Battle Cry – 2016 – «Cicatrices»

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Desde hace casi dos décadas, Battle Cry vienen dando batalla con su sonido a mitad de camino entre el heavy clásico y el power metal. Y aunque en papel algo así está en las antípodas de poder considerarse original, estos jujeños tienen un par de elementos como para destacarse en un estilo tan saturado de propuestas genéricas.

Cicatrices, tercer álbum de la banda, es una buena muestra tanto de los vicios como de las virtudes de este grupo. Con excepción del instrumental acústico «Entre La Vida Y La Muerte», las canciones se manejan con una base de riffs pesados, mucho doble bombo y un teclado bastante presente, todo balanceado de tal manera que puede atraer tanto al fan de Judas Priest como al de Stratovarius. Hay mucho riff de manual pero con gancho y buen gusto, apoyado por las melodías de teclados que no se limitan a servir de colchón a las guitarras.

El cantante Leonardo Campos es uno de los puntos altos del álbum: con un estilo muy melódico y alejado de las típicas voces «rasposas» que parecen haberse hecho casi reglamentarias en los últimos años, cumple su papel de una manera agradable de escuchar, además de darle una fuerte convicción a las letras cercanas de manera explícita a cuestiones sociales, algo bastante complicado de encontrar en el estilo.

El álbum transcurre de manera fluida entre canción y canción. No hay temas que de verdad se destaquen por encima de otros, tampoco hay altibajos ni canciones de relleno. Un elemento muy interesante en la dinámica del grupo viene por el lado de la inclusión en ciertos momentos de instrumentos autóctonos, como la quena. Esto le agrega un toque de personalidad a canciones como «En Las Estrellas» y «Almita Civila», aunque sería muy interesante que se los usara de manera más usual, como una parte integral de su propuesta.

Siendo una banda con muchos instrumentos, es una pena que una de mis mayores críticas al álbum venga por el lado del sonido, un tanto precario por momentos, y de la mezcla. Esta última tiene a los instrumentos sonando demasiado juntos, sin darles espacio como para moverse y desarrollarse. Esto es algo que se nota mucho si se escucha el álbum con auriculares, así que parece que «Cicatrices» está hecho más para escucharse con parlantes.

Con pros y contras, Cicatrices se inclina hacia una calificación positiva. Hay varios aspectos para mejorar, pero los integrantes de Battle Cry vienen mejorando como músicos y compositores desde sus primeras producciones, y demuestran talento como para sacar grandes obras en las circunstancias indicadas. A ponerle fichas a este grupo, con un norte definido y una propuesta con personalidad propia.

 

(Nota: Bueno, no creí que iba a tardar más de un mes en actualizar. Sin querer que de verdad fuera así, me terminé tomando julio como un mes de vacaciones del blog, en parte por cuestiones personales pero más que nada porque me sentía quemado y sin ganas de ponerme a escribir. Pero bueno, las ganas volvieron y no creo que vayan a tener que esperar otro mes para leer cosas nuevas por acá.)

Yngwie Malmsteen – 2016 – World On Fire

Nadie le va a quitar a Yngwie Malmsteen el ser, junto a su admirado Ritchie Blackmore, una de las grandes inspiraciones para la ola de guitarristas virtuosos de los ochentas. Ya fuera durante su estadía en los estadounidenses Alcatrazz o con su carrera solista, es innegable la influencia que el sueco tuvo en los nerds de la guitarra de los últimos años. Ahora, si vamos a los hechos y nos ponemos a hilar fino, nos vamos a dar cuenta de que Malmsteen no ha editado mucho por encima de “mediocre” en muchos años, con todos los síntomas de alguien que ha quedado atrapado en sus propios clichés, y de la maldición de haber sido la inspiración de gente que, en muchos casos, terminó haciendo cosas mucho más interesantes y originales.

«Spellbound», de 2012, vio a Malmsteen por primera vez completamente solo y encargándose de todos los instrumentos, más allá que el logo de «Yngwie Malmsteen’s Rising Force» pudiera llegar a engañar a alguien en creer que estábamos hablando de una banda completa. Cuatro años después, tenemos “World on Fire”, donde Malmsteen decide dejar de lado las baterías programadas para tener otra vez a un humano detrás de los tachos, en este caso a Mark Ellis de los powermetaleros estadounidenses NZM, mientras que el guitarrista se encarga de todos los otros instrumentos.

Este cambio en la formación de su banda solista, una constante a lo largo de su carrera al punto tal de que la curiosidad bien podría haber sido que no cambiara, se puede mencionar como la única diferencia de “World On Fire” con respecto al álbum anterior, porque uno podría agarrar lo que tuvo para decir acerca de “Spellbound”, copiarlo y pegarlo en una reseña acerca de este disco y nada se sentiría fuera de lugar.

Todo en este álbum suena recalentado, reciclado y repetido, al punto tal de que uno empiece a pensar que puso el disco equivocado. Pero no, estamos hablando de un nuevo disco del Malmsteen de siempre, el mismo, el eterno y, sobre todo, el inmutable: nunca cambia, ni siquiera cuando debería. Los riffs cuadrados, los solos larguísimos con todas las escalas que uno pueda imaginar pero con casi nada de la sustancia que uno desearía, las letras remanidas que suenan más como una excusa para meter voces pobrísimas, y la producción chata y sin vida (creí que la batería estaba programada hasta que vi los créditos) siguen presentes. Hasta los nombres de los temas pueden parecer tremendamente parecidos a los de discos anteriores, y todo eso es responsabilidad de Malmsteen, que ha demostrado que no sabe qué hacer con su carrera solista más allá de repetir un chiste que ya perdió hace rato la gracia.

Hablando de las voces, son un aspecto que se puede considerar lo peor y lo mejor del disco: son mediocres y están obligadas a repetir letras que parecen hechas con un generador de clichés powermetaleros, pero a su vez obligan a Malmsteen a trabajar con un formato de canción más tradicional y a componer aparte de una variación más del mismo solo barroco que viene repitiendo hace décadas. Es por eso que, más allá de sus riffs de manual, “Soldier” y, sobre todo, “Lost in Machine” son lo mejor de “World On Fire”, aunque no es mucho que decir en un álbum con una vara tan baja que no hay que hacer mucho esfuerzo para superar al promedio general de la obra.

Solo o acompañado, Lars Johan Yngve Lannerbäck, tal cual figura en su documento, ha sido el único dueño de su carrera, y como tal ha demostrado que no puede con su ego y que necesita urgentemente un cambio. Puede que sea volver a un formato de banda donde tenga otra persona aparte de él mismo para decidir qué grabar y qué no, o un cambio de estilo que le permita experimentar por fuera de su zona de confort. Pero hasta nuevo aviso su carrera solista seguirá siendo una espiral descendente de calidad, donde el sueco quiere mostrarnos lo bien que toca sus escalas pero nosotros, más allá de la eventual curiosidad mórbida, no encontramos una razón para hacerlo.

Jupiter – 2015 – The History Of Genesis


Esta reseña puede ser un poco difícil de entender si no explico antes uno de los elementos más llamativos de la industria musical de Japón: el visual kei. Visual kei, que literalmente significa «estilo visual», no es un término que se refiera tanto a un estilo musical en particular sino, justamente, a un estilo de imagen de este tipo de bandas, como una mezcla de gótico y glam a la que cada grupo le agrega su estilo en particular, el cual muchas veces está relacionado con una fascinación con la cultura occidental.

La mayoría de las bandas de visual kei tocan algún estilo de rock o heavy metal, aunque también hay muchos grupos de electrónica y hasta hip-hop. Ahora, ¿hay algo que una a todas estas bandas en el plano musical? Bueno, creo que podemos encontrar un nexo en común: toda la música producida por estos grupos es súper recargada y variada. Sea el estilo que sea, la música va a tener miles de detalles y arreglos, y es poco probable que el grupo se mantenga dentro de un mismo estilo en todas las canciones de un disco. Como alguien dijo, y parafraseo, en el documental «Global Metal»: «estos grupos pasan de canciones que parecen Slayer a baladas melosas a lo Barry Manilow».

Dicho eso, vayamos a la banda del día de hoy. Jupiter nacen en el 2013 a raíz de la separación de Versailles, otro destacado grupo de la movida visual kei. Jupiter es, básicamente, Versailles sin su cantante Kamijo, que comenzó una carrera solista. Tanto Jupiter como Kamijo siguen la línea de Versailles tanto en el plano musical (principalmente un power metal neoclásico pasadísimo de rosca en cuanto a arreglos y orquestaciones) como en el plano visual, donde ambos se visten con un estilo glam-gótico-europeo-andrógino que los hace parecer personajes de Final Fantasy.

«The History of Genesis» es el segundo disco del grupo, luego de su debut «Classical Element» de 2013. Habiendo escuchado anteriormente ese muy buen debut, puedo encontrar algunas diferencias, incluso cuando ambos discos sigan cierta línea musical: mientras «Classical Element» se planta de manera más firme en el power metal, «The History of Genesis» va por carriles que uno no se esperaría en una banda de este tipo.

Por ejemplo, me asombra la variedad de este disco y cómo las canciones cambian de estilo entre una y otra. Para que se den una idea, pasan del power metal europeo de «The Birth Of Venus» a la más pesada «Last Moment», al pesadísimo death melódico de «Darkness», al ¿nu metal? de «B.L.A.S.T», a la lenta y jazzera «The Moon», al hard rock/pop rock/power metal de «Koori no Naka no Shoujo», al instrumental neoclásico «Church Candle» y así en cada canción. Lo más importante, es que cada cambio es repentino pero no brusco o desconcertante.

Una contra del disco pueda ser algo que atraiga a mucha gente. No sé si es porque últimamente estuve viendo Fullmetal Alchemist y Jojo’s Bizarre Adventure, pero muchas canciones parecen intros de animé: tienen un énfasis tan épico, ganchero y explosivo que casi entran al terreno de la auto parodia. Claro, el power metal muchas veces sufre de eso, así que al fan del power metal puede que hasta eso le guste. Yo tampoco tengo tanto problema, pero hay algunas canciones que pueden pasarse de melosas en ese sentido.

Puede que la imagen de la banda pueda causar repulsión en los fans del heavy más clásico, o que pertenezcan a la movida del visual kei te haga ponerlos a un lado como «boludeces para otakus», pero creo que de verdad Jupiter es una banda a la que prestarle atención: es un grupo formado por músicos increíblemente talentosos y que introducen nuevos elementos en un estilo que muchos consideran, no sin argumentos, desgastado por la falta de variantes.