[Reseña] Enforcer – 2019 – «Zenith»

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De entre todas las bandas que en la última década y media vienen dándole manija al “revival retro”, Enforcer siempre me parecieron de los que mejor entendieron que la idea de buscar inspiración de manera tan obvia en el pasado también implica tener las canciones correctas para que no quedar como un copión sin talento, y ciertamente estos suecos no tienen nada que envidiarle a los héroes musicales en los que se inspiran. Estos comandados por el cantante y guitarrista Olaf Wikstrand ya tienen cuatro discos de calidad superlativa en sus espaldas, incluyendo el último “From Beyond” que, incluso teniendo una influencia demasiado obvia de “The Final Countdown” de Europe en su tema título, redondeaba para arriba con un conjunto de canciones espectaculares de puro speed metal ochentoso, peleando para ser uno de los mejores discos en materia metalera del 2015.

“Zenith”, ya quinto álbum de los suecos, estuvo precedido por cuatro años de espera antes de su salida, la más larga en la carrera de la banda, e incluyó una edición aparte del disco completamente en español como para capitalizar en sus fans latinoamericanos, lo cual me parece un gesto bastante destacable. Sin embargo, no sé si habrán sido esas expectativas las que me llevaron a concluir que estamos enfrente del peor álbum de Enforcer hasta la fecha.

¿Qué pasó con “Zenith”? Podemos mencionar una diferencia importante con respecto a álbumes anteriores, y es que el foco de su nostalgia parece haber cambiado, cortando la parte de “speed” en su “speed metal” y enfocándose más en medios tiempos (de vez en cuando más acelerados) y en un sonido más cercano al heavy clásico como en “Zenith of the Black Sun” o “The end of a Universe”, e incluso al hard rock ochentoso, como en la inicial “Die For The Devil”. Hay un par de experimentos, como la balada “Regrets”, de melodías prominentes de piano, e incluso una canción como “Sail On”, que parece querer mezclar hard rock setentoso con heavy ochentoso. Y de vez en cuando vuelven a la velocidad acostumbrada, específicamente en “Searching For You” y en “Thunder and Hell”.

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¿Quiero decir que “Zenith” es decepcionante por el cambio de esto? No necesariamente, aunque mentiría si dijera que no hay cierta decepción en no poder estar escuchando otra colección de puro speed metal. Apoyo que los artistas experimenten y que busquen por fuera de su zona de confort, incluso si la fórmula todavía funciona porque para algunos es mejor cerrar una etapa en un punto alto que esperar a que las grietas comiencen a manifestarse. Así que el problema de “Zenith” no viene por el lado del cambio de estilo, sino por la ausencia de un elemento que siempre fue importante en la fórmula de Enforcer: el gancho.

Casi todas las canciones de este nuevo álbum les falta esa chispa, eso que hacía que los álbumes de los suecos captaran la atención del oyente, más que nada porque acá hay mucho riff poco inspirado y muchos elementos mal usados. Por ejemplo, “Searching For You” es uno de los temas rápidos del álbum, pero en cualquier otro trabajo de la banda sería considerado relleno, y acá la cosa no cambia: suena hecha así nomás, durando poco menos de tres minutos y no haciendo nada que no hayamos escuchado hecho mejor en cualquier otra canción. “Regrets” es una balada melosa que se alarga mucho más de lo que debería, “One Thousand Years of Darkness” abusa de los sonidos orquestales, y “Forever We Worship The Dark” termina irritando con sus coros, incluso si estos no difieren mucho del estilo del grupo. Por suerte, para el final quedan los dos mejores momentos: “Thunder and Hell” es un ejercicio de velocidad metálica que no hubiera sonado fuera de lugar en cualquiera de los álbumes anteriores de Enforcer, y la extensa “Ode To Death” cierra el álbum haciendo más que bien lo que otras canciones no terminan de lograr, fusionando dramatismo con diversos climas y momentos acústicos.

“Zenith” termina sonando confuso, con muchos elementos nuevos que no terminan de cuajar entre ellos y muchas ideas que no suenan bien desarrolladas. ¿Habrá sido la emoción de estar intentando algo nuevo que se terminó saliendo de control? Es difícil decir, pero los resultados finales hablan por si solos: este quinto álbum de los suecos es un bache en su carrera. Por suerte podemos ver que de vez en cuando la magia apareció en la composición, lo que da esperanza para que a futuro el cuarteto pueda terminar de plasmar lo que no se pudo en este álbum, o volver a sus antiguas armas, donde parecen sentirse más cómodos.

[Retrospectiva] Vasco da Gama – 1983 – «Vasco da Gama»

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En 1982, el guitarrista portugués Carlos Jorge Miguel volvió a su país después de haber estado un tiempo en Francia, donde había formado parte de varios proyectos musicales. Con la idea de seguir sus actividades musicales en tierras lusas, publicó un aviso en una revista de música local, que fue respondido por el bajista Tó Andrade. Andrade había formado parte de la Go Graal Blues Band (grupo portugués de blues que, al parecer, era conocido por componer sus canciones en inglés, toda una rareza para la época) y rápidamente encontró un sonido en común con Miguel, dando inicio al grupo. Al bautizarlo, eligieron el nombre «Vasco da Gama», en referencia al explorador portugués que descubrió la ruta para llegar a la India desde Europa, la misma que buscara Cristóbal Colón en sus viajes. Más tarde se les sumaron el cantante Luis Sanches y el baterista Orlando Levezinho.

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Por esa época, la escena portuguesa del heavy metal recién se estaba formando, y aunque Vasco da Gama estaban lejos de ser la primera banda del género en su país, ciertamente no eran mucho más jóvenes que otros pioneros de la escena como NZZN, Xeque Mate, Mac Zac (que luego pasaran a ser Tarántula) y Atomic Mushrooms. Era un ambiente de poca experiencia, completamente subterráneo y donde tanto las bandas como los fanáticos tenían pocas posibilidades de ir a conciertos fuera de sus ciudades natales. Lo mismo se podía sobre toda la escena musical del rock, siendo que entre 1926 y 1974 el país había vivido el periodo de la Dictadura Nacional, que había impedido un gran desarrollo de este tipo de música popular. Sin embargo, que fuera una escena dentro de todo chica daba lugar para cierta experimentación.

El primer recital de Vasco da Gama se dio el 14 de enero de 1983 en el Rock Rendez Vous, un desaparecido local de la ciudad de Lisboa que es considerado una leyenda dentro de la escena del rock portugués por la cantidad de grupos famosos que comenzaron tocando ahí, equivalente al CBGB estadounidense o el Cemento argentino. El recital fue presenciado por un representante de Discossete, una casa discográfica portuguesa fundada en 1981, quien fue invitado por la banda y que les ofreció un contrato al poco tiempo, así que para junio de 1983 Vasco da Gama, ahora con el baterista Virgilio «Gil» Marujo reemplazando a Levezinho (algo que estaba planeado desde el principio), ya estaba grabando su disco debut autotitulado, con Miguel y Andrade encargándose de la producción.

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Considerando la época y la ubicación geográfica, uno esperaría encontrarse una fuerte influencia de la Nueva Ola del Heavy Metal Británica apenas apreta play, y eso es claramente lo que uno se va a encontrar, aunque no sea obvio a primera escucha cuando arranca «Avé Rei do Mal», una canción con un fuerte apoyo en las melodías vocales y de guitarra. Suena sorprendemente trabajada y el estribillo se te queda en la mente a las pocas escuchas. ¿Acaso esperaba otra cosa? En parte sí, podría decir que esperaba un sonido más cercano al de «Confusão ou Ilusão», el segundo tema: es una onda más aguerrida, de cierto regusto punk. Hasta las letras van por ese lado: Metal-Archives dirá que las letras tratan sobre historia y mitología portuguesa, pero aunque mi portugués es inexistente la frase «forças policiais» en la canción ya debería ser un indicativo del camino que llevan las letras.

«Varinaice» (adaptación fonética de la frase «Very Nice») suena muy cercana al Iron Maiden con Paul Di’Anno en las voces, mientras que «Lendas e Mitos» tiene hasta cierta onda Black Sabbath, con su ritmo a medio tiempo y sus riffs ultra marcados, al punto que el riff al principio me recuerda a algún riff de la banda inglesa, aunque no pueda recordar con exactitud cuál.

Después de un Lado A fuerte, el Lado B pierde un par de puntos con respecto al anterior, aunque sea dentro de todo sólido. «Feijão Verde» es un hard rock agradable aunque no muy memorable, mientras que «Rock’n Rosseau» es un rock’n’roll con cero heavy metal, con mucho énfasis en el piano y los acompañamientos de palmas, que la hacen por lejos la canción más extraña del álbum, con un ritmo casi rockabilly. No me disgusta, pero queda completamente fuera de lugar en medio del disco, y casi parece un relleno.

Por suerte el disco recupera el nivel en sus dos últimas canciones: «Vasco da Gama» (la canción) vendría a ser el himno de la banda, con su apoyo en los coros de varias voces que recuerda a un Accept menos pesado y más melódico. Al final cierra «Morte», que haciendo honor a su nombre arranca con la «Marcha Fúnebre» de Frédéric Chopin, y que es la más larga y lenta del disco, con un riff oscuro pero manteniendo el sentido de énfasis en las melodías de las otras canciones.

El álbum suena dentro de todo bien, con cada instrumento sonando claro y en su lugar. No creo que tuvieran un gran presupuesto para el álbum, pero parece que hicieron lo mejor con lo que tenían. Obviamente tiene detalles extremadamente ochentosos, pero eso es algo que ya es de esperar con esta clase de álbumes (casi diría que muchos buscan precisamente esa ochentosidad al momento de acercarse a estos discos).

«Vasco da Gama» es un disco que demuestra algunas falencias, con su Lado B claramente inferior y un par de temas que suenan un tanto de relleno, además de que ninguno de los músicos (con excepción de unos buenos solos por parte de Miguel) haga algo que de verdad vaya a volarle la cabeza a alguno. Pero tiene también muchas virtudes, y el Lado A y el par de temas rescatables del Lado B son suficientes para dar un resultado positivo al álbum.

Claramente Vasco Da Gama era una banda que tenía un gran potencial, con buen gusto al momento de buscar la melodía (algo que es más difícil de encontrar de lo que parece). Y parece que todo le sonreía al grupo, logrando ser teloneros de Diamond Head cuando tocaron en Portugal en 1984, y en 1988 participaron de un compilado de su sello junto a las bandas Ibéria y Samurai, aportando tres canciones ya publicadas en su disco. Pero no habría segunda oportunidad para el grupo: «Vasco da Gama» sería el único álbum de la banda, que se terminó separando. ¿Cuándo? No tengo la más mínima idea: casi cualquier rastro del grupo parece haberse esfumado después de 1988, con excepción de una mención de la muerte de Tó Andrade en 2015. ¿Se separaron por peleas de los miembros? ¿El disco no tuvo éxito? Vaya uno a saber, porque en esta ocasión encontré todavía menos datos que con Asparez, y eso es bastante decir.

«Vasco da Gama», el álbum, se convirtió en una toda una pieza de colección, con una copia llegando a los 176 euros en Discogs y con algunas a incluso 400 euros, algo obviamente provocado por la ausencia de cualquier reedición. Pero después de más de 35 años, y en un evento que recién me enteré al momento de comenzar a escribir este texto, que el sello Carbono reeditó el álbum este año, no sólo en vinilo sino también  en CD, la primera edición del álbum en ese formato, incluyendo como bonus un par de canciones grabadas en vivo en el Rock Rendez Vous. Es una oportunidad más que valiosa para echarle un vistazo a toda una curiosidad a esta curiosa (y destacable) del heavy metal ochentoso más under.

Fuentes:
https://portugal80smetal.blogspot.com/2011/05/vasco-da-gama.html (Toda la parte del principio es más que nada una traducción de lo escrito en esta entrada del blog «Portugal 80s Metal», por lejos la fuente más grande de información que pude encontrar acerca del grupo. También tiene imágenes del álbum y de entradas de la época).
https://www.discogs.com/artist/3659419-Vasco-Da-Gama-2
https://www.metal-archives.com/bands/Vasco_da_Gama/47872
https://www.reddit.com/r/portugal/comments/bc9llk/looking_for_help_with_portuguese_heavy_metal/ (Desde ya, un agradecimiento a los usuarios de r/Portugal, por echarme una mano con respecto a algunos datos de la época)

Quiet Riot – 2017 – «Road Rage» [Reseña]

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Para ser un grupo que desde sus orígenes se codeó con Van Halen, dio dos músicos a la banda de Ozzy Osbourne, y que encima tuvo el primer disco de heavy metal en llegar al primer puesto de ventas en Estados Unidos, los últimos 35 años no fueron muy amables con Quiet Riot. Constantes cambios de formación y de estilo, la frialdad de la crítica, el ninguneo del público y álbumes insulsos, todo conspiró de manera perfecta para que a esta banda estadounidense se la recuerde más por los 15 minutos de fama que le trajo un cover de Slade grabado a las apuradas que por otra cosa. Y aunque la muerte por sobredosis de cocaína del cantante Kevin DuBrow en 2007 parecía haber marcado el fin de la banda como tal, en 2010 el baterista Frankie Banali, el guitarrista Alex Grossi y el bajista Chuck Wright decidieron reformar el grupo sin ningún miembro original, aunque a esta altura es más sumarle una mancha al tigre que otra cosa.

Road Rage es ya el decimotercer álbum de la banda y segundo desde su reformación, pero es el primero compuesto por material completamente nuevo si consideramos que «Quiet Riot 10» era mitad canciones de estudio con el cantante nuevo Jizzy Pearl y otra mitad con grabaciones en vivo junto a DuBrow. Hablando de cantantes, en esta ocasión el puesto es ocupado por James Durbin, un joven de 28 años que se hizo conocido como participante de American Idol, y aunque semejante curriculum pueda despertar la desconfianza de más de uno, personalmente creo que Durbin es una adición más que correcta a la banda, con una voz aguda similar a la de Vince Neil de Motley Crue. No es la gran cosa, pero cumple.

Las canciones de Road Rage van por terrenos más rockeros que metaleros, los que mejor le sientan a la banda. Hay mucho riff cuadrado pero gancheroyletras llenas de clichés pero sin hartar, alejados de cualquier pretensión y abocados a pasar un buen momento. Y si sos fan del costado más rockero del glam, similar al primer disco de Ratt, entonces canciones como “Roll This Joint”, con unos teclados discretos que agregan bastante a la canción, y “Knock Em Down”, con una guitarra con toda la onda, seguro van a ser de tu agrado.

El resto de los tracks van por caminos más básicos y homogéneos, por lo que casi cualquier cosa que se pueda decir sobre “Can’t Get Enough” bien podría decirse sobre “Getaway”, “Freak Flag” y así con las demás. Y ese es el mayor problema, el de la poca diversidad de las canciones, casi nunca variando la velocidad o el estilo de los riffs. Y aunque no hay canciones a las que uno pueda señalar como relleno, sí hay ciertos momentos en los que se alargan de manera innecesaria, y casi 50 minutos de lo mismo llegan a cansar incluso al fanático más grande. Si este año Warrant pudieron darle diversidad a su propuesta con un par de números lentos y blueseros y sacar un buen disco este año, no veo por qué Quiet Riot no podrían haber intentado lo mismo, aunque sea para que la escucha no se haga tan pesada.

Pero dicho eso, Road Rage me parece un trabajo más que decente. Sus falencias son claras, pero sus virtudes también. No da para una escucha constante, pero bien puede ser la banda sonora de una fiesta, o de un rato para el que quieras olvidarte de que 1983 ya terminó hace rato. Y aunque no sé a cuánta gente le vaya a importar su existencia (yo mismo me enteré de casualidad que iba a salir), Road Rage me parece el álbum más redondo de Quiet Riot en tres décadas, así que puede que el intento de Banali, Grossi y Wright de seguir con la banda después a pesar de todo no es sólo un capricho, sino que puede tener algo de fundamento.

«Freak Flag»

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Adrenaline Mob – 2017 – «We The People» [Reseña]

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Para ser un grupo formado por gente con pasado y presente en bandas donde la complejidad y el virtuosismo están a la orden del día, los primeros pasos de Adenaline Mob estuvieron más cerca de los tumbos que de la elegancia que sus integrantes sabían mostrar. Formados en 2011 por el cantante Russell Allen (Symphony X), el baterista Mike Portnoy (ex Dream Theater) y el guitarrista Mike Orlando, tanto su EP «Adrenaline Mob» como su LP «Omertá» me parecieron esfuerzos tediosos, llenos de riffs cuadrados a mitad de camino entre Pantera y Disturbed (sin la potencia de los primeros y lo que sea que la gente vea en los segundos), que me dieron la idea de que AM eran más interesantes por el currículum de la gente detrás que por cualquier elemento musical, un aspecto donde parecía más un desperdicio de talentos individuales antes que otra cosa. Pero a seis años de esos poco esperanzadores primeros trabajos y con no sólo la salida de Portnoy sino también de un gran recambio de miembros, parece que Adrenaline Mob han sabido trabajar sobre sus fortalezas. Y aunque el tema del currículum de cada uno de sus integrantes me siga pareciendo mucho más interesante que su música, al menos puedo decir que siento que ahora están más cerca de comportarse como una banda de verdad y menos como un depósito de canciones descartadas, algo que puede verse en We The People, ya tercer LP de estos estadounidenses.

Ni bien pasa la introducción simil radio de la inicial “King of the Ring” nos encontramos con un típico riff de hard rock groovero, mientras Allen adopta un estilo más grave y rasposo que en Symphony X. Todo en su lugar y donde se espera, aunque no sea el inicio más alentador si no sos súper fanático de esta banda desde el principio. Pero con “We The People”, el tema título, las cosas comienzan a mejorar, y ya con “The Killer’s Inside” ya se establece un nivel que va a variar poco durante el resto del álbum, con temas como «What You’re Made Of» y uno de sus riffs que recuerda mucho a uno de los de “Killing In The Name” de Rage Against The Machine, “Violent State Of Mind” y sus riffs precisos, y la melódica “Raise ‘Em Up” como elecciones más que nada arbitrarias dentro de un trabajo balanceado, donde ninguna canción parece estar de más.

Hay que señalar que no es que haya cambiado mucho con respecto al estilo de las canciones, más allá de la temática política expresada tanto en el título del álbum como en la (feísima) tapa. Entonces, ¿cómo es que esto me parece mucho mejor? Creo que es porque Adrenaline Mob parecen haber mejorado en cada aspecto con respecto a sus primeros trabajos: las voces suenan mejor, las melodías son más gancheras, los riffs pegan más, y más que nada ya dejaron de recordarme a Five Finger Death Punch, algo que nunca está de más para señalar como algo bueno.

Pero esto no significa que We The People sea una maravilla de la composición, porque Adrenaline Mob siguen conservando algunos vicios. Uno de ellos es la duración de las canciones, porque hay varias que duran más de cinco minutos, acercándose a los seis, y parece que hubiera uno o dos minutos de sobra metidos ahí. Otra problema es lo homogéneas que suenan las canciones, que hacen que un disco de más de una hora se sienta más largo de lo que en realidad es.

Aunque siguen sin parecerme la gran cosa, We The People bien puede ser lo más redondo y consistente que haya sacado Adrenaline Mob. Ya seas un fan de toda la vida o alguien que no tiene idea de ellos, pegarle una escuchada no te va a ser daño, porque hay un par de canciones más que interesantes para pasar el rato.

Danzig – 2017 – «Black Laden Crown» [Reseña]

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Los años desde Deth Red Sabaoth fueron bastante movidos para Glenn Danzig, más que nada por el juicio con el bajista Jerry Only por el supuesto «robo» del nombre de Misfits, su frustrada participación en la banda sonora de The Walking Dead, la vuelta a los escenarios bajo el nombre de Misfits después de más de tres décadas, y la salida de Skeletons, el demorado disco de covers que editó en 2015. Aquel álbum recibió críticas muy negativas, la mayoría relacionadas con el sonido apagado y las inconsistencias que generó el haber sido grabado a lo largo de varios años, pero Skeletons parece haber animado a Glenn a editar más material, y es así que llegamos a Black Laden Crown, el primer álbum de material original de parte de Danzig en siete años.

Tanto tiempo de espera causa que las expectativas se disparen, y no hubiera sido de extrañar que los resultados de Black Laden Crown no hubieran podido alcanzarlas. Pero lo mostrado en este álbum va más allá de eso, porque tiene varios elementos que podrían haberlo convertido en una adición más que decente al catálogo del cantante, pero son ciertos detalles, pequeños y no tanto, los que terminan de empañar su imagen y lo convierten en una dolorosa decepción, en un trabajo que podría haber sido mucho mejor de lo que terminó siendo.

Pero vayamos analizando Black Laden Crown por partes para que pueda mostrarles a qué me refiero, y empecemos por la composición, uno de los puntos positivos del disco y donde hay bastante para destacar.

El álbum arranca con “Black Laden Crown”, el tema título. Su lenta marcha, que cerca del final acelera un poco pero sin exagerar, marca el tono general del disco: mucho riff sabbathero y mucho medio tiempo con algunas partes más rápidas acá y allá, la fórmula clásica de sus cuatro primeros trabajos.“Devil on Hwy 9” es una de las mejores, con una estructura cancionera y un gancho terrible en sus riffs efectivos y en una batería prominente marcando el paso. También está la lenta “Last Ride”, que puede incluirse entre lo menos destacado del disco con su marcha lenta que promete pero que nunca termina de explotar, aunque el solo lleno de efectos y la acumulación de coros del final la salva de ser de verdad desechable.

“But A Nightmare” es de las más sabbatheras del álbum, con una atmósfera casi apocalíptica y un Glenn Danzig dando su mejor performance en estas nueve composiciones. “Blackness Falls” bien puede recordar a alguno de los temas lentos de Metallica, y “Pull The Sun”, un lento más melódico que el promedio, da un buen final para un disco que no falla desde el lado de las canciones, con bastante para rescatar.

En cuanto a los riffs, el gigante Tommy Victor demuestra otra vez que merece su puesto en la banda, con una habilidad para cambiar los riffs entrecortados y “modernos” de Prong por el tritono de Tony Iommi como si de un simple subir y bajar de un switch se tratara. Aunque me hubiera gustado que tuviera un poco más de personalidad, tampoco es que quiera que convierta a Danzig en una sucursal de riffs de Prong, considerando lo que ocurrió la última vez que Glenn quiso “modernizar” su sonido, y lo que entrega cumple con creces.

Si cerráramos acá, podríamos decir que Black Laden Crown es un regreso más que digno para Danzig, apelando al sonido clásico para producir buenas canciones. Pero todavía falta cubrir otros aspectos del álbum, porque es que a partir de acá nos tenemos que meter en la parte fea del asunto, la que estuvo muy lejos de cumplir con las expectativas. Y es una lástima cómo la mayor parte de eso recae en el hombre detrás de todo, el señor Glenn Allen Anzalone.

Es preocupante la falta de fuerza que Glenn demuestra frente al micrófono. Aunque sigue mostrando la mezcla justa de Elvis y Jim Morrison que se convirtió en su marca característica, en varias ocasiones parece que hubiera grabado sus partes luego de haber dado un recital completo y recién se estuviera recuperando, como en la antes mencionada “Devil on Hwy 9”. Hay momentos donde reencuentra sus fuerzas de antaño, como en los tonos dramáticos de “But a Nightmare”, pero demasiadas veces sus cuerdas vocales lo traicionan y da la sensación de que está a punto de quedarse sin voz. No sé si fue su ego el que le impidió grabar cuando estuviera en mejores condiciones o sus casi 63 años terminaron haciendo mella en él, pero Black Laden Crown muestra a Glenn lejos de sus mejores épocas. Y es extraño, porque si uno escucha grabaciones de sus recitales tocando canciones de Misfits se lo ve más que bien, más allá de si el estilo punk de estos sea diferente del hard rock sabbathero de su banda solista.

Y a esto se le adosa un problema más, que también recae en Glenn: su tarea en la producción del álbum, más que nada la mezcla. No tengo mucho problema con el sonido un tanto garagero de los instrumentos, que es un poco más consistente y menos “sótano” que lo que fue Skeletons, o que en ciertos momentos la batería suene un poco destartalada y alta en la mezcla. Pero lo que termina por arruinar al álbum es que las voces de Glenn estén mucho más altas que los instrumentos, y que suenen tan desconectadas de estos, como si el cantante estuviera en una habitación y su “banda” (me siento obligado a poner comillas si pongo énfasis en que de los instrumentos se encargaron Danzig, Tommy Victor y cuatro bateristas diferentes a lo largo de tres años) estuviera en otra. Aunque éstas estén lejos de ser las mejores tomas que Glenn podría haber grabado bien podrían haber sido más tolerables si estuvieran balanceadas con respecto a los instrumentos, pero tener que escucharlo apenas abriéndose paso entre sus líneas mientras la música suena muy atrás es lo que termina de arruinar la experiencia, sobre todo si sos de los que están acostumbrados a escuchar a todo volumen.

El problema más grande de Black Laden Crown no reside en sus canciones, que cumplen con lo que uno espera de artistas de primer nivel, más allá de gustos, como Glenn Danzig y sus músicos acompañantes, todos tipos con un currículum más que envidiable. Pero cuando el dueño del circo es el eslabón más débil de la cadena entonces hay que remar a contramano, y más allá de la calidad de las composiciones éstas no tienen un poder tal como para sobreponerse a los desatinos de la producción de Glenn y a su falta de atención en su propio desempeño. No me sorprendería que en un tiempo salga una remasterización de Black Laden Crown que le haga justicia al material, pero por ahora se siente como un paso en falso para Danzig. Toda una lástima, considerando el tiempo que se esperó un nuevo trabajo original de su parte.