Church of Misery – 2016 – And Then There Were None…

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Church of Misery es una banda que siempre tendrá un lugar reservado en este espacio, no por nada una de sus canciones, proveniente del álbum “The Second Coming” de 2004, le dio nombre al blog. Su combinación de doom metal setentoso y elementos más ruidosos y extremos les permitió formarse un sonido propio en una escena sobrecargada de propuestas poco inspiradas.

Como dijimos cuando repasamos ese mismo álbum, los cambios de formación han sido una constante en la carrera del grupo, con miembros yendo y viniendo a lo largo de los años, y con algunos, como los vocalistas Yoshiaki Negishi y Hideki Fukasawa, reingresando a la banda. Esta es una de las razones más importantes para los espacios de tiempo tan largos entre cada álbum. En 2014, Fukasawa, el guitarrista Ikuma Kawabe y el baterista Junji Narita (que hacía catorce años que ocupaba el puesto) abandonaron Church of Misery, dejando al bajista Tatsu Mikami, único miembro constante en la historia del grupo, totalmente solo.

Sin inmutarse, Mikami decidió darle una vuelta de tuerca a la formación que grabaría el nuevo álbum de su banda, y es así que “And Then There Were None…” (título que referencia tanto a la novela de Agatha Christie, conocida en el mundo hispanohablante como “Diez Negritos”, como a la canción que se convierte en un punto central en ella) es el primer álbum de Church of Misery con una formación totalmente estadounidense acompañando a Mikami, y una con un muy buen currículum detrás: en las voces tenemos a Scott Carlson, cantante y bajista de los pioneros del grindcore Repulsion y quien estuviera con los ingleses Cathedral, y un ejemplo más de la preferencia de Mikami por los vocalistas extremos; en la guitarra está Dave Szulkin, miembro de los amantes del horror Blood Farmers; y en la batería se sienta Eric Little, de la banda de doom metal Earthride.

Yendo al disco en sí, a primera oída no se sienten grandes diferencias con respecto a trabajos anteriores, más allá de que ahora las letras sobre asesinos, una firma del grupo, sean mayormente inteligibles y un audio inusualmente limpio para los estándares de la banda. Más allá de esas dos características, las canciones se pueden escuchar como una perfecta continuación de lo que la banda viene haciendo desde su misma creación, algo que más de uno interpretará como “falta de ideas” pero que personalmente no me parece algo negativo cuando el talento compositivo está presente. Este es el caso de “And Then There Were None…”, donde los siete tracks (seis canciones y el interludio “Suicide Journey”) se sostienen más que bien usando los elementos tradicionales que hacen al género: riffs lentos y bluseros, un bajo pesado y distorsionado, y una batería que sepa llevar el ritmo. Lamentablemente, la batería de Eric Little es el mayor cuestionamiento que se le puede hacer al álbum: aunque suena competente (y hasta con grandes momentos, como en la introducción de “River Demon”), por momentos le falta la fuerza necesaria para este tipo de música, ya sea por un tema de producción o por la misma performance de Little. Sin embargo, el resto de la banda hace su trabajo más que bien, con las voces de Scott Carlson pudriéndola con todo, la guitarra de Szulkin canalizando a su Tony Iommi interno en los riffs y en los solos, y con el bajo de Mikami compensando la falta de fuerza de la batería con una gran base. Hasta se dan el lujo de algún que otro homenaje, como la introducción de bombo del tema título que recuerda a “Iron Man” de Black Sabbath, aunque por suerte mantengan este aspecto en su mínimo y tolerable.

Más allá de las críticas que se le pueden hacer, “And Then There Were None…” es un buen trabajo. Está lejos de ser el trabajo más inspirado de esta banda ¿japonesa?, pero cumple más que bien con sus historias de asesinatos y sus buenas canciones, convirtiéndose en una buena continuación de su discografía. No hay muchas chances de que esta formación termine siendo la definitiva de Church of Misery, debido al trabajo simultáneo de sus miembros en otras bandas y el historial inestable del grupo, pero por lo menos dejó un álbum donde los elementos dieron una química destacable.

Church Of Misery – 2004 – The Second Coming

Church Of Misery es ya la segunda banda japonesa que cubrimos en este blog luego de Sigh, y esto nos muestra que Japón es un país que da para todo. Porque a pesar de que CoM y Sigh sean bandas de estilos casi opuestos, ambas son de esas cosas raras que sólo pueden salir de Japón, país donde las excentricidades y las bizarreadas son cosa de todos los días, pero que también tiene una historia y un lado oscuro que ayuda a entender el tipo de cosas que salen de su seno (por cierto, en el caso de CoM no creo que haya muchas bandas que tengan una hamburguesa inspirada en ellos).

Formados en 1995, la banda desde un principio se desarrolló alrededor de Tatsu Mikami. Bajista, compositor principal y letrista, Mikami es, además, el único miembro original de un grupo donde los cambios de miembros han sido una constante a lo largo de su historia: con cuatro cantantes, cinco guitarristas y dos bateristas, CoM nunca pudo mantener una formación estable, lo que, seguro, es la razón principal del tiempo prolongado que se toman entre disco y disco, e incluso tenemos el caso de un disco («Vol 1») que, se suponía, iba a ser su disco debut pero que fue cajoneado por un cambio de preferencias líricas y editado más de una década después, ya con dos discos encima.

«The Second Coming» es el segundo disco de la banda. Editado en 2004, era el sucesor de su debut «Master Of Brutality» de 2001. Entre ese disco y este, la banda cambió de cantante y guitarrista, y esto se notó mucho en cierto cambio de sonido cuando se lo compara con su antecesor. Ojo, eso no significa que CoM hayan cambiado rotundamente de estilo, pero lo que si se nota es un estilo más gutural, agresivo y casi podríamos decir malvado en las voces, sin dejar de lado las melodías y el gancho tan característicos.

¿Qué tenemos en «The Second Coming»? Hablamos de una banda que profesa un culto a Black Sabbath y a todo el rock pesado de los 70s y que no va a cambiar eso ni en 20 discos, así que no es muy difícil imaginárselo: rock pesado, lentitud, sonido valvular, corrosión, riffs grooveros, un bajo pesado y bien distorsionado, baterías que no paran nunca y un cantante que compensa la típica pronunciación del inglés propia de los japoneses con un canto súper agresivo pero, al mismo tiempo, extrañamente melódico.

Una de las características más importantes de la banda se encuentra en sus letras, o mejor dicho el tema que las une: Tatsu Mikami está enamorado de los asesinos seriales, y dedica cada canción del grupo a contar la historia de alguno de estos dementes, e incluso incluye grabaciones de declaraciones extraídas de juicios.

Son 6 canciones originales y un cover de «One Way… or Another» de Cactus (incluir un cover de una banda de rock setentoso es una tradición en los discos del grupo) que se extienden a lo largo de 40 minutos, y que nunca tropiezan ni se pinchan. Es, básicamente, un disco perfecto en todos los sentidos, con una producción súper sucia que calza perfecto con la atmósfera que la banda busca lograr. «I, Motherfucker (Ted Bundy)», con su estribillo furioso y sus riffs super sabbathicos (¿qué riff de CoM no lo es?); «Soul Discharge (Mark Essex)», con su comienzo explosivo y su tremendo solo; «Red Ripper Blues (Andrei Chikatilo)», que alterna entre atmósferas calmadas y la distorsión de siempre (y sí, esta canción es la que dio nombre a este blog); «Filth Bitch Boogie (Aileen Wuornos)», uno de los temas con más gancho del disco, y así podríamos hablar sobre cada canción, porque ninguna se queda atrás y, en mundo perfecto que no existe, serían ya clásicos del rock como las canciones de las leyendas en las que CoM se inspiran.

Antes de la explosión de lo que a alguien se le ocurrió llamar «retro rock», Church Of Misery le mostraba al mundo su relectura/homenaje al rock de los 70s, con esa visión oscura y malvada como si de unos hippies salidos de la Familia Manson estuviéramos hablando.

Nota: La versión de este video incluye un bonus track titulado «For Mad Men Only», que es un cover de la banda inglesa May Blitz.