Buenas, seguidores del blog. Como recordarán, meses atrás mencioné que iba a tomar un descanso de actualizar para poder centrarme en mis estudios, lo que fue más una formalización de algo que ya se venía dando desde hacía tiempo, porque cada vez encontraba menos tiempo para poder escribir para este espacio (incluso cuando intenté hacer una serie más mensual), más que nada con las coberturas de recitales para El Cuartel del Metal que vengo escribiendo desde el año pasado y que llevan su tiempo y desgaste. Pero ahora que tengo unos días de vacaciones, pensé que no sería mala idea publicar algo en Red Ripper Blues. Esta no es una reactivación del blog, no voy a publicar regularmente a partir de ahora, sino que es más que nada para sacarme las ganas.
Desde que el baterista francés Christian Vander, motivado por la muerte del legendario saxofonista John Coltrane, formara Magma y desarrollara una mezcla explosiva de rock progresivo, jazz y música clásica moderna que terminara denominándose «zeuhl», más de una banda ha tomado la posta de un estilo que terminó demostrando posibilidades sorpresivas a partir de características tan específicas. En un principio fueron grupos formados por miembros y exmiembros de Magma, como Zao y Weidorje, pero luego aparecieron otras bandas francesas por fuera de ese círculo, como Shub-Niggurath y Dün, y después se expandió a otros países, estableciendo una escena bastante particular en Japón, con grupos como Pochakaite Malko, Ruins y, sobre todo, Koenjihyakkei.
Estos últimos, liderados por el baterista y cantante Tatsuya Yoshida, son de los más renombrados de la escena japonesa del zeuhl (que, por si no quedó claro, es la clase de estilo que no atrae multitudes pero sí fans dedicados), en parte con la prensa que recibió su cuarto álbum Angherr Shisspa, editado en 2005. Pero después de aquel trabajo, poco más se había escuchado de parte de los japoneses: algunas participaciones en compilados y festivales, un par de DVDs en vivo y no mucho más, llegando a incluso rumorearse que la banda se había separado en 2010, aunque algunas presentaciones en vivo posteriores terminaron desmintiéndolo, donde incluso tocaron algo de material nuevo. Pero seguía sin haber anuncio de nuevo álbum, y todo indicaba que la situación no iba a cambiar, pero en mayo de 2018, después de 13 años de espera, por fin anunciaron que iban a sacar nuevo álbum, este flamante disco titulado con el complicado nombre, como de costumbre, de Dhorimviskha.
El álbum arranca sin muchas sutilezas con «Vleztemtraiv» y los ritmos frenéticos e irregulares de Yoshida, el furioso saxofón de Keiko Komori y el coro de voces que acompaña como si de un instrumento en si mismo se tratase, una impresión ayudada por el pseudolenguaje puramente fonético que la banda utiliza en todas sus composiciones, que hace que las voces suenen cercanas al «scat» usado en el jazz pero sin el carácter de improvisación de estos, sino que cuidadosamente siguen y acompañan a los instrumentos. La referencia al primer King Crimson es más que obvia, pero no pasa mucho hasta que Koenjihyakkei comience a pasar por diferentes secciones dentro de la canción, variando entre porciones con teclados que recuerdan al Yes de los setentas, otras cercanas al free jazz y hasta una con guitarras de regusto funk, antes de volver al inicio y cerrar así un viaje de poco más de 10 minutos.
Es obvio que esta descripción nos muestra que el formato canción tradicional es una de las pocas cosas que los japoneses no usan en estas canciones, pero es bastante impresionante la manera en la que logran formar algún tipo de gancho o de riff más convencional en medio de lo que cualquiera consideraría la banda sonora del caos, como en la sección de puro hard rock “deepurplero” en “Levhorm”, con guitarras hardrockeras y teclados rifferos acompañados por voces femeninas de corte soul, expresadas por momentos de manera melismática, e incluso se pueden escuchar algunas voces más desgarradas y extremas entre las que conforman los coros. Esta mezcla de estilos también se puede ver en “Djebelaki Zomn” (con esas líneas de clarinete influenciadas por el klezmer mezcladas con guitarras pesadas) y “Palbeth Tissilaq”, con una primera mitad jazzera y con guitarras acústicas suaves que después se ven contrastadas con solos de guitarra y teclado furiosos que explotan de la nada.
Semejante mezcla de elementos puede terminar abrumando por momentos y es verdad en que hay ciertos momentos donde los cambios tan abruptos pueden llegar a chocar un poco (estamos hablando de la clase de música que requiere atención completa al momento de escucharse, a riesgo de terminar perderse), y las voces puedan llegar a cansar con la manera en la que suben, bajan y se extienden sin que digan nada en realidad. Pero repetidas escuchas aseguran que uno note la precisión con la que cada nota está puesta, cómo cada elemento tiene su lugar y ninguno de los miembros de Koenjihyakkei es un improvisado en lo suyo, sino que todo lo que tocan está fríamente calculado. Y tiene que ser así, porque no hablamos de un par de acordes simples sino de escalas cambiantes y tempos irregulares por todos lados, algo que puede sonar como el estereotipo más grande que uno pueda relacionar con el rock progresivo, pero hecho con el buen gusto que a muchos grupos del estilo les suele faltar. Una crítica que podría expresar es que me hubiera gustado mayor presencia del bajo en las canciones, más allá de que el solo que tiene en el tema que da título al álbum lo compensa un poco.
La hora que dura Dhorimviskha se pasa más rápido de lo que uno esperaría y da para apretar replay varias veces, para descubrir cada una de las capas y líneas que componen las canciones. Desde el costado técnico, el sonido es súper claro y la mezcla es balanceada, dándole un brillo a cada uno de los instrumentos que me gustaría ver más seguido. En definitiva, no tengo problema en decir que Dhorimviskha es el mejor disco de Koenjihyakkei hasta la fecha: es la culminación de todo lo que la banda fue mostrando en discos anteriores, pulido y presentado en su mejor forma tanto compositiva como técnicamente, con composiciones llenas de buenas ideas y usadas perfectamente. Desde ya, espero que aparezca en varias listas de lo mejor del año.