Linkin Park – 2017 – «One More Light» [Reseña]

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Cuando pasás de tener que remarla para conseguir un contrato discográfico a tener el disco debut más vendido del siglo XXI y un segundo trabajo que vendió casi ocho millones de copias en un año, es obvio que la presión por mantener tu lugar va a estar presente. Eso es lo que pasó con Linkin Park, que a partir de los ultra exitosos Hybrid Theory, del 2000, y Meteora, del 2003, decidieron alejarse de todo lo que tenga que ver con el nü metal y pasar a experimentar disco a disco con su sonido, como en el rock a lo U2 de Minutes To Midnight, el rock electrónico del conceptual A Thousand Suns o la vuelta a un sonido más pesado en Living Things. Al parecer la maniobra les resultó, y es así que Linkin Park es uno de los pocos grupos que siguen vendiendo discos en un mundo donde la idea del formato físico está casi obsoleta.

Pero ya pasaron 17 años desde aquel disco debut que los puso en las paredes de millones de adolescentes con problemas existenciales, y en un contexto donde el rock tiene cada vez menos presencia en el mainstream, no es de extrañar que Chester Bennington, Mike Shinoda y compañía, todos con 40 años ya cumplidos o cercanos a cumplirse, hayan decidido encontrar inspiración en otros estilos. La gente cambia mientras crece, y esta sería una manera de «reencaminarse para permanecer», como habían dicho los suecos de In Flames.

Incluso con esos antecedentes de abruptos cambios de estilo, pocos se esperaban una canción como “Heavy”, el primer adelanto de su nuevo álbum y ya séptimo en su discografía, titulado One More Light. La manera en la que esa canción le daba total protagonismo a los ritmos electrónicos y los teclados en un dueto entre Chester Bennington y la cantante Kiiara tomó a más de uno por sorpresa. Lo mismo pasó con los siguientes adelantos “Battle Symphony” y “Good Goodbye”, este último con la participación de los raperos Pusha T y Stormzy, y con la salida de One More Light hasta el más escéptico tuvo que aceptar la realidad: Linkin Park habían dejado de lado casi cualquier atisbo de rock. Ese “casi” está porque hay momentos en los que la guitarra hace acto de presencia, pero igual son pocos a lo largo de One More Light.

Ahora, podemos ponernos en el papel de Pappo y declarar que este cambio ya es negativo porque la guitarra y los “instrumentos de verdad” son inherentemente superiores a cualquier ritmo hecho en computadora. Por otro lado, podemos comportarnos como gente grande y madura y darnos cuenta de que no sólo es posible hacer “verdadera música” (lo qué sea que signifique eso) con una computadora o secuenciadores, sino que Linkin Park nunca fueron la banda más guitarrera del mundo, y que siempre tuvo el gancho pop y el hip hop como parte de su estilo, así que darle más preponderancia a esos dos elementos no es algo tan forzado al ser cosas con las que la banda está familiarizada. Pero, ay, ese no es el caso de los ya no tan chicos de Linkin Park, que parecen ahogarse al tratar de nadar en estas nuevas aguas.

Con excepción del cierre “Sharp Edges”, hablar de cualquier canción de One More Light es hablar de todas ellas. Desde el inicio con “Nobody Can Save Me”, ya tenemos lo que van a ser casi todas las canciones: bases electropop, teclados, alguna guitarra un tanto escondida y las líneas vocales de Chester Bennington tomando el protagonismo. Repítase por las primeras nueve canciones y tendrán una buena imagen de lo que es el nuevo disco de Linkin Park, con una repetición de estructuras impresionante incluso para un disco de apenas 35 minutos.

Hay canciones con algunas características propias, como“Good Goodbye” y los versos rapeados de los invitados Pusha T y Stormzy junto al único rap de Mike Shinoda en todo el disco. No están mal, pero por alguna razón Stormzy simplemente se olvida que no está en una canción propia a mitad de verso, yéndose completamente de tema para meterse en los típicos clichés del hip-hop.

Otra es “Heavy”, la colaboración con Kiiara. Lo único digno de destacar es el estribillo, donde Bennington trata de poner un poco más de onda que en el resto del disco pero que termina sonando como algo hecho para una publicidad de autos.

«One More Light», el tema título, es una composición apenas sostenida por unos teclados discretos en el fondo y es, por lejos, lo peor del disco. Incluso siendo un poco más larga que el resto de las canciones, la languidez con la que se arrastra hace que se alargue mucho más. ¿A quién se le ocurrió que era buena idea que algo así terminara en el álbum final? ¿Cómo es que siquiera pasó de ser un demo? Porque en verdad suenan como un primerísimo demo, de esos que las bandas graban cuando están juntando ideas, que de alguna manera terminó colándose en el disco. Tampoco es que el resto de los temas sean mucho mejores en ese aspecto, pero la ausencia de cualquier percusión o siquiera un beat electrónico que la haga avanzar hace que sea más evidente.

El álbum cierra con «Sharp Edges», lo más rescatable de este álbum. No porque sea, por lejos, lo más guitarrero del disco, incluso en su formato acústico, sino porque es bastante más veloz y tiene más elementos propios que la diferencian del resto, luego de una seguidilla de canciones que parecen mezclarse y fusionarse unas con otras hasta que no haya límites entre ellas.

Otro punto negativo está en la parte vocal. La idea de grabar primero las voces y luego armar las canciones a partir de ellas, como lo expresó Mike Shinoda en una entrevista al canal de Zach Sang en Youtube, es un concepto interesante, pero viendo los resultados debo decir que fue una pésima idea, con lo aburrido que suena Bennington frente al micrófono, repitiendo melodías de bajo perfil y encarando cada estribillo lleno de angustia adolescente casi de la misma manera. Más que estar grabando una canción parece querer completar un trámite y volver a hacer cosas que de verdad le importan, y aunque de vez en cuando le mete un poco más de ganas, como en la un-poco-más-rockera-que-el-promedio-pero-no-por-mucho “Talking To Myself”, incluso ahí se lo nota muy lejos de sus mejores momentos. Mike Shinoda también aporta sus momentos poniéndose al frente en “Invisible” y “Sorry For Now”, sonando apenas más enfocado que Bennington.

Y el punto anterior se agrava con un detalle bastante importante: Linkin Park nunca sonaron menos a una banda como en One More Light. Suena más como un proyecto solista de Chester Bennington donde sus compañeros de banda aparecen de vez en cuando, con la excepción del bajista Dave Farrell que es inaudible a lo largo de las diez canciones que conforman el álbum. Tampoco ayuda la enorme cantidad de compositores ajenos a la banda que aparecen en los créditos de las canciones, como Jonathan Green, J.R. Rotem, Julia Michaels, Justin Tranter y Matthew Tyler Musto. Y no quiero sonar prejuicioso, pero que aparezca gente como Justin Bieber, Rihanna, 5 Seconds Of Summer, Britney Spears y Demi Lovato, entre otros, en su curriculum de composiciones hace que la manera en la que cada canción suena tan inofensiva esté lejos de ser una sorpresa.

En conclusión, la tragedia de One More Light no radica en el cambio de estilo, en que la guitarra haya quedado casi de lado, que los ritmos electrónicos tengan tanto protagonismo, o que haya tanta intervención de compositores ajenos al grupo. No, la tragedia está en que Linkin Park hayan decidido adoptar estas nuevas influencias no para expandir su sonido o hacer algo minimamente propio, sino para sacar canciones que intentan sonar igual que casi todas las canciones que están teniendo éxito en los charts pero sin la más mínima sustancia. Porque en el final, lo que importan son las canciones, y Linkin Park simplemente no supieron encontrarlas en estos nuevos territorios.

(Nota del autor: Muchas gracias a Sebastián Giardino y Agustín Trenti por ayudarme a corregir algunos detalles del texto. Su contribución siempre es valiosa.)

Varios Artistas – 2012 – Hotline Miami: Official Soundtrack

Este disco cae en varias categorías de trabajos y estilos a los que no les suelo prestar atención, por razones variadas:

– Es un soundtrack: el problema al reseñar bandas de sonido o «soundtracks» se da al momento de decidir si hay que analizar las composiciones en relación al uso que se le da en la narrativa o si se las puede analizar como algo individual y que se sostiene por si mismo;
– No sólo es un soundtrack, sino que es un compilado de varios artistas: los soundtracks de este tipo, en especial en películas modernas, suelen ser más «rejunte de éxitos recontra quemados, rellenos y sobras de grabaciones» que otra cosa. Además, no es extraño que veas la película, escuches el soundtrack y tengas muchos problemas recordando en qué momento sonó esa canción;
– No sólo es un soundtrack compuesto por canciones de varios artistas, sino que también es el soundtrack de un videojuego: aunque últimamente los soundtracks de videojuegos suelen tener más esfuerzo que los de las películas, se agrega el problema que si estás jugando el videojuego no tengas mucho tiempo para apreciar la música mientras cagás a tiros a alguien;
– No sólo es un sountrack compuesto por canciones de varios artistas que aparecen en un videojuego, sino que es casi totalmente música electrónica: aunque nunca llegué a un extremo Pappo de desagrado con la música electrónica, casi siempre siento que a tanto punchi punchi y ruiditos les falta el sentimiento humano, eso que nos permite conectarnos con los sonidos y los ritmos como algo que otra persona hizo. Que muchos de los artistas de música electrónica más populares del momento causen que se me vengan a la mente imágenes de boliches llenos de la gente más careta y desagradable del mundo tampoco ayuda.

Pero resulta que este disco, el soundtrack del súper éxito indie Hotline Miami, es una de excepción a cada una de las visiones que tengo de los conceptos antes mencionados: es un soundtrack que funciona dentro y fuera de la narrativa del trabajo narrativo, es un compilado de varios artistas que funciona como una perfecta unidad; es el soundtrack de un videojuego que verdad se nota dentro del mismo y cambia tu perspectiva del mismo, convenciéndote que el juego no sería lo mismo sin ellas; y si es un disco de música electrónica, es uno de los mejores discos de música electrónica que haya escuchado.

Hablemos un poco del juego para ponernos en contexto: Hotline Miami es un juego del 2012 que se convirtió en uno de los juegos independientes más exitosos de los últimos años, con una personalidad avasallante creada a partir de la conjunción de sus gráficos pixelados, sus colores increíblemente vivos, su estética ochentosa, su extrema violencia, su elevada dificultad y su narrativa, una de las más retorcidas y crípticas que se hayan visto. En semejante contexto, el soundtrack juega un papel fundamental, gracias a la mezcla de los típicos ritmos «punchi punchi» con elementos house, funk, psicodélicos y, en algunos casos, de tinte bastante oscuro. Estas canciones no están ahí simplemente como excusa para sacar un compilado y ganar algún mango.

¿Ejemplos? «Horse Steppin'», de Sun Araw, es un calido paseo psicodélico por la playa de más de 10 minutos; «Hydrogen» y «Paris», de M|O|O|N, son dueñas de algunas de las mejores líneas de bajo que vayas a escuchar en tu vida; «Hotline», de Jasper Byrne, suena a una cálida noche en Miami en la que estás de humor para cagar a tiros a alguien desde el auto; y, en la canción más orientada al rock, y la más directamente aterradora no sólo por la situación en la que aparece sino también por la canción en si, «Silver Lights» de Coconuts suena como si Sunn O))) quisieran agregarle un toque más melódico «shoegazero» a su música. Estas son sólo algunas elecciones, porque hablamos de un soundtrack de 22 canciones y más de 90 minutos, pero que de verdad vale la pena para derribar algunos prejuicios y, de paso, meterse en una experiencia en verdad única.