Judas Priest – 1990 – Painkiller

Cuando en 1990 Metallica editó su disco autotitulado, aquel de la tapa casi completamente negra, le mandó un mensaje bien claro a todo el universo del heavy metal: en esta nueva década, la regla sería «adaptarse o irse a la mierda’. Hubos varios que no entendieron el mensaje, y de los que lo entendieron no todos lograron llevarlo a la práctica de manera exitosa. Fue así que los 90’s fueron una época dura para cualquier género metalero que hubiera mínimamente relevante durante los 80’s, ya fuera heavy clásico, speed metal, metal progresivo, thrash metal y ni hablar del glam. El éxito de bandas como Faith No More, Alice In Chains y Nirvana preparó el terreno para que las rastas y las bermudas terminaran por reemplazar al pelo largo y al cuero en las pantallas de MTV.

Del otro lado del Atlántico, los veteranos Judas Priest ya venían en horas bajas desde hacía unos años: el intento de modernización glam de «Turbo» (1986) no había caído muy bien entre sus fans, y «Ram It Down» (1988) no había logrado recuperar su confianza. Para colmo de males los problemas de salud del baterista Dave Holland, los mismos que habían obligado a la banda a utilizar una batería programada en la mayor parte de «Ram It Down», lo llevaron a salir del grupo.

Fue a principios de 1990 que Judas Priest entraron a los estudios franceses Miraval para comenzar la grabación de su nuevo disco, el primero con su nuevo baterista Scott Travis, un joven estadounidense de 29 años que venía de tocar en Racer X. No sería el único cambio, porque la banda eligió al chipriota Chris Tsangarides como productor en vez de al inglés Tom Allom, quien había producido todos sus discos durante los 80’s.

Para marzo de ese mismo año el disco ya estaba compuesto y grabado, pero faltaba un obstáculo que la banda tenía que sortear: el juicio por los mensajes subliminales que supuestamente contenía su cover de Spooky Tooth «Better By You, Better Than Me», que según la fiscalía habían llevado a que dos jóvenes estadounidenses trataran de suicidarse con una escopeta en 1985, uno de los cuales murió y el otro sobrevivió con el rostro desfigurado y terminó suicidándose con una sobredosis de analgésicos.

El juicio duró hasta el 24 de agosto de 1990, cuando el juez desestimó el caso. Diez días después, el 3 de septiembre, la banda editó «Painkiller», el disco que, sin exageración alguna, hizo que el mundo se rindiera a sus pies.

En el inicio de ‘Painkiller’, la canción que da título al disco, Scott Travis se confirmaba no sólo como el reemplazante idea de Dave Holland, sino también como un instrumentista muy superior a su antecesor, dando una lección de batería en una canción que se terminaría convirtiendo en un clásico de la banda, y donde se prepara al oyente para lo que se vendrá en las siguientes 9 canciones: los riffs demoledores de los guitarristas K.K. Downing y Glenn Tipton, de una influencia thrash como nunca antes la banda había compuesto; la base de Ian Hill y Scott Travis, elevando el estándar para cualquiera que en el futuro quisiera tocar heavy metal; y al cantante Rob Halford llevando sus agudos a extremos nunca antes visto y nunca después repetidos.

Pero no sólo de su tema título vive el disco, sino que el resto es tan demoledor y pesado: «Hell Patrol» (según Rob Halford, inspirada en los pilotos estadounidenses en la Guerra del Golfo), «All Guns Blazing» y su estribillo explosivo, «Leather Rebel» y sus tremendos riffs, «A Touch Of Evil» y sus teclados misteriosos, y el final con «One Shot At Glory», tan sólo son algunas de las impresionantes canciones que Judas Priest, la banda por la que por esa época nadie daba nada, mostró en «Painkiller», sin lugar a dudas uno de los mejores discos de la historia del heavy metal.

En 1992, Rob Halford se fue de la banda a causa de las tensiones internas y una búsqueda de nuevos horizontes musicales que sentía imposible dentro de la banda, formando a los panterosos Fight junto al baterista Scott Travis, que siguió tocando en Judas Priest. El resto de la banda se llamó a silencio hasta que en 1996 Tim «Ripper» Owens, cantante de la banda tributo a Judas Priest ‘British Steel’, como nuevo cantante, algo que inspirara la película «Rock Star». Los dos discos editados con Owens, «Jugulator» (1997) y «Demolition» (2001) vieron a la banda alejarse tanto de su sonido clásico como el de «Painkiller», adoptando un sonido mucho más oscuro y pesado. En 2003, Rob Halford volvió a la banda, donde sigue hasta el día de hoy.

Más allá de las idas y venidas tanto de los músicos como de las modas y los estilos, «Painkiller» siempre estará allí, como un testamento imperecedero de una banda que nunca temió a los cambios y que siempre se valió de si misma para atravesar todo límite.

Comentarios de fin de año

Como cierre del año, me gustaría hacer un repaso, en forma de comentarios cortitos, de algunos discos que, por falta de tiempo o por cualquier otra razón, no entraron en las reseñas que hice a lo largo de 2014. Creo que el haber comenzado el blog a mitad de año me perjudicó para poder ver la totalidad de los lanzamientos del 2014, pero para este 2015 espero que se vengan más reseñas y más y mejores discos. Quisiera hacer una mención especial a los discos de Exodus, Overkill, Lantlôs, At The Gates, Mayhem, Panopticon, Prong, Inquisición, Septicflesh, Behemoth y muchas otras bandas más que sacaron muy buenos discos en este 2014.

GODFLESH – «A WORLD LIT ONLY BY FIRE»

13 años tuvieron que pasar para que tuviéramos un nuevo LP de los ingleses Godflesh. Durante ese tiempo, su líder absoluto Justin Broadrick se dedicó a proyectos de todo tipo siendo el más conocido Jesu, donde explora su lado más «suave», mientras el bajista G.C. Green literalmente desapareció de la faz de la Tierra. Luego de su reunión de 2010 y del EP «Decline & Fall», de junio de 2014, «A World Lit Only By Fire» es el primer LP de Godflesh desde «Hymns» de 2001. El nuevo disco muestra a Godflesh en una «vuelta a las raíces» de sus primeros discos, particularmente de su debut «Streetcleaner», con las baterías programadas y atmósferas asfixiantes que influenciaron a todas las bandas de metal industrial, y que a su vez los hizo una banda que no se parece a ninguna otra de su estilo.  AWLOBF es un regreso espectacular la Carne de Dios, tal vez un poco más aggiornados (la producción y el sonido son millones de veces mejores que en sus primeros discos, y Justin Broadrick usó una guitarra de ocho cuerdas), pero con la misma furia de siempre.

JUDAS PRIEST – «REDEEMER OF SOULS»

Otro de los regresos del año fue «Redeemer of Souls», el nuevo disco de las leyendas Judas Priest. Aunque, a diferencia de Godflesh, Judas Priest no se separaron ni nada por el estilo, el último disco de estudio, «Nostradamus», databa del 2008, y lo mostrado en ese disco distaba mucho del mejor Judas, tal vez ahogado en la pretenciosidad típica que puede llegar a tener un disco doble conceptual. «Redeemer of Souls», por suerte, es un tremendo salto de calidad con respecto a «Nostradamus», ya que muestra al Sacerdote volviendo a los riffs que tanto se le extrañaban, aunque en un ambiente un poco más calmado que se ajusta a la voz más madura de Rob Halford, que con 63 años sigue demostrando por qué es uno de los cantantes con mayor personalidad del heavy metal. Aunque no estamos hablando del nuevo «Killing Machine», «Screaming For Vengeance» o «Painkiller», es un muy buen disco de esta leyenda, con canciones como «March Of The Damned», «Dragonaut» y la pesadísima «Metalizer» como muestras de que, aunque sea el primer disco sin el histórico guitarrista K. K. Downing (reemplazado por el joven Richie Faulkner) Judas siempre va a ser Judas.

TRIPTYKON – «MELANA CHASMATA»

Después de que Celtic Frost editara el monumental «Monotheist» en 2006 (considerado por muchos como el mejor disco de la carrera de los suizos) y de que la banda se separara en 2008, Thomas Gabriel Fischer, más conocido como Tom G Warrior, formó Triptykon, que con la edición de «Eparistera Daimones» en 2010 se conformó como la banda que continuaría con el legado de Celtic, tanto en formación como en sonido. Cuatro años después llega «Melana Chasmata», que continúa con la línea planteada por su antecesor: esa mezcla de metal gótico, doom, death y black metal (que, ¡oh casualidad!, son todos géneros de los que Celtic Frost pueden jactarse de ser pioneros) condensada hasta alcanzar un nivel de pesadez y sofisticación inaudito. Con casi 70 minutos de duración y canciones considerablemente largas, no es un disco que entre de primera, sino que debe escucharse con detenimiento para descubrir todos los detalles que oculta y que lo hacen uno de los mejores discos del 2014.

VALLENFYRE – «SPLINTERS»

Gregor Mackintosh, conocido por ser el guitarrista de los ingleses Paradise Lost, comenzó Vallenfyre en 2010. El primer disco de la banda, editado en 2011 y titulado «A Fragile King», sirvió como una suerte de terapia del guitarrista para recuperarse de la muerte de su padre en 2009, a causa de un cáncer de pulmón. El sonido de Vallenfyre se puede relacionar con los primeros años de Paradise Lost, lejos del metal gótico por el que se hicieron conocidos y más cercano al death metal old school de sus primeros años, sobre todo en la voz de Mackintosh, que acá también se encarga de las voces. «Splinters», el segundo disco de la banda, no se aleja un centímetro de esa fórmula de tupá-tupá, blastbeats y rebajes doom. Canciones como «Scabs», «Instinct Slaughter», «Aghast» y «Dragged To Gehenna» muestran a Mackintosh cómodo en su doble papel de vocalista y guitarrista, y a  Vallenfyre como una banda a tener en cuenta si uno busca death metal sucio y tenebroso.

BLOODBATH – «GRAND MORBID FUNERAL»

Greg Mackintosh no fue el único miembro de Paradise Lost que exploró sus orígenes deathmetaleros este año, porque a esa lista se puede agregar a su compañero Nick Holmes, cantante de PL. En este caso, Holmes no necesitó fundar una nueva banda, sino que le bastó con sumarse a Bloodbath, el supergrupo del death metal sueco, reemplazando a Mikael Åkerfeldt, el líder de Opeth que fungía como cantante y que se fue del grupo en 2012 para poder enfocarse en su banda principal. Lo de Bloodbath, en este disco y en sus anteriores, es simple en los papeles: death metal clásico, pesado y rápido, pero sin pasarse de revoluciones. Muchos tenían sus dudas acerca del papel de Holmes, que no pudría la voz desde los primeros días de Paradise Lost, pero en «Grand Morbid Funeral» no muestra problema alguno en ese aspecto. Death metal old school tocado por una banda que parece un reloj, ¿qué más querés?

 PALLBEARER – «FOUNDATIONS OF BURDEN»

Con este y con «Sorrow and Extinction», su debut de 2012, Pallbearer tuvo una repercusión inaudita para una banda de doom metal. Claro, no hablamos de una banda de doom metal común, esas del revival de los últimos años en las que muchas se limitan a copiar lo hecho por Black Sabbath y Pentagram, sino que lo suyo va más por una mixtura de Cathedral, Candlemass y bandas por el estilo, mucho más melódicas y «épicas». Es más, «épico», junto con «melancólico» y «masivo», son términos que se puede aplicar para hablar sobre la música de Pallbearer: canciones muy largas, varias veces superando los 10 minutos, con largos desarrollos instrumentales, gran presencia del bajo, voces mayormente melódicas y letras muy oscuras. «Foundation of Burden» es un disco al que una escuchada no le basta, sino que se necesitan varias para poder apreciarlo, y para poder descubrir a una de las bandas más interesantes aparecidas en los últimos años en el universo metalero.