[Reseña] Enforcer – 2019 – «Zenith»

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De entre todas las bandas que en la última década y media vienen dándole manija al “revival retro”, Enforcer siempre me parecieron de los que mejor entendieron que la idea de buscar inspiración de manera tan obvia en el pasado también implica tener las canciones correctas para que no quedar como un copión sin talento, y ciertamente estos suecos no tienen nada que envidiarle a los héroes musicales en los que se inspiran. Estos comandados por el cantante y guitarrista Olaf Wikstrand ya tienen cuatro discos de calidad superlativa en sus espaldas, incluyendo el último “From Beyond” que, incluso teniendo una influencia demasiado obvia de “The Final Countdown” de Europe en su tema título, redondeaba para arriba con un conjunto de canciones espectaculares de puro speed metal ochentoso, peleando para ser uno de los mejores discos en materia metalera del 2015.

“Zenith”, ya quinto álbum de los suecos, estuvo precedido por cuatro años de espera antes de su salida, la más larga en la carrera de la banda, e incluyó una edición aparte del disco completamente en español como para capitalizar en sus fans latinoamericanos, lo cual me parece un gesto bastante destacable. Sin embargo, no sé si habrán sido esas expectativas las que me llevaron a concluir que estamos enfrente del peor álbum de Enforcer hasta la fecha.

¿Qué pasó con “Zenith”? Podemos mencionar una diferencia importante con respecto a álbumes anteriores, y es que el foco de su nostalgia parece haber cambiado, cortando la parte de “speed” en su “speed metal” y enfocándose más en medios tiempos (de vez en cuando más acelerados) y en un sonido más cercano al heavy clásico como en “Zenith of the Black Sun” o “The end of a Universe”, e incluso al hard rock ochentoso, como en la inicial “Die For The Devil”. Hay un par de experimentos, como la balada “Regrets”, de melodías prominentes de piano, e incluso una canción como “Sail On”, que parece querer mezclar hard rock setentoso con heavy ochentoso. Y de vez en cuando vuelven a la velocidad acostumbrada, específicamente en “Searching For You” y en “Thunder and Hell”.

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¿Quiero decir que “Zenith” es decepcionante por el cambio de esto? No necesariamente, aunque mentiría si dijera que no hay cierta decepción en no poder estar escuchando otra colección de puro speed metal. Apoyo que los artistas experimenten y que busquen por fuera de su zona de confort, incluso si la fórmula todavía funciona porque para algunos es mejor cerrar una etapa en un punto alto que esperar a que las grietas comiencen a manifestarse. Así que el problema de “Zenith” no viene por el lado del cambio de estilo, sino por la ausencia de un elemento que siempre fue importante en la fórmula de Enforcer: el gancho.

Casi todas las canciones de este nuevo álbum les falta esa chispa, eso que hacía que los álbumes de los suecos captaran la atención del oyente, más que nada porque acá hay mucho riff poco inspirado y muchos elementos mal usados. Por ejemplo, “Searching For You” es uno de los temas rápidos del álbum, pero en cualquier otro trabajo de la banda sería considerado relleno, y acá la cosa no cambia: suena hecha así nomás, durando poco menos de tres minutos y no haciendo nada que no hayamos escuchado hecho mejor en cualquier otra canción. “Regrets” es una balada melosa que se alarga mucho más de lo que debería, “One Thousand Years of Darkness” abusa de los sonidos orquestales, y “Forever We Worship The Dark” termina irritando con sus coros, incluso si estos no difieren mucho del estilo del grupo. Por suerte, para el final quedan los dos mejores momentos: “Thunder and Hell” es un ejercicio de velocidad metálica que no hubiera sonado fuera de lugar en cualquiera de los álbumes anteriores de Enforcer, y la extensa “Ode To Death” cierra el álbum haciendo más que bien lo que otras canciones no terminan de lograr, fusionando dramatismo con diversos climas y momentos acústicos.

“Zenith” termina sonando confuso, con muchos elementos nuevos que no terminan de cuajar entre ellos y muchas ideas que no suenan bien desarrolladas. ¿Habrá sido la emoción de estar intentando algo nuevo que se terminó saliendo de control? Es difícil decir, pero los resultados finales hablan por si solos: este quinto álbum de los suecos es un bache en su carrera. Por suerte podemos ver que de vez en cuando la magia apareció en la composición, lo que da esperanza para que a futuro el cuarteto pueda terminar de plasmar lo que no se pudo en este álbum, o volver a sus antiguas armas, donde parecen sentirse más cómodos.

[Retrospectiva] Vasco da Gama – 1983 – «Vasco da Gama»

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En 1982, el guitarrista portugués Carlos Jorge Miguel volvió a su país después de haber estado un tiempo en Francia, donde había formado parte de varios proyectos musicales. Con la idea de seguir sus actividades musicales en tierras lusas, publicó un aviso en una revista de música local, que fue respondido por el bajista Tó Andrade. Andrade había formado parte de la Go Graal Blues Band (grupo portugués de blues que, al parecer, era conocido por componer sus canciones en inglés, toda una rareza para la época) y rápidamente encontró un sonido en común con Miguel, dando inicio al grupo. Al bautizarlo, eligieron el nombre «Vasco da Gama», en referencia al explorador portugués que descubrió la ruta para llegar a la India desde Europa, la misma que buscara Cristóbal Colón en sus viajes. Más tarde se les sumaron el cantante Luis Sanches y el baterista Orlando Levezinho.

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Por esa época, la escena portuguesa del heavy metal recién se estaba formando, y aunque Vasco da Gama estaban lejos de ser la primera banda del género en su país, ciertamente no eran mucho más jóvenes que otros pioneros de la escena como NZZN, Xeque Mate, Mac Zac (que luego pasaran a ser Tarántula) y Atomic Mushrooms. Era un ambiente de poca experiencia, completamente subterráneo y donde tanto las bandas como los fanáticos tenían pocas posibilidades de ir a conciertos fuera de sus ciudades natales. Lo mismo se podía sobre toda la escena musical del rock, siendo que entre 1926 y 1974 el país había vivido el periodo de la Dictadura Nacional, que había impedido un gran desarrollo de este tipo de música popular. Sin embargo, que fuera una escena dentro de todo chica daba lugar para cierta experimentación.

El primer recital de Vasco da Gama se dio el 14 de enero de 1983 en el Rock Rendez Vous, un desaparecido local de la ciudad de Lisboa que es considerado una leyenda dentro de la escena del rock portugués por la cantidad de grupos famosos que comenzaron tocando ahí, equivalente al CBGB estadounidense o el Cemento argentino. El recital fue presenciado por un representante de Discossete, una casa discográfica portuguesa fundada en 1981, quien fue invitado por la banda y que les ofreció un contrato al poco tiempo, así que para junio de 1983 Vasco da Gama, ahora con el baterista Virgilio «Gil» Marujo reemplazando a Levezinho (algo que estaba planeado desde el principio), ya estaba grabando su disco debut autotitulado, con Miguel y Andrade encargándose de la producción.

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Considerando la época y la ubicación geográfica, uno esperaría encontrarse una fuerte influencia de la Nueva Ola del Heavy Metal Británica apenas apreta play, y eso es claramente lo que uno se va a encontrar, aunque no sea obvio a primera escucha cuando arranca «Avé Rei do Mal», una canción con un fuerte apoyo en las melodías vocales y de guitarra. Suena sorprendemente trabajada y el estribillo se te queda en la mente a las pocas escuchas. ¿Acaso esperaba otra cosa? En parte sí, podría decir que esperaba un sonido más cercano al de «Confusão ou Ilusão», el segundo tema: es una onda más aguerrida, de cierto regusto punk. Hasta las letras van por ese lado: Metal-Archives dirá que las letras tratan sobre historia y mitología portuguesa, pero aunque mi portugués es inexistente la frase «forças policiais» en la canción ya debería ser un indicativo del camino que llevan las letras.

«Varinaice» (adaptación fonética de la frase «Very Nice») suena muy cercana al Iron Maiden con Paul Di’Anno en las voces, mientras que «Lendas e Mitos» tiene hasta cierta onda Black Sabbath, con su ritmo a medio tiempo y sus riffs ultra marcados, al punto que el riff al principio me recuerda a algún riff de la banda inglesa, aunque no pueda recordar con exactitud cuál.

Después de un Lado A fuerte, el Lado B pierde un par de puntos con respecto al anterior, aunque sea dentro de todo sólido. «Feijão Verde» es un hard rock agradable aunque no muy memorable, mientras que «Rock’n Rosseau» es un rock’n’roll con cero heavy metal, con mucho énfasis en el piano y los acompañamientos de palmas, que la hacen por lejos la canción más extraña del álbum, con un ritmo casi rockabilly. No me disgusta, pero queda completamente fuera de lugar en medio del disco, y casi parece un relleno.

Por suerte el disco recupera el nivel en sus dos últimas canciones: «Vasco da Gama» (la canción) vendría a ser el himno de la banda, con su apoyo en los coros de varias voces que recuerda a un Accept menos pesado y más melódico. Al final cierra «Morte», que haciendo honor a su nombre arranca con la «Marcha Fúnebre» de Frédéric Chopin, y que es la más larga y lenta del disco, con un riff oscuro pero manteniendo el sentido de énfasis en las melodías de las otras canciones.

El álbum suena dentro de todo bien, con cada instrumento sonando claro y en su lugar. No creo que tuvieran un gran presupuesto para el álbum, pero parece que hicieron lo mejor con lo que tenían. Obviamente tiene detalles extremadamente ochentosos, pero eso es algo que ya es de esperar con esta clase de álbumes (casi diría que muchos buscan precisamente esa ochentosidad al momento de acercarse a estos discos).

«Vasco da Gama» es un disco que demuestra algunas falencias, con su Lado B claramente inferior y un par de temas que suenan un tanto de relleno, además de que ninguno de los músicos (con excepción de unos buenos solos por parte de Miguel) haga algo que de verdad vaya a volarle la cabeza a alguno. Pero tiene también muchas virtudes, y el Lado A y el par de temas rescatables del Lado B son suficientes para dar un resultado positivo al álbum.

Claramente Vasco Da Gama era una banda que tenía un gran potencial, con buen gusto al momento de buscar la melodía (algo que es más difícil de encontrar de lo que parece). Y parece que todo le sonreía al grupo, logrando ser teloneros de Diamond Head cuando tocaron en Portugal en 1984, y en 1988 participaron de un compilado de su sello junto a las bandas Ibéria y Samurai, aportando tres canciones ya publicadas en su disco. Pero no habría segunda oportunidad para el grupo: «Vasco da Gama» sería el único álbum de la banda, que se terminó separando. ¿Cuándo? No tengo la más mínima idea: casi cualquier rastro del grupo parece haberse esfumado después de 1988, con excepción de una mención de la muerte de Tó Andrade en 2015. ¿Se separaron por peleas de los miembros? ¿El disco no tuvo éxito? Vaya uno a saber, porque en esta ocasión encontré todavía menos datos que con Asparez, y eso es bastante decir.

«Vasco da Gama», el álbum, se convirtió en una toda una pieza de colección, con una copia llegando a los 176 euros en Discogs y con algunas a incluso 400 euros, algo obviamente provocado por la ausencia de cualquier reedición. Pero después de más de 35 años, y en un evento que recién me enteré al momento de comenzar a escribir este texto, que el sello Carbono reeditó el álbum este año, no sólo en vinilo sino también  en CD, la primera edición del álbum en ese formato, incluyendo como bonus un par de canciones grabadas en vivo en el Rock Rendez Vous. Es una oportunidad más que valiosa para echarle un vistazo a toda una curiosidad a esta curiosa (y destacable) del heavy metal ochentoso más under.

Fuentes:
https://portugal80smetal.blogspot.com/2011/05/vasco-da-gama.html (Toda la parte del principio es más que nada una traducción de lo escrito en esta entrada del blog «Portugal 80s Metal», por lejos la fuente más grande de información que pude encontrar acerca del grupo. También tiene imágenes del álbum y de entradas de la época).
https://www.discogs.com/artist/3659419-Vasco-Da-Gama-2
https://www.metal-archives.com/bands/Vasco_da_Gama/47872
https://www.reddit.com/r/portugal/comments/bc9llk/looking_for_help_with_portuguese_heavy_metal/ (Desde ya, un agradecimiento a los usuarios de r/Portugal, por echarme una mano con respecto a algunos datos de la época)

[Retrospectiva] Asparez (Аспарез) – 1990 – «Anathema» («Анафема»)

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Los armenios de Asparez (escrito «Ասպարեզ», en el alfabeto armenio) se formaron en 1982 en la ciudad de Yerevan, cuando el territorio todavía era parte de la Unión Soviética bajo el nombre de República Socialista de Armenia. Aunque en países dentro de la órbita soviética, como Polonia y Hungría, ya podían cortarse un par de grupos metaleros como Kat, Turbo o Pokolgép, faltaban unos años para que el género tomara fuerza en la Unión Soviética, gracias a la popularidad mundial de la Nueva Ola del Heavy Metal Británico y al contrabando de música occidental que era generalizado desde hacía décadas en todo el país. En este contexto, Asparez ponían su granito de arena al conformarse como la primera banda de heavy metal de Armenia, precediendo por unos años la formación de Ayas, otro de los pioneros del estilo en la zona. Parece que al principio tocaban un estilo más cercano al hard rock, pero ya para mediados de los ochentas ya habían hecho la transición a un estilo más pesado.

No tengo mucha información acerca de lo hecho por la banda durante el resto de la década de los ochentas: Metal-Archives dice que 1985 entraron al estudio pero que las grabaciones no se publicaron de manera oficial, aunque no puedo encontrar ningún lugar donde confirmar esto. Hay un video en la página rusa Ok.ru que incluye grabaciones de la banda en un videoclip, aunque no tengo idea de en qué año se grabaron. Y parece que participaron de la banda sonora de “Black Holes”, un corto de 25 dirigido por los armenios Arsen Azatian y Narine Mkrtchian y estrenado en 1989. Sí, no hay mucho con lo que trabajar, pero son las cosas de ponerse a investigar este tipo de grupos, y la barrera idiomática que plantea que casi toda la información esté en ruso o armenio.

De lo que sí estoy seguro es que en 1990. ya durante los últimos tiempos del régimen soviético, Asparez lograron editar su álbum debut. No pudo ser el primer álbum editado por una banda armenia gracias a que Ayas editaron «Yerkink u Yerkir» dos años antes, pero lograron ser la primera banda armenia editada por Melodiya, el sello discográfico que monopolizaba la edición de música en la Unión Soviética. Algo es algo, dice la gente.

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Grabado durante 1988, «Anathema» (título original: «Анафема») presenta a una banda dedicada completamente al sonido del heavy metal británico de principios de los ochentas: Saxon, Tygers Of Pan Tang, Judas Priest, el Black Sabbath de Ronnie James Dio y hasta Angel Witch, entre otros. Incluso hasta podría mencionar una comparación con una banda argentina como Bloke, aunque sea sólo por tener influencias en común. “Ochishchenie” arranca el álbum con una marcha acelerada y el doble bombo marcando el tiempo (cortesía del baterista David Oganjanian, que hoy en día es un famoso cantante melódico pop, y quien también oficiaba de «director musical» de la banda), con las guitarras riffeando y de vez en cuando dibujando melodías serpenteantes que logran darle cierto sabor “exótico”, a falta de una mejor palabra, mientras unos teclados discretos acompañan.

Las voces tiran para el lado más agudo, pero es bueno señalar que nunca se “quiebran” y siempre están bastante claras, sin que parezca que el cantante esté forzando la voz, con una capacidad técnica rara de encontrar entre estas bandas del bloque soviético. Al parecer, en el disco grabaron dos cantantes diferentes, uno el cantante original Garik Martirosyan y el otro Jean Dilbaryan, quien entró durante los dos últimos años del grupo. Al parecer, esto se dio porque las canciones se grabaron a lo largo del tiempo y justo hubo un cambio de formación en el medio, aunque no sé cuál está en cada canción.

Esta velocidad inicial no se vuelve a repetir hasta “Lzhivaia Igra”, mientras que el resto de las composiciones se apoyan en medios tiempos acelerados y ritmos mucho más marcados de corte hardrockero, que por momentos recuerdan a lo hecho por Accept. Puede que suene como una fórmula que pueda llegar a cansar a cierto punto, pero creo que hay bastante para destacar entre estas canciones, como “Beloe Chiornym” y sus particulares riffs trabados mezclados con un estribillo súper melódico, la marcha de “Plamia i Metall” y el gancho simple de “Sumasshedshij Vek”. Además. El álbum apenas dura 31 minutos, así que se termina mucho antes de comenzar a cansar.

Tal vez la única canción que no me termina de convencer en sucesivas escuchas es “Pechal’”, que es “la balada” del álbum y está ubicada, como es tradición, como la tercera canción del álbum. Es una cuestión de gusto personal, pero es demasiado larga y demasiado suave comparada con el resto de las canciones, y no pasa mucho como para justificarla. Puede que para algunos plantee un buen cambio de ritmo, pero para mí suena un tanto descolgada.

Otro punto negativo está en el sonido del álbum. No sé si fue por una falta de recursos o de gente que supiera trabajar de verdad con este tipo de música detrás de las perillas, pero a las canciones parece faltarles una pulida sonora importante, Me recuerda a muchos discos de muy principios de los ochentas, pero en este caso hay diez años de atraso de por medio en ese aspecto. Aunque dentro de todo los instrumentos se escuchan claros y no se tapan entre ellos, más allá de la calidad símil demo.

Hay un par de curiosidades aparte acerca del álbum. Siendo de uno de los países con una de las tradiciones cristianas más antiguas del mundo, Asparez decidieron que Anathema fuera un disco conceptual acerca de la crucifixión de Cristo. Y ya que mencionamos a la cultura armenia, las letras del álbum están completamente en armenio, más allá de que los títulos estén en ruso.

De haberse publicado un par de años antes, podría imaginarme a Anathema recibiendo la misma atención que otros álbumes de bandas de culto del bloque soviético como Master, Credo, Aria o Pokolgép. Tiene más de un par de cosas que se podrían haber hecho mejor, pero este único álbum de Asparez es un trabajo honesto en su humildad, y demuestra a una banda que de verdad sabía lo que estaba haciendo. Si sos fan acérrimo del heavy ochentoso más under, de esos que andan buscando alguna joya olvidada del under o está interesado en el metal soviético que empezaron a recibir atención gracias a la magia de la Internet, este disco es para vos.

 

Fuentes:

Quiet Riot – 2017 – «Road Rage» [Reseña]

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Para ser un grupo que desde sus orígenes se codeó con Van Halen, dio dos músicos a la banda de Ozzy Osbourne, y que encima tuvo el primer disco de heavy metal en llegar al primer puesto de ventas en Estados Unidos, los últimos 35 años no fueron muy amables con Quiet Riot. Constantes cambios de formación y de estilo, la frialdad de la crítica, el ninguneo del público y álbumes insulsos, todo conspiró de manera perfecta para que a esta banda estadounidense se la recuerde más por los 15 minutos de fama que le trajo un cover de Slade grabado a las apuradas que por otra cosa. Y aunque la muerte por sobredosis de cocaína del cantante Kevin DuBrow en 2007 parecía haber marcado el fin de la banda como tal, en 2010 el baterista Frankie Banali, el guitarrista Alex Grossi y el bajista Chuck Wright decidieron reformar el grupo sin ningún miembro original, aunque a esta altura es más sumarle una mancha al tigre que otra cosa.

Road Rage es ya el decimotercer álbum de la banda y segundo desde su reformación, pero es el primero compuesto por material completamente nuevo si consideramos que «Quiet Riot 10» era mitad canciones de estudio con el cantante nuevo Jizzy Pearl y otra mitad con grabaciones en vivo junto a DuBrow. Hablando de cantantes, en esta ocasión el puesto es ocupado por James Durbin, un joven de 28 años que se hizo conocido como participante de American Idol, y aunque semejante curriculum pueda despertar la desconfianza de más de uno, personalmente creo que Durbin es una adición más que correcta a la banda, con una voz aguda similar a la de Vince Neil de Motley Crue. No es la gran cosa, pero cumple.

Las canciones de Road Rage van por terrenos más rockeros que metaleros, los que mejor le sientan a la banda. Hay mucho riff cuadrado pero gancheroyletras llenas de clichés pero sin hartar, alejados de cualquier pretensión y abocados a pasar un buen momento. Y si sos fan del costado más rockero del glam, similar al primer disco de Ratt, entonces canciones como “Roll This Joint”, con unos teclados discretos que agregan bastante a la canción, y “Knock Em Down”, con una guitarra con toda la onda, seguro van a ser de tu agrado.

El resto de los tracks van por caminos más básicos y homogéneos, por lo que casi cualquier cosa que se pueda decir sobre “Can’t Get Enough” bien podría decirse sobre “Getaway”, “Freak Flag” y así con las demás. Y ese es el mayor problema, el de la poca diversidad de las canciones, casi nunca variando la velocidad o el estilo de los riffs. Y aunque no hay canciones a las que uno pueda señalar como relleno, sí hay ciertos momentos en los que se alargan de manera innecesaria, y casi 50 minutos de lo mismo llegan a cansar incluso al fanático más grande. Si este año Warrant pudieron darle diversidad a su propuesta con un par de números lentos y blueseros y sacar un buen disco este año, no veo por qué Quiet Riot no podrían haber intentado lo mismo, aunque sea para que la escucha no se haga tan pesada.

Pero dicho eso, Road Rage me parece un trabajo más que decente. Sus falencias son claras, pero sus virtudes también. No da para una escucha constante, pero bien puede ser la banda sonora de una fiesta, o de un rato para el que quieras olvidarte de que 1983 ya terminó hace rato. Y aunque no sé a cuánta gente le vaya a importar su existencia (yo mismo me enteré de casualidad que iba a salir), Road Rage me parece el álbum más redondo de Quiet Riot en tres décadas, así que puede que el intento de Banali, Grossi y Wright de seguir con la banda después a pesar de todo no es sólo un capricho, sino que puede tener algo de fundamento.

«Freak Flag»

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Battle Cry – 2016 – «Cicatrices»

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Desde hace casi dos décadas, Battle Cry vienen dando batalla con su sonido a mitad de camino entre el heavy clásico y el power metal. Y aunque en papel algo así está en las antípodas de poder considerarse original, estos jujeños tienen un par de elementos como para destacarse en un estilo tan saturado de propuestas genéricas.

Cicatrices, tercer álbum de la banda, es una buena muestra tanto de los vicios como de las virtudes de este grupo. Con excepción del instrumental acústico «Entre La Vida Y La Muerte», las canciones se manejan con una base de riffs pesados, mucho doble bombo y un teclado bastante presente, todo balanceado de tal manera que puede atraer tanto al fan de Judas Priest como al de Stratovarius. Hay mucho riff de manual pero con gancho y buen gusto, apoyado por las melodías de teclados que no se limitan a servir de colchón a las guitarras.

El cantante Leonardo Campos es uno de los puntos altos del álbum: con un estilo muy melódico y alejado de las típicas voces «rasposas» que parecen haberse hecho casi reglamentarias en los últimos años, cumple su papel de una manera agradable de escuchar, además de darle una fuerte convicción a las letras cercanas de manera explícita a cuestiones sociales, algo bastante complicado de encontrar en el estilo.

El álbum transcurre de manera fluida entre canción y canción. No hay temas que de verdad se destaquen por encima de otros, tampoco hay altibajos ni canciones de relleno. Un elemento muy interesante en la dinámica del grupo viene por el lado de la inclusión en ciertos momentos de instrumentos autóctonos, como la quena. Esto le agrega un toque de personalidad a canciones como «En Las Estrellas» y «Almita Civila», aunque sería muy interesante que se los usara de manera más usual, como una parte integral de su propuesta.

Siendo una banda con muchos instrumentos, es una pena que una de mis mayores críticas al álbum venga por el lado del sonido, un tanto precario por momentos, y de la mezcla. Esta última tiene a los instrumentos sonando demasiado juntos, sin darles espacio como para moverse y desarrollarse. Esto es algo que se nota mucho si se escucha el álbum con auriculares, así que parece que «Cicatrices» está hecho más para escucharse con parlantes.

Con pros y contras, Cicatrices se inclina hacia una calificación positiva. Hay varios aspectos para mejorar, pero los integrantes de Battle Cry vienen mejorando como músicos y compositores desde sus primeras producciones, y demuestran talento como para sacar grandes obras en las circunstancias indicadas. A ponerle fichas a este grupo, con un norte definido y una propuesta con personalidad propia.

 

(Nota: Bueno, no creí que iba a tardar más de un mes en actualizar. Sin querer que de verdad fuera así, me terminé tomando julio como un mes de vacaciones del blog, en parte por cuestiones personales pero más que nada porque me sentía quemado y sin ganas de ponerme a escribir. Pero bueno, las ganas volvieron y no creo que vayan a tener que esperar otro mes para leer cosas nuevas por acá.)