[Reseña] Golgata – «Tempel» (2020)

Golgata es un grupo que hace del misterio una de sus características. Los datos que se conocen son bastante limitados, más allá del hecho de que estamos hablando de un dúo, que sus miembros se presentan únicamente con los sobrenombres de “Spokesman 1” y “Spokesman 2”, que proviene de Suecia, que su nombre es la forma sueca de “Gólgota” y que uno de los miembros tiene un gato gris, a juzgar por los videos que la banda presenta en su perfil de Facebook. Queda en ustedes, los lectores, determinar cuál de estos datos es el más inútil al momento de hablar sobre la banda.

Centrándonos en el tema del día de hoy, “Tempel” es el segundo larga duración de Golgata, sucesor del debut “Skam” de 2019. Si a eso le sumamos los anteriores EP “Industrial Thoughts”, “Trälen” y el autotitulado “Golgata”, nos daremos cuenta de que el grupo ha sido extremadamente productivo en este lustro y monedas de existencia.

Editado por el sello ruso Satanath Records, este nuevo trabajo de los suecos los tiene practicando un black metal que va por el lado más melódico y sofisticado del género, algo que se puede ver desde el inicio con la intro de teclados en el tema que la título a la placa, los punteos de guitarra acústica que acompañan la base metálica en “Månspegel”, las voces limpias en una canción como “Du stod vid min grav”, o la combinación de ambos elementos en “Bojor”. Es un sonido majestuoso tanto en los elementos musicales como en el sonido limpio pero natural, aunque no por eso exento de violencia, como se puede ver en los densos blastbeats de “Råttfångarens dans” y “Låt klockorna klämta”.

Es un trabajo redondo en todos los aspectos, con sus coros trayendo a la mente imágenes de paisajes que se extienden hasta donde llega la mirada y cielos nocturnos llenos de estrellas, y guitarras y gritos que hacen pensar en los peligros ocultos en esos escenarios. Sin embargo, me llama la atención que las voces estén, por momentos, extremadamente bajas: a pesar de que “Tempel” no es el primer álbum que escucho donde dejar las voces en un segundo plano fuera usado como una decisión artística, por momentos el constante repiqueteo del doble bombo las tapa completamente y son difíciles de distinguir.

Otra crítica vendría por el lado de que la producción se siente un tanto apagada por momentos, obviamente careciendo de la maldad lo-fi del black metal más tradicional pero tampoco teniendo la grandiosidad de algo como Dissection. Es un punto medio difícil de manejar y a veces puede terminar sin convencer a quienes sean fans de alguno de los extremos, pero aquel que pueda pasar eso por alto se encontrará con un trabajo con mucho más para destacar.

[Reseña] Arallu – «Desert Battles» (2009) (Reedición 2021)

A pesar de que uno siempre esté dispuesto a escuchar a la última sensación metálica alemana, estadounidense, sueca, inglesa o lo que sea, creo que en los últimos años muchas de las propuestas más interesantes en materia de música pesada han venido de lugares menos tradicionales. Que el desarrollo de la tecnología haya permitido que uno pueda enterarse de lanzamientos en la otra punta del planeta y que estos grupos puedan lograr el mismo sonido que artistas del “primer mundo” es toda una bendición.

Una de estas bandas es el combo israelí Arallu, que comenzaron en 1997 en el asentamiento de Ma’ale Adumim. Esta banda liderada por el cantante y bajista Moti “Butchered” Daniel es un buen ejemplo de un grupo que, desde sus comienzos, ha ido refinando su propuesta y su sonido. No es que de repente sean Dimmu Borgir o Cradle of Filth: comparados con otras bandas israelíes insignia de la movida del “metal oriental” como Orphaned Land y Melechesh, Arallu son por lejos los más crudos y violentos, con sus influencias de death metal y su distorsión oscura bien al frente, alejados de las tendencias progresivas de los primeros y el énfasis melódico de los segundos.

Sin embargo, si comparamos su debut “The War on the Wailing Wall” (1999) con el muy interesante “En Olam” (2019), es muy obvio que en veinte años la producción ha mejorado, la técnica se ha ido asentando y los elementos de música oriental se han incrementado. La furia sigue estando, pero la presentación ha mejorado mucho con respecto sus inicios.

Y diría que los miembros de Arallu son completamente conscientes de ello, porque parece que quieren aplicar lo aprendido de manera retroactiva al remezclar y remasterizar sus álbumes anteriores. Es una movida riesgosa, obviamente: muchas veces se suele decir que las versiones remasterizadas son “la manera en la que se deberían haber editado en primer lugar”, cuando todas esas canciones se grabaron con la tecnología disponible en la época. Si se considera que tuvieron un tiempo y un lugar, se puede decir que aquellas primeras versiones son “las verdaderas”. Bandas como ZZ Top y Megadeth han sido expertas en arruinar sus canciones de manera retroactiva con cambios innecesarios que nadie pidió, pero el trabajo de Steven Wilson con los álbumes de Yes me ha demostrado que también hay un lugar para afinar lo que no salió del todo bien la primera vez.

En el caso de Arallu, ellos mismos han dicho que nunca estuvieron satisfechos con el resultado final de aquellos álbumes, y a primera escucha es fácil sentir que el sonido no es tanto “crudo”, sino más “descuidado”. En septiembre de 2020 reeditaron su debut “The War on the Wailing Wall”, y ahora Arallu anunciaron la reedición de su cuarto trabajo “Desert Battles – Descending to the Sands”.

Planeado para salir el 1ro de enero de 2021 y a cargo del sello independiente Ah Puch Records, este lanzamiento es una reedición de la versión remezclada del álbum que salió en 2018. Aquella versión tenía una nueva portada (que conservaba la primera parte del título), voces regrabadas y un sonido completamente renovado, y todos elementos que se conservan en este lanzamiento de 2021, pero este último ahora incluye la versión en vivo de la canción “Battleground”, que había sido incluida en “Desert Battles” como un adelanto del DVD “The Ultimate War” y que en la reedición de 2018 había sido reemplazada por las canciones del EP “Magen Jerusalem”.

Sí, puede llegar a ser un tanto confuso, pero ciertamente creo que es una buena oportunidad para poder escuchar el tracklist original pero con el sonido renovado. Y lo que ayuda justamente acá es el aspecto sonoro, porque hay una mejora bastante importante en el medio: la edición 2018 de “Desert Battles” suena más cohesiva y con instrumentos mejor balanceados, sobre todo en el tema de las guitarras. Las nuevas voces no son muy diferentes más allá de estar un poco más bajas, pero tampoco interfieren en el producto final.

“Desert Battles” ya de por si era un trabajo sólido de death y black metal de atmósfera oriental, lejos de ser extremadamente original pero con una gran atmósfera a su alrededor. Canciones como “The Demon’s Curse” y “Millchama” siguen siendo tan brutales como antes, y es interesante escucharlas de una manera diferente. Si al oyente le gustó el álbum original, estoy seguro que esta nueva edición será incluso más de su agrado, y en caso de que el original no le terminara de cerrar, entonces creo que esta es una nueva oportunidad para poder explorarlo, ya que este nuevo sonido permite apreciar mejor todos sus elementos.

Patria – 2017 – «Magna Adversia»

Antes que nada, quisiera disculparme (una vez más) por la falta de actividad en el blog. En primera se dio por un tema laboral, pero ahora puedo culpar/agradecer a mi colaboración más activa dentro de El Cuartel del Metal, primero aportando entrevistas y ahora con crónicas de recitales, así que al menos puedo decir que sigo desarrollando esta actividad que tanto me gusta.

Aclarado ese punto, pasemos a “Magna Adversia”, nuestro álbum del día de hoy.

Éste fue mi primer acercamiento a Patria, aunque este ya es el sexto LP del dúo conformado por el cantante Triumphsword y el guitarrista y bajista Mantus. Este último es nada menos que Marcelo Vasco, quien es conocido en el mundo metalero como el hombre encargado de las portadas de discos de bandas como Testament, Vintersorg, Slayer, Soulfly, Machine Head, Månegarm y una enorme cantidad más.

Siendo una banda brasileña, uno suele tener cierta idea de lo que se va a encontrar. Cuando uno habla sobre metal extremo brasileño, lo primero que se le viene a la mente es la variante más cruda y directa del estilo. No por nada hablamos de la tierra que parió grupos como Sarcófago, Mystifier, Goatpenis y Vulcano, entre otros grupos que desafían los límites a los que puede llegar este sonido. Y es por eso que lo de Patria logró sorprenderme tanto, en la manera en la que logran salirse de ese molde, porque incluso su imagen maquillada de corpsepaint y sus tópicos líricos, con la oscuridad y la muerte como fuentes principales, están dentro de que se suele esperar de una banda del estilo, en su música Patria es una banda que no teme ir a contramano de los estándares blackmetaleros.

El de estos oriundos de Rio Grande do Sul es un sonido sumamente melódico, aunque muy lejos de ser meloso. A mitad de camino entre los suecos Sacramentum , el Immortal de “At The Dawn Of Winter” y hasta algo de Satyricon, este dúo entrega una obra donde las atmósferas y los riffs memorables tienen el protagonismo. Es así que tenemos una introducción casi cinematográfica , riffs furiosos y guitarras acústicas en “Now I Bleed”, otra intro acústica en la fantástica “Communion”, o un cierre como “Magna Adversia”, el tema título que da fin al álbum con una mezcla de teclados, acústicas, arreglos orquestales y una atmósfera nocturna complementada con aullidos de lobos en la distancia.

No es que no haya cosas para el fanático de la violencia primigenia, porque también hay buenos momentos de blastbeats rompe cuellos (a cargo de Asgeir Mickelson, exmiembro de los noruegos Borknagar) y riffs fríos como un invierno nórdico en composiciones como “Infidels” y “The Oath”, además de que Triumphsword aporta sus buenos gritos desgarrados y violentos. Es sólo que acá están lejos de ser lo primordial, en una obra donde la creación de atmósferas y hasta cierta épica están por encima de todo.

Coproducido entre la banda y Øystein Brun (la mente detrás de Borknagar, lo que demuestra una relación bastante importante entre este grupo y Patria), “Magna Adversia” deja de lado la crudeza sonora típica y muestra un sonido limpio y un nivel equilibrado entre los instrumentos, lo que aporta una riqueza y claridad que no se suele ver. La única objeción que podría hacerle tendría que ver con la poca presencia del bajo, pero es sólo un detalle en un trabajo destacable donde las guitarras se oyen filosas y la batería golpea con todo el poder.

“Magna Adversia” es una obra que se siente enorme, donde las canciones no sólo son secuencias de sonidos sino que buscan crear verdaderos paisajes donde el invierno reina y la maldad acecha. La combinación de estilos puede repeler un poco a los más puristas, pero de seguro agradará a todo aquel que busque nuevas propuestas dentro del metal negro.

Mooncitadel – 2016 – «As Nightwing Embraced and the Shadows Caressed» [Demo]

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Mooncitadel parecen querer dar una primera impresión muy obvia con su trabajo editado en 2016, el largamente titulado «As Nightwing Embraced and the Shadows Caressed».

Blanco y negro, maquillaje a tono, noche y espada medieval, el proyecto de los músicos finlandeses Stormheit (voces, guitarra, bajo y teclados) y Forthcaller of Black Gnosis and the Ancient Hyperborean Spirit (batería) claramente transita por la senda del black metal, como se puede ver en la tapa de su primer demo. En realidad lo de «primer demo» es un decir, ya que el grupo existió entre 2007 y 2014 bajo el nombre de Empire of Tharaphita y editó dos demos y un split durante ese periodo.

Volviendo a las primeras impresiones que da la tapa, si a esas le sumamos las numerosas conexiones con la escena del black metal nazi (aunque no se expresen en las canciones de este proyecto), como la participación de Stormheit en el grupo finlandés Goatmoon y que el disco haya sido editado por un sello referente de la movida como lo es Darker Than Black, uno se esperaría que lo que encerraran las cuatro canciones de este demo fuera una avalancha de black metal crudo y despiadado, aquel que deja de lado cualquier sutileza y que parece tributar tanto al infierno más abrasador como al invierno más frío en cada nota.

Luego de escuchar los 19 minutos y monedas de este demo, uno se da cuenta de que esas primeras impresiones tienen algo de verdad, pero que detrás de la superficie hay algo que te toma de imprevisto. Lo de Mooncitadel va por el costado más melódico del black metal, con ritmos cambiantes y guitarras que, en su mayor parte, se alejan de los riffs simples de dos notas tan típicos del género. Hasta se pueden sentir ciertas pinceladas folclóricas en algunos pasajes, como en «When Thousand Winters Bury My Heart». Esto se complementa con algunos teclados que sirven de colchón y como una manera de generar atmósferas épicas, de paisajes infinitos cubiertos de nieve. La referencia más obvia podría ser Dissection, aunque con el costado blackmetalero más potenciado.

Sin embargo, hay un aspecto que tira abajo la efectividad que deberían tener las canciones. La forma de ser del black metal dicta que los discos deben sonar como grabados en un sótano, pero no creo que el sonido de baja fidelidad se complemente bien con la propuesta de Mooncitadel, o al menos no de la manera en que se utiliza en este caso. Los instrumentos suenan desbalanceados, con la batería y las voces turnándose para estar demasiado al frente, y con el resto de los instrumentos muy atrás y sonando un poco más altos del lado izquierdo del espectro sonoro. Esta es una banda que debería sonar clara y enorme para demostrar sus atmósferas y sus melodías épicas, pero termina sonando simplemente mal grabada. Un claro caso donde el sonido «ultra crudo» no agrega absolutamente nada a la propuesta.

Por suerte, hablamos del «primer» demo de la banda, y como tal no se supone que sea perfecto. Con apenas cuatro canciones, Mooncitadel demuestran un par de ideas más que originales, y que de desarrollarse mejor darían lugar a una propuesta más que interesante para todo aquel fanático tanto del black metal como de las buenas melodías. Eso es, siempre y cuando los límites del «verdadero black metal» no los limiten a cometer los mismos errores que el resto.

Defuntos – 2016 – A Eterna Dança da Morte

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Antes que nada, quería desearles a todos un muy feliz año súper atrasado. Sé que no publico tanto como antes, pero sepan que es por cuestiones personales y ese tipo de cosas que me dejan con poco tiempo para la escritura de reseñas, algo que espero solucionar en el corto plazo.

Dicho eso, pasemos al disco de hoy, uno que salió hace ya unos cuantos meses y del que tenía ganas de hablar desde poco después de su salida, pero que por mi falta de organización quedó más y más atrás en el tiempo. Pero justo ahora a principios de enero, cuando todavía no hay bandas importantes editando discos, es un buen momento para repasar lo que dejé en el tintero.

Hace tiempo que sé de la existencia de Defuntos. Me los crucé hace años durante una de mis tantas incursiones a través de Metal-Archives y yo, joven metalero impresionable, me quedé casi diría fascinado por este grupo, por una variedad de razones: la primera es que fuera un dúo de bajo y batería sin guitarra; la segunda, sus letras completamente en portugués; la tercera fue la estética del grupo, alejada de la temática de suicidio más propia del black depresivo y más cercana a la obsesión con los funerales y las fotos sepias de ritos funerarios de principio del siglo XX; y cuarta, que casi no hubiera información acerca de la banda o de sus miembros, el bajista Conde J. y el cantante y baterista Conde F.

Creo que todo eso alrededor del grupo era un poco más interesante que su música en sí, o al menos lo que lograba entender: la calidad abismal de sus canciones, como si la banda tocara en un mausoleo y se grabara con un micrófono de aire, puede sonar interesante en papel, pero no es algo que te logre atrapar en una buena cantidad de oídas. Pero incluso así, siempre tuve a Defuntos como un grupo destacable, aunque fuera por simple curiosidad alrededor del grupo, con trabajos interesantes como «A Negra Vastidão das Nossas Almas» y «Invocação aos Mortos».

Hacía tiempo que no tenía noticias de la banda, con su último disco habiendo sido editado en 2012, y no hubiera sido descabellado pensar que se habían separado y que nadie se hubiera dado cuenta en el vacío de información que tiene el grupo a su alrededor, así que fue bastante impresionante cuando me encontré con este nuevo álbum. Al ver que todo en «A Eterna Dança da Morte», como su tapa y su título, era de esperar de parte de Defuntos, lo agregué a mi lista de pendientes, y eventualmente tuve tiempo para prestarle atención.

Salté el primer track, que es una intro, y el segundo, al ver que arrancaba con unos segundos de silencio. Cuando arrancó «A Reza da Tristeza», no lo pude creer, porque «A Eterna Dança da Morte» debe ser el trabajo con mejor sonido de la carrera de Defuntos: aunque no es súper limpio, todo suena cristalino comparado con sus otros álbumes. La batería no suena como un rejunte de cajas y tachos, sino que ahora suena orgánica, con un toque de reverb que va perfecto con sus ritmos lentos; y el bajo logra suplir la falta de guitarra llenando cada espacio con un sonido espectacular, con una suciedad que me recuerda a algunas bandas de sludge metal.

La música no tiene un gran cambio con respecto a discos anteriores: los ritmos lentos y lúgubres, las voces salidas de la cripta, la estética funeraria, todo está en el lugar correcto para satisfacer las necesidades mórbidas de los adeptos a esta banda. Se pueden notar algunas diferencias en que ahora las canciones sean más cortas, de 6 a 7 minutos, en comparación con las de discos anteriores, que solían pasar los 10 minutos. Además, hay un hilo conductor un poco más definido, algo que de nuevo se puede agradecer a la claridad del sonido.

Aunque ya no tenga esa oscuridad opaca, desoladora y críptica, ni el encanto ultra lo-fi que podía sentirse en sus trabajos anteriores, el nuevo opus de los lusitanos logra convertirse en el trabajo más interesante de su discografía, con una consistencia destacable. No es un trabajo donde se destaquen canciones ni tampoco es el «Black Album» de Defuntos, sino que es uno para disfrutar, o sufrir, de principio a fin.