Paradise Lost – 1995 – Draconian Times

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Halifax es una ciudad en el condado de West Yorkshire, al norte de Inglaterra. Este lugar de alrededor de 85.000 habitantes es famoso por su producción de lana, la cual le permitió crecer enormemente a partir de la Revolución Industrial, y por su tradición tanto en el fútbol como en el rugby, deportes donde tiene algunos de los equipos más antiguos de Inglaterra.

Fue acá donde, a principios de 1988, unos adolescentes del lugar, fanáticos de Celtic Frost, decidieron formar una banda. Al momento de ponerse un nombre, optaron por homenajear al poeta inglés John Milton adoptando el nombre de su obra más conocida: el poema «Paradise Lost». Luego de editar algunos demos con un sonido cercano al death metal, el grupo pudo sacar su LP debut en 1990: el seminal «Lost Paradise», que los ubicó entre las bandas iniciadoras del death doom metal, una cruza de estilo que más de uno hubiera pensado imposible hasta no mucho antes. El sello a través del que editaron su debut, Peaceville Records, se convirtió en el hogar de otras bandas del estilo, como Anathema y My Dying Bride, con quienes Paradise Lost conformó el llamado «Trío de Peaceville» o «los 3 de Peaceville».

Paradise Lost sacaron otro disco más con Peaceville, «Gothic» de 1991, antes de irse a Music For Nations. En su nueva casa discográfica, los chicos de Halifax debutaron con «Shades Of God» en 1992, un disco que, aunque seguía la línea de los anteriores, acusaba algunos cambios en su sonido, abandonando un poco las voces guturales. Estos cambios se incrementaron en su sucesor, «Icon» de 1993, pero que no alcanzaron su punto más alto sino hasta el siguiente disco, el enorme «Draconian Times» de 1995.

Aunque el concepto de «metal gótico» no era una verdadera novedad, en «Draconian Times» los ingleses lograron darle una vuelta de tuerca a un estilo todavía en formación alejándose de las influencias extremas de los primeros grupos del estilo, adoptando elementos de grupos como Metallica de principios de los noventas y del rock gótico de los ochentas, con un enfoque inaudito en las canciones y en los estribillos. «Draconian» es un esfuerzo grupal, donde un elemento no podría funcionar sin los demás ni viceversa: el cantante Nick Holmes puso su voz profunda y su estilo «hetfieldiano», el guitarrista líder Gregor Mackintosh compuso algunos de los riffs más gancheros que haya visto el universo gótico, el guitarrista rítmico Aaron Aedy metió unas secciones acústicas impresionantes, y el bajista Stephen Edmondson y el baterista Lee Morris conformaron una base impenetrable sobre la que se apoyaron todos los elementos. Agreguen algunos teclados y el combo está completo.

Claro que nada de eso sirve si no tenés las canciones indicadas, y es así que a lo largo de 12 canciones los ingleses demostraron que era posible crear atmósferas oscuras con canciones gancheras y llenas de arreglos. Canciones como la inicial «Enchantment», «Hallowed Land», «Yearn For Change», «Shadowkings», «Shades Of God» y la extraña, casi punk, «Once Solemn», son sólo algunas muestras de un disco verdaderamente perfecto, sin nada que le falta ni nada que le sobre. Un verdadero testamento de una banda que quería comerse al mundo.

«Draconian Times» fue el disco más exitoso de Paradise Lost, al menos hasta ese momento, y el punto más alto del «sonido Paradise Lost». La banda lo supo y tomó nota de ello, porque durante sus sucesores inmediatos realizaron una «depechemodización» de su sonido, alejándose del sonido que ellos habían creado. Más tarde volvieron con todo, y deben ser de las pocas bandas actuales de las que es posible agarrar cualquier trabajo de, al menos, sus últimos 10 años y siempre encontrar un gran trabajo. Pero «Draconian Times» siempre quedará como un testamento de una banda que ayudó a crear un sonido y que influenció a cientos, sino miles, de grupos de mitad de los noventas en adelante. Todo un logro, se vea por donde se vea.

Cradle Of Filth – 2015 – Hammer Of The Witches


Haber sido una de las primeras bandas del género en tener reconocimiento ante un público mayoritario es uno de esos pecados que el gremio del black metal nunca jamás va a poder perdonarle al petiso de Dani Filth y a su troupe siempre cambiante de músicos.. Con el cambio de siglo, Cradle Of Filth parecieron meterse en una época oscura, con trabajos de resultados dispares y que no terminaban de convencer. Tres años después de “The Manticore and Other Horrors”, su último trabajo de estudio, CoF vuelven con un nuevo disco bajo el brazo, renovándole la esperanza a los que todavía le prestan atención a su carrera. Piensen en eso como cuando hay gente se emociona cuando anuncian un nuevo juego de Sonic.

Para este nuevo disco, CoF se sometieron a un recambio casi total de músicos, al punto de la formación del disco anterior sólo quede el baterista checo Martin “Marthus” Škaroupka, tal vez como una muestra más de que la estabilidad no es algo que vaya con esta banda, pero también puede verse como una oportunidad de refrescarse, de hacer borrón y cuenta nueva  En parte, eso puede haber funcionado, porque “Hammer Of The Witches”, doceavo disco de Cradle of Filth, no está nada mal. Con eso podría terminar esta reseña acá, pero, creo, terminaría sonando un poco escueto, así que creo que lo mejor es que desarrolle mi opinión: comparado con los últimos trabajos de CoF, “Hammer Of The Witches” no está nada mal. No redefine absolutamente nada en el sonido de los oriundos de Ipswich y tampoco es una “vuelta a sus mejores trabajos”, pero está “bien”. Los riffs suenan ajustados, la base suena super sólida, el sonido es espectacular (como se acostumbra) y la debutante canadiense Lindsay Schoolcraft cumple muy bien su doble papel de tecladista y cantante, aunque haya algunos momentos donde suene un tanto genérica (en el sentido de “sonar como cualquier otra cantante femenina de grupo más o menos pesado”) en este último aspecto. Las canciones cumplen con la tradición: extensas, con mucho cambio de atmósferas y alta presencia de teclados y orquestaciones. Por suerte, todo relativamente balanceado y en su lugar.

Ahora, entre todos estos detalles positivos, el que queda en desventaja es el propio Dani Filth. Los años no han favorecido al pobre Dani, y eso se nota en su voz: sus característicos chillidos de bruja perdieron el brillo de antaño, y sus rugidos más agudos suenan a veces forzados. Es una lástima, considerando que se había dado a conocer como un cantante con una técnica super característica.

¿Puede ser este trabajo una nueva oportunidad para CoF? Con esta banda nunca se sabe: podés decir que sí y que al día siguiente editen una cagada, o podés decir que ya no das un mango por ellos y que de repente editen el mejor disco de su carrera. No sé, esperemos a ver qué se les ocurre para el próximo disco y luego opinemos.

Paradise Lost – 2015 – The Plague Within

Cuando los ingleses Paradise Lost expresaron que su nuevo disco vería una vuelta a las raíces, más de uno se habrá desconcertado ante semejante declaración, porque la banda ya había visto una vuelta a las raíces con el cambio de siglo, cuando dejaron de tratar de copiar a Depeche Mode y volvieron a su sonido gótico clásico, sonido que han pulido y perfeccionado disco a disco en adelante.

Sin embargo, las recientes participaciones del cantante Nick Holmes y del guitarrista Greg Mackintosh en experiencias cercanas al death metal (reemplazando a Mikael Åkerfeldt en el supergrupo sueco Bloodbath y probándose como cantante extremo en el proyecto solista Vallenfyre, respectivamente), daban a entender que esta vuelta a las raíces se refería al sonido death/doom de sus inicios. Una movida extraña y arriesgada, como mínimo, pero los buenos dividendos que dejaron los discos de sus bandas paralelas (el disco de Bloodbath demostró que Holmes todavía puede rugir como en su juventud, mientras que ambos discos de Vallenfyre mostraban a Mackintosh con la máquina de riffs podridos bien aceitada) sólo hacían pensar en que la banda tenía las herramientas necesarias para llevar un disco así por buen camino.

¿Y cómo termina resultando «The Plague Within»? Como una muestra de una banda que logró lo que pocas pudieron: buscar su futuro en su pasado y lograr algo que se escucha fresco. «The Plague Within» es la amalgama perfecta entre el Paradise Lost más lúgubre y extremo y el más melódico y cancionero, simbolizado en la unión de los rugidos guturales de Nick Holmes con su registro más limpio y «hetfieldiano».

El estilo más directo de las canciones hace que éstas no tengan un gancho más inmediato y que sean más difíciles de digerir, pero luego de varias escuchas el disco se revela a la misma altura de «Tragic Idol» (2012), y confirma que Paradise Lost no sólo es una banda guiada por la pura curiosidad artística, sino que además es todo lo talentosa que se requiere para que esa búsqueda sea exitosa.

Varios Artistas – 2012 – Hotline Miami: Official Soundtrack

Este disco cae en varias categorías de trabajos y estilos a los que no les suelo prestar atención, por razones variadas:

– Es un soundtrack: el problema al reseñar bandas de sonido o «soundtracks» se da al momento de decidir si hay que analizar las composiciones en relación al uso que se le da en la narrativa o si se las puede analizar como algo individual y que se sostiene por si mismo;
– No sólo es un soundtrack, sino que es un compilado de varios artistas: los soundtracks de este tipo, en especial en películas modernas, suelen ser más «rejunte de éxitos recontra quemados, rellenos y sobras de grabaciones» que otra cosa. Además, no es extraño que veas la película, escuches el soundtrack y tengas muchos problemas recordando en qué momento sonó esa canción;
– No sólo es un soundtrack compuesto por canciones de varios artistas, sino que también es el soundtrack de un videojuego: aunque últimamente los soundtracks de videojuegos suelen tener más esfuerzo que los de las películas, se agrega el problema que si estás jugando el videojuego no tengas mucho tiempo para apreciar la música mientras cagás a tiros a alguien;
– No sólo es un sountrack compuesto por canciones de varios artistas que aparecen en un videojuego, sino que es casi totalmente música electrónica: aunque nunca llegué a un extremo Pappo de desagrado con la música electrónica, casi siempre siento que a tanto punchi punchi y ruiditos les falta el sentimiento humano, eso que nos permite conectarnos con los sonidos y los ritmos como algo que otra persona hizo. Que muchos de los artistas de música electrónica más populares del momento causen que se me vengan a la mente imágenes de boliches llenos de la gente más careta y desagradable del mundo tampoco ayuda.

Pero resulta que este disco, el soundtrack del súper éxito indie Hotline Miami, es una de excepción a cada una de las visiones que tengo de los conceptos antes mencionados: es un soundtrack que funciona dentro y fuera de la narrativa del trabajo narrativo, es un compilado de varios artistas que funciona como una perfecta unidad; es el soundtrack de un videojuego que verdad se nota dentro del mismo y cambia tu perspectiva del mismo, convenciéndote que el juego no sería lo mismo sin ellas; y si es un disco de música electrónica, es uno de los mejores discos de música electrónica que haya escuchado.

Hablemos un poco del juego para ponernos en contexto: Hotline Miami es un juego del 2012 que se convirtió en uno de los juegos independientes más exitosos de los últimos años, con una personalidad avasallante creada a partir de la conjunción de sus gráficos pixelados, sus colores increíblemente vivos, su estética ochentosa, su extrema violencia, su elevada dificultad y su narrativa, una de las más retorcidas y crípticas que se hayan visto. En semejante contexto, el soundtrack juega un papel fundamental, gracias a la mezcla de los típicos ritmos «punchi punchi» con elementos house, funk, psicodélicos y, en algunos casos, de tinte bastante oscuro. Estas canciones no están ahí simplemente como excusa para sacar un compilado y ganar algún mango.

¿Ejemplos? «Horse Steppin'», de Sun Araw, es un calido paseo psicodélico por la playa de más de 10 minutos; «Hydrogen» y «Paris», de M|O|O|N, son dueñas de algunas de las mejores líneas de bajo que vayas a escuchar en tu vida; «Hotline», de Jasper Byrne, suena a una cálida noche en Miami en la que estás de humor para cagar a tiros a alguien desde el auto; y, en la canción más orientada al rock, y la más directamente aterradora no sólo por la situación en la que aparece sino también por la canción en si, «Silver Lights» de Coconuts suena como si Sunn O))) quisieran agregarle un toque más melódico «shoegazero» a su música. Estas son sólo algunas elecciones, porque hablamos de un soundtrack de 22 canciones y más de 90 minutos, pero que de verdad vale la pena para derribar algunos prejuicios y, de paso, meterse en una experiencia en verdad única.

 

Judas Priest – 1990 – Painkiller

Cuando en 1990 Metallica editó su disco autotitulado, aquel de la tapa casi completamente negra, le mandó un mensaje bien claro a todo el universo del heavy metal: en esta nueva década, la regla sería «adaptarse o irse a la mierda’. Hubos varios que no entendieron el mensaje, y de los que lo entendieron no todos lograron llevarlo a la práctica de manera exitosa. Fue así que los 90’s fueron una época dura para cualquier género metalero que hubiera mínimamente relevante durante los 80’s, ya fuera heavy clásico, speed metal, metal progresivo, thrash metal y ni hablar del glam. El éxito de bandas como Faith No More, Alice In Chains y Nirvana preparó el terreno para que las rastas y las bermudas terminaran por reemplazar al pelo largo y al cuero en las pantallas de MTV.

Del otro lado del Atlántico, los veteranos Judas Priest ya venían en horas bajas desde hacía unos años: el intento de modernización glam de «Turbo» (1986) no había caído muy bien entre sus fans, y «Ram It Down» (1988) no había logrado recuperar su confianza. Para colmo de males los problemas de salud del baterista Dave Holland, los mismos que habían obligado a la banda a utilizar una batería programada en la mayor parte de «Ram It Down», lo llevaron a salir del grupo.

Fue a principios de 1990 que Judas Priest entraron a los estudios franceses Miraval para comenzar la grabación de su nuevo disco, el primero con su nuevo baterista Scott Travis, un joven estadounidense de 29 años que venía de tocar en Racer X. No sería el único cambio, porque la banda eligió al chipriota Chris Tsangarides como productor en vez de al inglés Tom Allom, quien había producido todos sus discos durante los 80’s.

Para marzo de ese mismo año el disco ya estaba compuesto y grabado, pero faltaba un obstáculo que la banda tenía que sortear: el juicio por los mensajes subliminales que supuestamente contenía su cover de Spooky Tooth «Better By You, Better Than Me», que según la fiscalía habían llevado a que dos jóvenes estadounidenses trataran de suicidarse con una escopeta en 1985, uno de los cuales murió y el otro sobrevivió con el rostro desfigurado y terminó suicidándose con una sobredosis de analgésicos.

El juicio duró hasta el 24 de agosto de 1990, cuando el juez desestimó el caso. Diez días después, el 3 de septiembre, la banda editó «Painkiller», el disco que, sin exageración alguna, hizo que el mundo se rindiera a sus pies.

En el inicio de ‘Painkiller’, la canción que da título al disco, Scott Travis se confirmaba no sólo como el reemplazante idea de Dave Holland, sino también como un instrumentista muy superior a su antecesor, dando una lección de batería en una canción que se terminaría convirtiendo en un clásico de la banda, y donde se prepara al oyente para lo que se vendrá en las siguientes 9 canciones: los riffs demoledores de los guitarristas K.K. Downing y Glenn Tipton, de una influencia thrash como nunca antes la banda había compuesto; la base de Ian Hill y Scott Travis, elevando el estándar para cualquiera que en el futuro quisiera tocar heavy metal; y al cantante Rob Halford llevando sus agudos a extremos nunca antes visto y nunca después repetidos.

Pero no sólo de su tema título vive el disco, sino que el resto es tan demoledor y pesado: «Hell Patrol» (según Rob Halford, inspirada en los pilotos estadounidenses en la Guerra del Golfo), «All Guns Blazing» y su estribillo explosivo, «Leather Rebel» y sus tremendos riffs, «A Touch Of Evil» y sus teclados misteriosos, y el final con «One Shot At Glory», tan sólo son algunas de las impresionantes canciones que Judas Priest, la banda por la que por esa época nadie daba nada, mostró en «Painkiller», sin lugar a dudas uno de los mejores discos de la historia del heavy metal.

En 1992, Rob Halford se fue de la banda a causa de las tensiones internas y una búsqueda de nuevos horizontes musicales que sentía imposible dentro de la banda, formando a los panterosos Fight junto al baterista Scott Travis, que siguió tocando en Judas Priest. El resto de la banda se llamó a silencio hasta que en 1996 Tim «Ripper» Owens, cantante de la banda tributo a Judas Priest ‘British Steel’, como nuevo cantante, algo que inspirara la película «Rock Star». Los dos discos editados con Owens, «Jugulator» (1997) y «Demolition» (2001) vieron a la banda alejarse tanto de su sonido clásico como el de «Painkiller», adoptando un sonido mucho más oscuro y pesado. En 2003, Rob Halford volvió a la banda, donde sigue hasta el día de hoy.

Más allá de las idas y venidas tanto de los músicos como de las modas y los estilos, «Painkiller» siempre estará allí, como un testamento imperecedero de una banda que nunca temió a los cambios y que siempre se valió de si misma para atravesar todo límite.