en los que se inspiran. Estos comandados por el cantante y guitarrista Olaf Wikstrand ya tienen cuatro discos de calidad superlativa en sus espaldas, incluyendo el último “From Beyond” que, incluso teniendo una influencia demasiado obvia de “The Final Countdown” de Europe en su tema título, redondeaba para arriba con un conjunto de canciones espectaculares de puro speed metal ochentoso, peleando para ser uno de los mejores discos en materia metalera del 2015.

“Zenith”, ya quinto álbum de los suecos, estuvo precedido por cuatro años de espera antes de su salida, la más larga en la carrera de la banda, e incluyó una edición aparte del disco completamente en español como para capitalizar en sus fans latinoamericanos, lo cual me parece un gesto bastante destacable. Sin embargo, no sé si habrán sido esas expectativas las que me llevaron a concluir que estamos enfrente del peor álbum de Enforcer hasta la fecha.

¿Qué pasó con “Zenith”? Podemos mencionar una diferencia importante con respecto a álbumes anteriores, y es que el foco de su nostalgia parece haber cambiado, cortando la parte de “speed” en su “speed metal” y enfocándose más en medios tiempos (de vez en cuando más acelerados) y en un sonido más cercano al heavy clásico como en “Zenith of the Black Sun” o “The end of a Universe”, e incluso al hard rock ochentoso, como en la inicial “Die For The Devil”. Hay un par de experimentos, como la balada “Regrets”, de melodías prominentes de piano, e incluso una canción como “Sail On”, que parece querer mezclar hard rock setentoso con heavy ochentoso. Y de vez en cuando vuelven a la velocidad acostumbrada, específicamente en “Searching For You” y en “Thunder and Hell”.

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¿Quiero decir que “Zenith” es decepcionante por el cambio de esto? No necesariamente, aunque mentiría si dijera que no hay cierta decepción en no poder estar escuchando otra colección de puro speed metal. Apoyo que los artistas experimenten y que busquen por fuera de su zona de confort, incluso si la fórmula todavía funciona porque para algunos es mejor cerrar una etapa en un punto alto que esperar a que las grietas comiencen a manifestarse. Así que el problema de “Zenith” no viene por el lado del cambio de estilo, sino por la ausencia de un elemento que siempre fue importante en la fórmula de Enforcer: el gancho.

Casi todas las canciones de este nuevo álbum les falta esa chispa, eso que hacía que los álbumes de los suecos captaran la atención del oyente, más que nada porque acá hay mucho riff poco inspirado y muchos elementos mal usados. Por ejemplo, “Searching For You” es uno de los temas rápidos del álbum, pero en cualquier otro trabajo de la banda sería considerado relleno, y acá la cosa no cambia: suena hecha así nomás, durando poco menos de tres minutos y no haciendo nada que no hayamos escuchado hecho mejor en cualquier otra canción. “Regrets” es una balada melosa que se alarga mucho más de lo que debería, “One Thousand Years of Darkness” abusa de los sonidos orquestales, y “Forever We Worship The Dark” termina irritando con sus coros, incluso si estos no difieren mucho del estilo del grupo. Por suerte, para el final quedan los dos mejores momentos: “Thunder and Hell” es un ejercicio de velocidad metálica que no hubiera sonado fuera de lugar en cualquiera de los álbumes anteriores de Enforcer, y la extensa “Ode To Death” cierra el álbum haciendo más que bien lo que otras canciones no terminan de lograr, fusionando dramatismo con diversos climas y momentos acústicos.

“Zenith” termina sonando confuso, con muchos elementos nuevos que no terminan de cuajar entre ellos y muchas ideas que no suenan bien desarrolladas. ¿Habrá sido la emoción de estar intentando algo nuevo que se terminó saliendo de control? Es difícil decir, pero los resultados finales hablan por si solos: este quinto álbum de los suecos es un bache en su carrera. Por suerte podemos ver que de vez en cuando la magia apareció en la composición, lo que da esperanza para que a futuro el cuarteto pueda terminar de plasmar lo que no se pudo en este álbum, o volver a sus antiguas armas, donde parecen sentirse más cómodos.

Terminal – «Zadnji Izlet» (single): buenas noches, y buena suerte

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Por si no recuerdan la reseña que hice anteriormente de este extraño experimento, permítanme recordarles: Terminal es un proyecto de Tobias Lindqvist, que los más avispados tal vez recuerden como el bajista de los speedmetaleros suecos Enforcer. Aunque el tributo a los ochentas está muy lejos de ser algo nuevo, Lindqvist decidió abordarlo desde una visión bastante original: hacer un homenaje a grupos como Credo, Pokolgép y Magnit, bandas de heavy metal del bloque soviético de los ochentas. El homenaje llega al punto de tener las letras completamente en esloveno, algo bastante llamativo más allá de que sólo una porción muy pequeña de la población mundial pueda llegar a saber si son siquiera gramaticalmente correctas.

Después del demo “Heavy Metal Lokomotiva / Slovo” de 2014 y el single “Satanski naročila / Črna smrt” de 2015, yo no podía ser el único que estaba esperando que Lindqvist se pusiera las pilas y sacara aunque sea un EP o incluso un LP, para darle una forma más elegante a este proyecto. Es por eso que la salida de «Zadnji Izlet» me tomó un tanto por sorpresa, para bien y para mal: para bien porque siempre es bueno tener nuevo material de un grupo que logró balancear el homenaje y la personalidad propia, y para mal porque parece ser que este single es el fin de Terminal. Puede que se retome en algún momento, pero por ahora las seis canciones que salieron son lo único que vamos a escuchar de Terminal.

Pero bueno, vamos a dejar de lado los lamentos y a enfocarnos en lo que tenemos ahora. “Zadnji Izlet” contiene dos canciones que suenan un tanto diferentes del resto del material de Terminal, aunque no hubiera quedado fuera de lugar si hubieran entrado en un LP de Terminal. “Epilog”, la canción más larga de la corta discografía de Terminal con sus siete minutos y monedas, tiene el filo metálico característico del resto de las canciones del proyecto incluso con su tempo lento y esos teclados que suenan como grabados en una iglesia. Suena hasta progresiva en ciertos momentos, en una mezcla de estilos que era característica de las bandas a las que Termina busca homenajear.

“Zadnji Izlet”, la canción título, es bastante más llamativa en cuanto a su estilo: es una balada bastante suave que va alternando entre el protagonismo del piano y la presencia del resto de los instrumentos, una especie de “power balada” de una época antes de MTV. No está nada mal, pero luego de cuatro canciones de gloria metálica soviética (!) se puede hacer un tanto pesada, y en eso no ayuda que dure casi seis minutos y sea el tema que abre el single. Aunque la parte que arranca a los 3:33 es ganchera en esa especie de dramatismo cursi pero efectivo y cautivante.

Al final, podemos concluir en que “Zadnji Izlet” está uno o dos pasos por debajo de sus hermanos mayores, algo que no es tan malo considerando lo alta que habían dejado la vara esos lanzamientos, Lo mejor hubiera sido meter un tema más enérgico y dejar la balada para el final, pero así como está no está nada mal como broche de oro a la ínfima carrera de Terminal, un excelente homenaje a esos grupos que dieron el grito metálico desde detrás de la cortina de hierro.

Terminal – 2015 – Satanski naročila / Črna smrt (7»)

En una entrevista a la revista argentina Jedbangers, el sueco Olof Wikstrand (cantante, guitarrista, líder y mente maestra detrás de paladines del speed metal Enforcer) mencionaba, entre sus influencias, a bandas como los rusos Credo y los húngaros Pokolgép, grupos que practicaban una mezcla entre el sonido de Iron Maiden y Judas Priest con influencias de música clásica, pero que no pudieron conseguir una verdadera exposición dentro de la escena occidental por haberse dado a conocer durante la Guerra Fría en países del bloque soviético. Claramente Olof es un tipo bastante nerd, por eso lo queremos tanto y «From Beyond» es uno de los discos del año.

Pero en esta ocasión no vamos a hablar de Enforcer en particular, aunque tampoco nos iremos tan lejos, porque resulta que el bajista Tobias Lindqvist también se considera súper fan de esos grupos. Desconozco si ya lo era de antes o fue Wikstrand el que le contagió su gusto por el metal pesado oriundo de detrás de la Cortina de Hierro, pero el punto es Lindqvist no se contentó con simplemente escuchar a esos grupos, sino que decidió armar un proyecto propio para rendir un tributo explícito a esas bandas.

Terminal es el nombre de este proyecto de Tobias, quien al parecer se encarga de todos los instrumentos. Luego de un demo de dos canciones editado en cassette que agotó toda la edición, Tobias nos trae un single editado en vinilo. Lo llamativo del proyecto es que a Tobias no le bastó con reconocer la tremenda influencia de sus grupos, sino que decidió que las letras no estuvieran ni en inglés (el idioma obviamente predominante en la escena internacional) ni en sueco (el idioma materno de Tobias), sino en esloveno, algo que me recuerda a Kypck (si no los conocen, son una banda de doom metal finlandesa con letras en ruso). Si, puede sonar como una bizarreada total y tal vez lo sea, pero «Satanski naročila» (algo así como «Contratos satánicos») y «Črna smrt» («Muerte Negra») son dos tremendas canciones, con un enorme gancho. La primera es más rápida, y recuerda muchísimo a los mismos Enforcer, tanto que podría ser alguna grabación perdida de los suecos si no fuera por el tema del idioma. Pero «Črna smrt» es incluso mejor: es más lenta pero todavía más melódica, con un trabajo de guitarras impresionante y partes de piano muy atmosféricas. Tobias no llegará a los agudos de Olof, pero no los necesita, porque sabe cómo hacer una buena línea melódica.

Honestamente espero que Terminal no sea sólo una curiosidad en la carrera de Tobias, porque hay un enorme potencial detrás de este proyecto. Las canciones son muy buenas y te hacen olvidar totalmente del hecho de que las letras perfectamente no podrían tener sentido, porque esta es una banda formada por un nerd, para nerds. ¿Se vendrá por fin el álbum? Espero que sí.

Belcebu – 2015 – Belcebu Tracks 82/84


Belcebu no es una banda nueva, para nada. Según su perfil de Metal-Archives, el grupo se fundó en 1982, grabaron un demo nunca editado en 1984 y un disco en vivo de ese mismo año que tuvo una edición de apenas 6 copias. Poco después Belcebu se cambiaron el nombre a Cobra y se separaron en 1988.

Este EP representa la vuelta de Belcebu a la actividad luego de 25 años, con cuatro canciones compuestas hace más de 30 años pero que recién ahora ven la luz del día propiamente grabadas. El sonido es excelente, poderoso, balanceado y con un volumen alto pero no estridente. Las canciones se mueven por carriles conocidos; heavy ochentoso con algo de speed y letras de reivindicación metálica y temas épicos. Nada que no hayamos escuchado antes, pero es hasta encantador pensar que hablamos de canciones compuestas durante la época temprana del heavy metal argentino, porque esas letras de reivindicación toman otro significado, como una verdadera declaración de principios.

Las cuatro canciones («Ares», «Lucha Conmigo», «Soy heavy» y «No nos detendremos») son gancheras y entretienen mucho, además de mostrar una base instrumental súper sólida, con un bajo prominente y una batería con un doble bombo con todo, a cargo de Diego y Marcelo Záccara, respectivamente. La guitarra de Ricky Záccara no se queda atrás, y la voz de Marcelo Generoso no acusa el más mínimo atisbo del paso del tiempo. No es que vayan a cambiar la historia del metal argentino, pero dan un resultado positivo, y da para pensar en el futuro de la banda al momento de componer nuevas canciones.

Judas Priest – 1990 – Painkiller

Cuando en 1990 Metallica editó su disco autotitulado, aquel de la tapa casi completamente negra, le mandó un mensaje bien claro a todo el universo del heavy metal: en esta nueva década, la regla sería «adaptarse o irse a la mierda’. Hubos varios que no entendieron el mensaje, y de los que lo entendieron no todos lograron llevarlo a la práctica de manera exitosa. Fue así que los 90’s fueron una época dura para cualquier género metalero que hubiera mínimamente relevante durante los 80’s, ya fuera heavy clásico, speed metal, metal progresivo, thrash metal y ni hablar del glam. El éxito de bandas como Faith No More, Alice In Chains y Nirvana preparó el terreno para que las rastas y las bermudas terminaran por reemplazar al pelo largo y al cuero en las pantallas de MTV.

Del otro lado del Atlántico, los veteranos Judas Priest ya venían en horas bajas desde hacía unos años: el intento de modernización glam de «Turbo» (1986) no había caído muy bien entre sus fans, y «Ram It Down» (1988) no había logrado recuperar su confianza. Para colmo de males los problemas de salud del baterista Dave Holland, los mismos que habían obligado a la banda a utilizar una batería programada en la mayor parte de «Ram It Down», lo llevaron a salir del grupo.

Fue a principios de 1990 que Judas Priest entraron a los estudios franceses Miraval para comenzar la grabación de su nuevo disco, el primero con su nuevo baterista Scott Travis, un joven estadounidense de 29 años que venía de tocar en Racer X. No sería el único cambio, porque la banda eligió al chipriota Chris Tsangarides como productor en vez de al inglés Tom Allom, quien había producido todos sus discos durante los 80’s.

Para marzo de ese mismo año el disco ya estaba compuesto y grabado, pero faltaba un obstáculo que la banda tenía que sortear: el juicio por los mensajes subliminales que supuestamente contenía su cover de Spooky Tooth «Better By You, Better Than Me», que según la fiscalía habían llevado a que dos jóvenes estadounidenses trataran de suicidarse con una escopeta en 1985, uno de los cuales murió y el otro sobrevivió con el rostro desfigurado y terminó suicidándose con una sobredosis de analgésicos.

El juicio duró hasta el 24 de agosto de 1990, cuando el juez desestimó el caso. Diez días después, el 3 de septiembre, la banda editó «Painkiller», el disco que, sin exageración alguna, hizo que el mundo se rindiera a sus pies.

En el inicio de ‘Painkiller’, la canción que da título al disco, Scott Travis se confirmaba no sólo como el reemplazante idea de Dave Holland, sino también como un instrumentista muy superior a su antecesor, dando una lección de batería en una canción que se terminaría convirtiendo en un clásico de la banda, y donde se prepara al oyente para lo que se vendrá en las siguientes 9 canciones: los riffs demoledores de los guitarristas K.K. Downing y Glenn Tipton, de una influencia thrash como nunca antes la banda había compuesto; la base de Ian Hill y Scott Travis, elevando el estándar para cualquiera que en el futuro quisiera tocar heavy metal; y al cantante Rob Halford llevando sus agudos a extremos nunca antes visto y nunca después repetidos.

Pero no sólo de su tema título vive el disco, sino que el resto es tan demoledor y pesado: «Hell Patrol» (según Rob Halford, inspirada en los pilotos estadounidenses en la Guerra del Golfo), «All Guns Blazing» y su estribillo explosivo, «Leather Rebel» y sus tremendos riffs, «A Touch Of Evil» y sus teclados misteriosos, y el final con «One Shot At Glory», tan sólo son algunas de las impresionantes canciones que Judas Priest, la banda por la que por esa época nadie daba nada, mostró en «Painkiller», sin lugar a dudas uno de los mejores discos de la historia del heavy metal.

En 1992, Rob Halford se fue de la banda a causa de las tensiones internas y una búsqueda de nuevos horizontes musicales que sentía imposible dentro de la banda, formando a los panterosos Fight junto al baterista Scott Travis, que siguió tocando en Judas Priest. El resto de la banda se llamó a silencio hasta que en 1996 Tim «Ripper» Owens, cantante de la banda tributo a Judas Priest ‘British Steel’, como nuevo cantante, algo que inspirara la película «Rock Star». Los dos discos editados con Owens, «Jugulator» (1997) y «Demolition» (2001) vieron a la banda alejarse tanto de su sonido clásico como el de «Painkiller», adoptando un sonido mucho más oscuro y pesado. En 2003, Rob Halford volvió a la banda, donde sigue hasta el día de hoy.

Más allá de las idas y venidas tanto de los músicos como de las modas y los estilos, «Painkiller» siempre estará allí, como un testamento imperecedero de una banda que nunca temió a los cambios y que siempre se valió de si misma para atravesar todo límite.