[Reseña] Eclipse of the Sun – «Brave Never World» (2020)

En noviembre último Aleksey Korolyov, dueño del sello Satanath Records, me envió una gran cantidad de álbumes editados tanto por su discográfica como por otras relacionadas para poder reseñar, así que las próximas reseñas van a ser de su interesante catálogo. Siendo que los álbumes que me envió tienen que ver, más que nada, con el black metal y derivados, vamos a hablar acerca de uno de los trabajos que no entra dentro de esa etiqueta, al menos de manera no tan obvia.

Eclipse of the Sun es un combo húngaro proveniente de la ciudad de Székesfehérvár, que ya lleva una década de trabajo detrás. “Brave Never World”, editado el 25 de abril en colaboración con More Hate Productions, es su segundo álbum, que llega a cinco años de su LP debut “Daimonion”, el cual lanzaron de manera independiente.

EOTS practican un death/doom metal con gran énfasis en el doom, con canciones que muy pocas veces agarran velocidad y prefieren arrastrarse en cámara lenta. Las atmósferas melancólicas se ven marcadas por sintetizadores, pianos y una combinación de voces limpias y guturales, dándole cierto regusto gótico a las ocho canciones contenidas en “Brave Never World”. Sumando 49 minutos y monedas entre todas ellas, las composiciones no son extremadamente largas pero se mantienen en el rango de los cinco a seis minutos, algo promedio para el doom.

La inicial “Pillars of Creation” va directo al punto con ese avance lento y pesado, acompañado por arreglos de doble bombo. “Things Called Life” es de las que tiene más presencia de las voces limpias y de los mejores momentos del álbum, mientras que “World Without Words” tiene uno de los pocos momentos donde EOTS apretan el acelerador. Por otro lado, podría llegar a considerar a “Death of Pan” y “Home” como mis favoritas, gracias a sus intros lentas y misteriosas.

Este último detalle me permite hablar de una crítica que tendría que hacerle al álbum, y es que me gustaría que las canciones tuvieran más énfasis en las introducciones, porque EOTS tienen habilidad para crearlas y quisiera que la utilizaran más seguido. Le daría una estructura más definida a las composiciones, que pueden llegar a sonar demasiado parecidas al mantener casi siempre la misma velocidad. Claro que esto no es culpa de EOTS, sino que es algo en lo que suelen caer muchas bandas de doom metal. No llamaría al sonido de la banda “monótono” necesariamente, pero creo que no es algo para gente que no sea fan del doom metal.

Con una composición más sofisticada y una producción mejor, Eclipse of the Sun podrían terminar por explotar todos los buenos elementos que se pueden encontrar a lo largo de sus composiciones. Pero incluso si no termina de cerrar en todos los detalles, “Brave Never World” sigue siendo un trabajo interesante, que seguramente gustará a los fans del death/doom y cualquier otro estilo extremo.

[Reseña] Arallu – «Desert Battles» (2009) (Reedición 2021)

A pesar de que uno siempre esté dispuesto a escuchar a la última sensación metálica alemana, estadounidense, sueca, inglesa o lo que sea, creo que en los últimos años muchas de las propuestas más interesantes en materia de música pesada han venido de lugares menos tradicionales. Que el desarrollo de la tecnología haya permitido que uno pueda enterarse de lanzamientos en la otra punta del planeta y que estos grupos puedan lograr el mismo sonido que artistas del “primer mundo” es toda una bendición.

Una de estas bandas es el combo israelí Arallu, que comenzaron en 1997 en el asentamiento de Ma’ale Adumim. Esta banda liderada por el cantante y bajista Moti “Butchered” Daniel es un buen ejemplo de un grupo que, desde sus comienzos, ha ido refinando su propuesta y su sonido. No es que de repente sean Dimmu Borgir o Cradle of Filth: comparados con otras bandas israelíes insignia de la movida del “metal oriental” como Orphaned Land y Melechesh, Arallu son por lejos los más crudos y violentos, con sus influencias de death metal y su distorsión oscura bien al frente, alejados de las tendencias progresivas de los primeros y el énfasis melódico de los segundos.

Sin embargo, si comparamos su debut “The War on the Wailing Wall” (1999) con el muy interesante “En Olam” (2019), es muy obvio que en veinte años la producción ha mejorado, la técnica se ha ido asentando y los elementos de música oriental se han incrementado. La furia sigue estando, pero la presentación ha mejorado mucho con respecto sus inicios.

Y diría que los miembros de Arallu son completamente conscientes de ello, porque parece que quieren aplicar lo aprendido de manera retroactiva al remezclar y remasterizar sus álbumes anteriores. Es una movida riesgosa, obviamente: muchas veces se suele decir que las versiones remasterizadas son “la manera en la que se deberían haber editado en primer lugar”, cuando todas esas canciones se grabaron con la tecnología disponible en la época. Si se considera que tuvieron un tiempo y un lugar, se puede decir que aquellas primeras versiones son “las verdaderas”. Bandas como ZZ Top y Megadeth han sido expertas en arruinar sus canciones de manera retroactiva con cambios innecesarios que nadie pidió, pero el trabajo de Steven Wilson con los álbumes de Yes me ha demostrado que también hay un lugar para afinar lo que no salió del todo bien la primera vez.

En el caso de Arallu, ellos mismos han dicho que nunca estuvieron satisfechos con el resultado final de aquellos álbumes, y a primera escucha es fácil sentir que el sonido no es tanto “crudo”, sino más “descuidado”. En septiembre de 2020 reeditaron su debut “The War on the Wailing Wall”, y ahora Arallu anunciaron la reedición de su cuarto trabajo “Desert Battles – Descending to the Sands”.

Planeado para salir el 1ro de enero de 2021 y a cargo del sello independiente Ah Puch Records, este lanzamiento es una reedición de la versión remezclada del álbum que salió en 2018. Aquella versión tenía una nueva portada (que conservaba la primera parte del título), voces regrabadas y un sonido completamente renovado, y todos elementos que se conservan en este lanzamiento de 2021, pero este último ahora incluye la versión en vivo de la canción “Battleground”, que había sido incluida en “Desert Battles” como un adelanto del DVD “The Ultimate War” y que en la reedición de 2018 había sido reemplazada por las canciones del EP “Magen Jerusalem”.

Sí, puede llegar a ser un tanto confuso, pero ciertamente creo que es una buena oportunidad para poder escuchar el tracklist original pero con el sonido renovado. Y lo que ayuda justamente acá es el aspecto sonoro, porque hay una mejora bastante importante en el medio: la edición 2018 de “Desert Battles” suena más cohesiva y con instrumentos mejor balanceados, sobre todo en el tema de las guitarras. Las nuevas voces no son muy diferentes más allá de estar un poco más bajas, pero tampoco interfieren en el producto final.

“Desert Battles” ya de por si era un trabajo sólido de death y black metal de atmósfera oriental, lejos de ser extremadamente original pero con una gran atmósfera a su alrededor. Canciones como “The Demon’s Curse” y “Millchama” siguen siendo tan brutales como antes, y es interesante escucharlas de una manera diferente. Si al oyente le gustó el álbum original, estoy seguro que esta nueva edición será incluso más de su agrado, y en caso de que el original no le terminara de cerrar, entonces creo que esta es una nueva oportunidad para poder explorarlo, ya que este nuevo sonido permite apreciar mejor todos sus elementos.

Atrocious – 2018 – «Mental Disorder» [Reseña]

En Indonesia se está gestando, desde hace tiempo, toda una ola de bandas extremas a las que cualquier fan del género debería prestarle atención si busca propuestas alejadas de los puntos geográficos más tradicionales, no sólo con bandas sino también con sellos como Brutal Infection Records, Armstretch Records, Extreme Souls Records, Necrology Records y muchos más. Anteriormente hablé acerca de Damnation y, aunque ese disco no me dejó la mejor de las impresiones, me dio ganas de seguir explorando esta escena del under extremo del sureste asiático.

Nuestra próxima parada en esta exploración viene de la mano de Atrocious, banda proveniente de la ciudad de Tangerang y que no se debe confundir con la otra banda indonesia del mismo nombre y oriunda de Palembang. Este cuarteto se formó en 2012 y con Mental Disorder ya llegan a su segundo álbum, y describir su sonido es tan simple como pensar en cualquier banda de brutal death metal obsesionada con el gore, las entrañas, la sangre, las diferentes facetas de la crueldad humana y los logos casi ilegibles. ¿Suena conocido? Sí, la idea de la banda está muy, muy lejos de ser siquiera mínimamente innovadora u original. Claro que hablamos del brutal death metal, un género donde lo que se busca está en su propio nombre: la brutalidad por la brutalidad misma, y si uno puede ver a la banda en vivo y divertirse con algunas cervezas encima, entonces la banda está haciendo su trabajo.

Y dentro de todo, eso se puede sentir en Mental Disorder, donde Atrocious plasma todas las imágenes de aniquilación corporal que uno pueda llegar a imaginarse a lo largo de sus 27 minutos (NdA: Metal-Archives dice que la última canción tiene una pista oculta que lleva el álbum a la media hora, pero no está presente en la versión que tengo), con la atmósfera fétida y claustrofóbica como de morgue atestada de cadáveres que sólo este estilo puede generar. Cualquier fan del brutal death puede ponerse a escuchar este álbum por unos parlantes a todo volumen y dejar que este soundtrack de película snuff le dé lo que cualquiera busca al momento de buscar esta clase de música. No es para nada original y ya escuché muchas bandas que suenan como esto, pero hace su trabajo correctamente.

Pero hay algo ineludible que tengo que mencionar porque me viene molestando desde el primer momento que me puse a escuchar el álbum, y es la producción. Soy de la idea de que al tratarse de death metal, uno tiene que buscar el balance justo entre limpieza y suciedad al encarar cómo tiene que sonar una grabación. Obviamente esto varía de estilo en estilo, porque es complicado imaginarse bandas como Obscura, Dark Tranquillity o el viejo Opeth sonando como si estuvieran grabando en un baño, o que algo como Portal pueda traducirse correctamente a un sonido de alta definición. Si uno pule demasiado la grabación, puede terminar con un disco como Inked In Blood, aquel álbum de Obituary en el que la batería sonaba tan digital que bien podía ser un MIDI.

¿Y qué pasa cuando no se le presta suficiente atención al momento de producir y mezclar una grabación? Entonces queda un álbum como Mental Disorder, donde las guitarras muchas veces se pierden en un mar de distorsión y la batería termina tapada por ellas, muchas veces haciendo que el redoblante sea inaudible y el bombo quede solo. Desde ya que el bajo es imposible de escuchar, pero esa parece ser una muy mala costumbre de todo el género, así que no me sorprende que Atrocious también hayan caído en eso. Y mencionaba los parlantes anteriormente porque estas son cosas que se notan más en una escucha atenta a los detalles.

Desde ya que si no te importa cómo esté producida o mezclada este tipo de música y sólo quieras algo con blastbeats constantes y voces bien guturales, Mental Disorder lo hace más que bien. Es sólo que creo que se tendría que tener más cuidado al momento de presentar estas canciones, sobre todo en una época en la tecnología permite crear una calidad de sonido como nunca antes a un costo mucho más bajo que lo que podía ser a principios de los noventas, a lo que se agrega que ahora hay gente que sabe manejar este tipo de música. Pero si pasás por alto eso, este álbum puede saciar tu sed de death metal, aunque sea por media hora.

Six Feet Under – 2017 – «Torment»

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Aunque Six Feet Under no sean de las bandas más queridas por el «metalero promedio» (las características de ese arquetipo van a cuenta de cada uno de ustedes), la banda del ex Cannibal Corpse, único miembro constante y portador serial de rastas, Chris Barnes ha logrado una carrera con un estusiasmo envidiable detrás, editando 12 álbumes de material propio en poco más de 20 años, a los que hay que sumarle los álbumes de canciones ajenas versionadas por el grupo. Eso sí, no fue hasta la dupla de «Undead» y «Unborn», de 2012 y 2013, que le preste atención a la obra de este grupo de Tampa, Florida. Debo decir que ningún trabajo antes y después llega al nivel de esos discos, y tanto «Crypt of the Devil», de 2015, como el álbum de versiones «Graveyard Classics IV: The Number of the Priest», de 2016, me terminaron dejando frío, sin nada para poder rescatar de ellos.

Pero parece que Chris Barnes y su troupe rotativa de músicos retomaron el ritmo de antes, y es así que a dos años de «Crypt of the Devil» tenemos a su sucesor, el flamante «Torment», con una portada a la que le tengo que criticar la falta de un fondo, de la misma manera que me pasó con la del último de Iron Maiden. Cada trabajo es una nueva oportunidad, así que me acerqué al disco con la mejor predisposición.

El nuevo trabajo de SFU, que tiene un sonido y mezcla destacables (y es una pena que tenga que destacar esto en pleno año 2017), no arranca del todo bien, con «Sacrificial Kill» fallando en esa mezcla de death metal y hard rock que la banda viene intentando desarrollar desde el principio de su carrera y que la voz al estilo «ladrido» de Chris Barnes hace que sea complicado llevar a buen puerto. Nadie le va a sacar a Barnes lo hecho junto a Cannibal Corpse, pero el estilo más brutal de su antigua banda era un mejor ambiente para sus voces ultra agresivas, algo que no resulta con SFU y sus riffs más claros y rockeros.

Y ya que hablamos de Cannibal Corpse, los mejores momentos de «Torment» se dan justo después de la primera canción, cuando la banda pisa el acelerador, saca los riffs podridos de donde los tenga escondidos y los deposita en la seguidilla de «Exploratory Homicide», «The Separation of Flesh and Bone» (incluso si el arranque se alarga más de lo debido), «Schizomaniac» y «Skeleton». Éstas son buenas piezas de violencia sonora, con la cantidad de blastbeats y riffs de manual para satisfacer a cualquier fan del estilo y donde Barnes encuentra el lugar apropiado para berrear sus letras llenas de violencia gratuita y cuerpos destrozados.

Pero antes y después de esas canciones, SFU se sumen en un pozo creativo de canciones sosas y sin gracia, donde los medios tiempos y los riffs aburridos llevan adelante las canciones. La voz de Chris Barnes simplemente no sirve para este tipo de canciones más rockeras (iba a poner «suaves», pero no creo que ese sea el término indicado), y la escasez de características de verdad distinguibles entre unas y otras no ayuda en nada.

Y no es que el «death n roll» no pueda funcionar. En un momento me puse a escuchar «Swansong» de Carcass, que no es el disco más tenido en cuenta en la discografía de los ingleses pero del que puedo decir que es una buena experiencia en lo que a esta mezcla de estilos se refiere, para saber por qué las canciones rockeras de ese álbum funcionan y las de «Torment» no. Y a lo único que pude llegar es que las de «Swansong» tienen el gancho que las de «Torment» no tienen. Así de simple, a las de SFU les falta algo de vértigo, algún elemento que demuestre que hay algo de vida puesta en las canciones, pero ese no es el caso, y es así que nos quedamos con una escucha tan difícil como la de «Torment».

Al finalizar los 47 minutos de «Torment», lo único con lo que me puedo quedar es con una sensación de vacío de parte de estas canciones. Hay algunas acá y allá que logran capturar mi atención, pero al final suena más como un buen EP al que le agregaron relleno antes y después para sacarlo como un LP. Puede que el fan de la banda encuentre algo de valor en las composiciones más simples de SFU, pero personalmente no terminan de engancharme como deberían, algo complicado de sobrellevar si hablamos de hacer rock.

Dark Phantom – «Nation of Dogs»: el ruido entre las bombas y las ruinas

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Aparte de Acrassicauda, aquella banda de la que habían filmado el documental “Heavy Metal in Baghdad” y que luego se terminó radicando en los Estados Unidos, no tengo mucha información acerca de lo que ocurre en la escena metalera iraquí, aunque es entendible la falta de material proveniente de este país asiático, considerando que hablamos de una tierra asolada por la guerra, los dictadores, el terrorismo, el extremismo religioso y los horribles crímenes de guerra del ejército estadounidense.

Pero incluso con todas las circunstancias en contra, es posible que algo pueda salir de todo eso. Y es así que tenemos a Dark Phantom, banda proveniente de la ciudad norteña de Kirkuk, con su LP debut “Nation of Dogs”. Antes de ponerme a escuchar el disco, no sabía qué iba a encontrarme: el primer sitio en el que me lo crucé la definía como una banda de death metal, su perfil de Metal-Archives los lista como un grupo de heavy metal, y la tapa del disco me recuerda al estilo clásico del thrash de los ochentas.

Considerando todo eso, fue bastante sorpresivo encontrarme con que todas esas ideas estaban correctas, al menos hasta cierto punto. Dark Phantom es un grupo de death metal, pero que casi no utiliza los riffs retorcidos tradicionales del estilo sino que pone más énfasis en riffs más melódicos, que a veces suenan más cerca del heavy metal y en otros más machacados y thrasheros. Hasta hay ciertas melodías orientales, como en la canción título “Nation of Dogs” y en “Judgement Call” entre otras, que se complementan con el uso extraño de pronombres arcaicos del inglés como “thy” y “thou” para darle un aura propia.

Las nueves canciones, más la intro, muestran a una banda que busca el gancho y los buenos estribillos ante todo, un arte que a veces se siente perdido en buena parte del thrash actual, y que sacando momentos específicos (como la inicial “New Gospel”) casi no tiene blastbeats, dejando sólo las voces podridas como único elemento de puro death metal.

Si hay algo para criticar, es que a la producción le falta pulir y darle más espacio a los instrumentos, y que con apenas media hora el disco se siente un tanto corto. Pero más allá de eso, Dark Phantom editaron un álbum más que decente, y que tiene varias canciones, como “Unholy Alliance” y “Atomosphere”, para causar interés más allá del país de origen del grupo.