Aunque no sé hasta qué punto el inicio de un nuevo ciclo de rotación de la Tierra alrededor del Sol pueda llegar a afectar nuestras vidas, creo que muchos lo ven como una manera de marcar un punto de división en su existencia, un antes y un después si se quiere. Así que me parece correcto desearles a todos un muy feliz año, y que durante estos 366 días puedan cumplir todos los objetivos que no pudieron llegar a cumplir en los 365 días anteriores.
Dicho eso, vamos a pasar a la primera entrada del año 2016, y para eso nos vamos a ir un tanto lejos de los típicos lugares de donde vienen las bandas de las que solemos hablar acá. Más precisamente vamos a ir a Túnez, al norte de África y sobre la costa mediterránea. En este país reside Mahdi Riahi, un músico procedente de la ciudad costera de Kelibia, y vocalista y guitarrista del grupo de death metal Vomit The Hate y tecladista de Ulcerium, que decidió crear un proyecto unipersonal al que nombró I The Intruder mientras se encontraba en la ciudad francesa de Nancy.
«Exilium», el debut de I The Intruder, es una buena muestra de talento por parte de Riahi, quien se encargó de todos los instrumentos. A lo largo de cuatro canciones y 12 minutos, este EP se apega, en su mayor parte, a la típica fórmula del death metal técnico, como los riffs ultra complejos y las baterías que parece que estuvieran a punto de partirse por todos los blastbeats que les dan. Elegir alguna canción de esta onda sería un tanto inútil, porque cualquier podría ser una buena elección: casi siempre, elegir una canción en este estilo es elegirlas todas.
Pero también hay algunas secciones que cuentan con características sumamente destacables si se llegaran a desarrollar a futuro. A esta categoría pertenece «The Infection», el cual creo que es el track más interesante, con un inicio reposado y metiendo una sección con baterías cercanas al drum & bass cerca del final, todo en apenas un minuto y 47 segundos. De verdad es que me gustaría ver más material cercano a esta canción en el futuro, como una manera para encontrar un sonido verdaderamente propio en un universo tan superpoblado como el del death metal técnico.
Aunque no es algo que siento que pueda atraerle a alguien que no sea fan del estilo, las canciones se mantienen brutalmente entretenidas, con suficientes cambios de atmósfera como para no aburrir ni volverse monótonas como suele ocurrir con tantos discos del estilo. 12 minutos para volarte la cabeza con buen death metal.